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Una Universidad que interviene y se hace presente en los debates nacionales

Danny Monsálvez Araneda
Por : Danny Monsálvez Araneda Doctor en Historia. Académico de Historia Política de Chile Contemporánea en el Depto. de Historia, Universidad de Concepción. Twitter: MonsalvezAraned
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Es sobre la base de esa historia, de su capital político y cultural, que nuestra Universidad y su comunidad, deben ser protagonistas activas de los debates regionales y nacionales, tienen que asumir un rol activo, dinámico en la idea de proponer desde la academia y sobre la base de su experiencia, acervo y caudal científico, algunas ideas-fuerzas que permitan a la comunidad en su conjunto pensar una Universidad y sociedad en general, acordes a los desafíos políticos y culturales del Chile reciente.


La Universidad de Concepción vivirá, el 21 de marzo, un proceso eleccionario en el cual competirán tres académicos de nuestra casa de estudios: Sergio Lavanchy, actual rector de la Universidad, quien va a la reelección por un quinto período (asumió en 1998); Carlos Saavedra, académico de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas; y Jorge Rojas, actual decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Al respecto, ¿qué importancia o significado puede tener la elección de un rector de Universidad, en este caso de la Universidad de Concepción? Más allá de los nombres, aunque siempre es importante conocer quién es la persona que encabezará tan importante institución, lo cierto es que uno de los aspectos positivos de la política, entendida como el pensar y el hacer colectivos, aquella conflictiva y nunca acabada construcción de un orden deseado, es conocer las ideas, programa, proyecto universitario y equipos de trabajo que puedan exponer dichos académicos a la comunidad universitaria y ciudadanía en general; de ahí que la elección de rector de una Universidad, con la trascendencia que tiene la de Concepción, pase a constituirse en un buen ejercicio de proyecto político académico y deliberación política a la hora de pensar, no sólo la Universidad en términos de gestión o administración interna, sino, también, auscultar cuál es el rol que cada uno le asigna a la Academia en un contexto mayor; es decir, su vínculo con la región y el país, especialmente en el actual momento nacional, cuando los ciudadanos, entre ellos los jóvenes, actores fundamentales del último tiempo, se sienten más empoderados y protagonistas del devenir histórico, al punto de interpelar constantemente a las autoridades y representantes por transformaciones estructurales en determinadas áreas o sectores claves de la vida nacional, por ejemplo, en materia educativa y niveles de participación y decisiones políticas.

Ante ese escenario, ¿qué tiene que decir la Universidad?, ¿se puede mantener al margen de los procesos de cambio?, ¿qué función le compete ante las decisiones y determinaciones de la clase política?, ¿puede ser indiferente ante las problemáticas que aquejan a los ciudadanos?, ¿qué respuesta o directrices puede entregar al variopinto mundo de la juventud?, son varias las interrogantes que se pueden plantear y a las cuales, innegablemente, la academia no pueden ser indiferente, particularmente para quien y quienes encabecen una Universidad compleja y completa como la nuestra. En otras palabras, la Universidad de Concepción, por tradición e historia, no debe(ría) restarse, asumir un rol secundario o circunscrito al trabajo académico-técnico-administrativo (en clave neoliberal), siendo un espectador más ante los problemas y debates nacionales; por el contrario, la Universidad, sus autoridades y la comunidad académica en general, deben ser un actor clave y protagónico a la hora de pensar críticamente el presente y futuro de la región y el país, pero, sobre todo, hacer presente y defender públicamente la contribución histórica que la Universidad de Concepción ha realizado al país durante gran parte del siglo XX y hasta la actualidad.

[cita]Es sobre la base de esa historia, de su capital político y cultural, que nuestra Universidad y su comunidad, deben ser protagonistas activas de los debates regionales y nacionales, tienen que asumir un rol activo, dinámico en la idea de proponer desde la academia y sobre la base de su experiencia, acervo y caudal científico, algunas ideas-fuerzas que permitan a la comunidad en su conjunto pensar una Universidad y sociedad en general, acordes a los desafíos políticos y culturales del Chile reciente.[/cita]

Una Universidad con sentido y compromiso público (por ejemplo, como la nuestra) que por acción u omisión tiende a naturalizar lo social, que ve pasar ante sí los problemas de la sociedad, que hace caso omiso de las dificultades del mundo actual, se convierte con el tiempo en una mera instancia receptora, ejecutora (sin mayor cuestionamiento) o administradora de directrices que emanan del poder político; peor aún, asume un rol más bien reactivo ante determinadas políticas públicas de los gobiernos de turno, las cuales en ciertas ocasiones (y no pocas) tienden a alterar el buen desempeño de nuestras tareas académicas.

Al respecto, citemos un ejemplo que nos permita ilustrar en clave del presente lo antes señalado. Al leer en la página 21 del Programa de la próxima Presidenta de la República, doña Michelle Bachelet, éste señala (en líneas generales) en materia de Universidades lo siguiente:“Estableceremos un trato preferente con las universidades de propiedad del Estado”, asimismo, “este nuevo trato incluye un fondo de aporte basal permanente exclusivo para las universidades estatales y un fondo permanente de apoyo a las universidades estatales regionales”; por lo tanto, ¿dónde queda nuestra Universidad en todo esto, cuando somos una corporación de derecho privado, pero que ha demostrado con creces, a través de sus casi 95 años de vida, su compromiso con lo público y de constante relación y apoyo con el Estado, más allá de los gobiernos de turno? Nadie podría discutir la labor y sentido público de nuestra Universidad, los ejemplos sobran y están a la vista, incluso de sus críticos. Asimismo, la Universidad nació producto del debate, voluntad, sentido de identidad y pertenencia de un grupo de visionarios vecinos de la ciudad, que más allá de los aspectos reglamentarios y de las reticencias del poder central, entendieron que la ciudad, el Bío Bío y el sur de Chile, necesitaban instituir una Universidad que fuera expresión de los más altos estándares culturales de una sociedad, enmarcada en los valores del pluralismo, diversidad y tolerancia.

Por lo tanto, el ejemplo del programa de la Nueva Mayoría referente a la educación superior y sus Universidades, constituye uno los tantos temas/problemas a debatir en vista de la próxima elección de rector de nuestra Universidad. ¿Qué hacer (proponer y ejecutar) ante aquel escenario? Por ello, la elección de la máxima autoridad universitaria, no es un tema menor o un mero ejercicio electoral de elegir una persona como máxima autoridad universitaria; todo lo contrario, se trata de despersonalizar la disputa electoral y pensar qué Universidad se quiere construir y proyectar de manera colectiva, transversal y participativa para los próximos años, sobre la bases de nuestro pasado, su historia y las exigencias del presente.

Es sobre la base de esa historia, de su capital político y cultural, que nuestra Universidad y su comunidad, deben ser protagonistas activas de los debates regionales y nacionales, tienen que asumir un rol activo, dinámico en la idea de proponer desde la academia y sobre la base de su experiencia, acervo y caudal científico, algunas ideas-fuerzas que permitan a la comunidad en su conjunto pensar una Universidad y sociedad en general, acordes a los desafíos políticos y culturales del Chile reciente.

En consecuencia, retomando el tema eleccionario y ya definidos los candidatos a rector de nuestra Universidad, con seguridad en los días hábiles que quedan previos a la elección, se darán los espacios e instancias para dialogar, debatir y contraponer ideas, programas, proyectos respecto al presente y futuro de la Universidad de Concepción. Aquel sano y necesario ejercicio deliberativo y con realismo político, no sólo permitirá conocer la opinión de cada uno de los académicos-candidatos, también ayudará a instituir un cultura del diálogo y el debate de ideas enmarcado en el respeto y el “desarrollo libre del espíritu”, en el cual la comunidad universitaria en general (independiente de si vota o no) se sienta partícipe de un proceso electoral, pero sobre todo de diálogo académico y discusión intelectual, sobre el rol que tiene y debe asumir la Universidad de Concepción en los grandes temas y debates nacionales del presente y futuro de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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