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El que sabe, sabe y el que no es idiota y jefe

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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El mismo ministro de Hacienda que auspició el CAE, verdadero nudo gordiano impuesto a las familias de esos sacrificados universitarios con los que tanto gusta llenarse la boca a la Concertación, el mismo ministro, ahora ¡dándoselas de populista bonachón!


Hablando para la galería el ex ministro Eyzaguirre se despachó una de las primeras joyas del año 2014. Seguramente será recordada, así como hasta el día hoy recordamos el mensaje de los 33 mineros, por su articulación léxica formidable. En un solo juego de lenguaje, colocándose en una actitud de pseudo-Machuca, les dijo a los militantes del PPD lo que precisamente querían escuchar, quizás como premio de consuelo, quizás como analgésico ante la más dura realidad: “Yo fui a un colegio cuico. Fui al Verbo Divino, y les puedo decir que muchos alumnos de mi clase eran completamente idiotas; hoy día son gerentes de empresas. Lógico, si tenían redes. En esta sociedad no hay meritocracia de ninguna especie”. Notable.

Notable, porque la trilogía cuico-idiota-gerente, además de ser un acierto, es dicha por quien perfectamente podría cumplirla a cabalidad. El ex ministro comete una perfecta autocontradicción performativa en el mismo momento que va desarrollando su discurso ante los militantes del PPD, que ganosos de escuchar algo ameno y profundo, una especie de rutina a lo Coco Legrand, son presas de la ilusión perfecta: ven al propio Eyzaguirre como si fuera uno de ellos, a saber, como un ¿pobre-inteligente-proletario? o como un ¿clase media-superdotado-funcionario público?… quizás cuál de las dos asociaciones habrán hecho esos militantes del PPD. En todo caso, en Chile ya no hay pobres, somos todos clase media trabajadora porque “Chile cambió, gracias a la seriedad de los gobiernos de la Concertación, Chile cambió”… ¡Pero qué bla-bla más esponjoso se nos viene!

El mismo ministro de Hacienda que auspició el CAE, verdadero nudo gordiano impuesto a las familias de esos sacrificados universitarios con los que tanto gusta llenarse la boca a la Concertación, el mismo ministro, ahora ¡dándoselas de populista bonachón!

[cita]El mismo ministro de Hacienda que auspició el CAE, verdadero nudo gordiano impuesto a las familias de esos sacrificados universitarios con los que tanto gusta llenarse la boca a la Concertación, el mismo ministro, ahora ¡dándoselas de populista bonachón![/cita]

Es el mismo ministro que hace poco escribió en El Mercurio una columna de opinión para gritar al mundo su conversión y ahora nueva doctrina de fe: la gratuidad en la Educación Superior, divinidad en la cual él ahora cree, cual Pablo de Tarso cayendo de bruces en la pétrea calle de las movilizaciones sociales. Su impúdico oportunismo político de las últimas semanas ha sido más que evidente. Allá él con sus legítimas ganas de estar de nuevo en los pasillos de La Moneda, más si ahora se convirtió al “poder de la calle”.

Legítimamente puede querer lo que le venga en gana y usar los medios –si ya los sabe usar de maravilla– para conseguir lo que quiera y sin necesidad de contratar servicios de lobby. El problema ciertamente no es ese, es otro. Uno de “fondo”, como se gusta decir.

El problema de fondo no es esa meritocracia que quieren hacer parir en nuestra sociedad hasta con fórceps los liberales de la Concertación, incluyendo en ellos por cierto a Eyzaguirre y al PPD más fáctico. No es el problema de fondo, pues la instalación de la meritocracia en Chile ya la tienen más o menos decidida, su cómo, su qué y su por qué. Tienen claro el método y el destino de las políticas públicas que, según ellos, harán más justa la sociedad chilena por la vía del mérito entendido sobre la base de la igualdad de oportunidades. Tienen claro cuáles son, en vista de ello, los interlocutores válidos, los expertos a considerar y hasta el modelo presupuestario a seguir. Este no es el problema de fondo.

El problema de fondo es quiénes son los verdaderamente idiotas o a quiénes se pretende tratar de idiotas. Para que quede clara la coyuntura histórica a la que apunto, permítanme una breve cita del gran Rousseau: “El pueblo inglés se piensa libre; se equivoca mucho; sólo lo es durante la elección de los miembros del Parlamento; en cuanto han sido elegidos, es esclavo, no es nada. En los breves momentos de su libertad, el uso que hace de ella bien merece que la pierda”.

Ceder por completo la discusión de los temas de fondo a la autoridad política es propio de idiotas: desde lo griegos que así es. La Concertación fue maestra en esto, en desmovilizar, en adormecer, en cooptar, en tratarnos como idiotas. Es una perniciosa costumbre el dejarnos tratar como idiotas. Es imprescindible despertarse del “sueño dogmático” de que Bachelet es la solución a las demandas de la calle, que es lo mismo que cederle la palabra, y no sólo la palabra, sino que también los sentidos y significados, a este populismo bonachón de última hora, que parece no ser propio de idiotas, pero lo es en su sentido más de fondo y radical.

Recordémoslo. Bachelet no fue electa con una mayoría arrolladora. La legitimidad mayoritaria puede ser bastante más feble de lo que se cree. Hoy, como lo ha enfatizado el filósofo político Pierre Rosanvallon (perdonen que cite de nuevo, pero me refiero fundamentalmente a La Legitimidad democrática), las democracias no pueden gobernar sólo considerando que la mayoría aritmética está de su parte. No pueden porque simplemente así no sucede en los hechos. Si no somos idiotas, tendrán que ganarse la legitimidad que verdaderamente interesa.

Lo de Eyzaguirre es menor, propio de un tecnócrata tirado a político simpático… populismo bonachón. Nadie puede creer siquiera por un instante que esos cuicos son unos idiotas, todo lo contrario, viven del lobby en la cosa pública, y tienen su cola metida hasta en los pliegues más insospechados, intersticios, del Estado. Idiotas no son. Los idiotas perfectamente podríamos volver a ser nosotros, la calle.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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