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El preludio disonante de Bachelet Opinión

El preludio disonante de Bachelet

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
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El secretismo tuvo un alto costo, que se incrementó por el silencio vacacional del comando bacheletista. En un país como el nuestro, en que la clase política y sus instituciones están muy desprestigiadas, los nombramientos de altos cargos deben ser muy cuidadosos. Los designados no sólo deben ser honestos, también un ejemplo para la ciudadanía. Y en estos tiempos, gracias a la media social, todo se sabe y se debe contestar con rapidez.


La Presidenta electa Bachelet logró una cómoda mayoría en las dos vueltas de su reelección. Sin embargo, en ambas logró menos sufragios que en las de su elección hace ocho años. Obtuvo 120 mil votos menos que Piñera en la precedente. Y si bien aumentó el número de diputados que la apoyan, la lista de la Nueva Mayoría perdió 500 mil votos respecto de la Concertación. En las elecciones del 2013 hubo un nivel récord de abstenciones y Bachelet fue electa por sólo el 26 % de la ciudadanía.

En resumen, fue una reelección con dudas de la mayoría y más bien gracias al colapso de la derecha, que perdió casi un millón y medio de votos que se fueron a la abstención. Por su parte, los candidatos disidentes mantuvieron el nivel de 2009, pero superaron a la candidata derechista en 20 de las 22 comunas con más clase media emergente, tales como Maipú, Antofagasta, Puente Alto, etc., por más de 10 puntos porcentuales y con alrededor de un tercio de los votos.

Bachelet 1.0

El 2005, Bachelet –entonces poco conocida– se impuso al aparato concertacionista que se aprestaba a coronar al MAPU, parte del poder cada día más tecno-economicista, doctrina que concede a los factores económicos del libre mercado primacía sobre los de cualquier otra índole. Primero, la política fue el cambio en la continuidad y, enseguida, la de los acuerdos con la derecha. Los resultados fueron la desmovilización de quienes derrocaron a la dictadura, la postpolítica y el creciente aumento de la abstención electoral. La Concertación no escuchó las palabras del Nobel en Economía Amartya Sen: «El ser humano sólo económico es de hecho cercano a un idiota social».

[cita]Los nombramientos sorprenden. El economicismo está de capa caída en el capitalismo desarrollado. Greenspan, llamado el maestro de la expansión del capitalismo financiero durante sus 18 años de presidente del Banco Central norteamericano, exclamó en el Congreso que estaba escandalizado e incrédulo por el desastre que se inició el 2008. Por la misma razón, el Ministro de Hacienda de EE.UU. es abogado; la Directora del Fondo Monetario Internacional, una política francesa; y el del Banco Mundial, un médico y antropólogo; todos ellos nombrados después de la hecatombe.[/cita]

Esa ideología tampoco es parte de nuestro ADN. Incluso la mayoría de los que se declaran de centroderecha –encuestas CEP y de La Tercera– está de acuerdo con elevar los tributos a las empresas, despenalizar el aborto, suprimir el binominal, crear una nueva Constitución, priorizar la educación universitaria gratuita, etc.

Bachelet fue una novedad en la centroizquierda. La primera socialista histórica que aspiró a la presidencia después de la dictadura, a lo que sumó la empatía. Su discurso y proyecto humanizaron la postpolítica del tecno-economicismo, cuyos  defensores se organizaron en un influyente centro de pensamiento, Expansiva, que controló el Ministerio de Hacienda. No obstante, Bachelet terminó su mandato con un apoyo ciudadano del 84%.

En contraste, la ciudadanía no perdonó a la Concertación ni a su candidato, Frei, y prefirió la alternancia en el poder. Eligió a un centroderechista, por primera vez desde 1958, con su consigna de “una nueva forma de gobernar”. Rápidamente se desprestigió. Fue más de lo mismo, a lo que sumó una gran arrogancia mediática. Parafraseando al presidente Truman: nuestros multimillonarios no estaban satisfechos con ser ricos; querían volver a ser una dictadura económica.

El retorno

La derecha no tuvo en cuenta que el crecimiento económico medido por el PIB en un país tan desigual como Chile no crea cohesión social, sino desconfianzas, al enriquecer más todavía a la cúspide, de la cual es parte el propio Piñera. Los multimillonarios chilenos en la lista Forbes (hoy 14 personas de 8 familias), teniendo como base el año precrisis, 2007, aumentaron su participación en el PIB nacional desde 12,33 % a 21,62 % el 2012.

Tampoco consideraron que la explosión de la media social y del endeudamiento universitario, en medio de la propaganda gubernamental de que estábamos a punto de ser un país desarrollado, masificaría la crítica aspiracional.

Bachelet reapareció en silencio con éxito y la Concertación, en vez de hacerse una autocrítica y avanzar con los tiempos, se dedicó a preparar su reelección. Mientras tanto, los movimientos sociales, en especial los estudiantes universitarios, se apoderaron de la calle demandando participación.

La Concertación cambió de nombre a Nueva Mayoría, e incluyó al PC, que es cercano a los movimientos sociales, y junto con Bachelet propuso elecciones primarias para cumplir con la demanda de participación. Esas hábiles maniobras terminaron en un fiasco.

La Concertación contó con el apoyo del PC en las segundas vueltas presidenciales precedentes sin escándalo. Ahora, un sector de la DC se dedicó a criticar a ese partido como en plena Guerra Fría. Y la primaria presidencial de la centroizquierda no atrajo a los numerosos candidatos disidentes y las primarias para el Congreso brillaron por su ausencia. La impopular partidocracia concertacionista demostró su poder, a pesar de Bachelet, incluso con posiciones ideológicas que ya no existen en el mundo.

 Bochornos

Bachelet, su comando y la Nueva Mayoría cantaron victoria teniendo en cuenta sólo los porcentajes, sin considerar la disminución de sus votaciones.

Los partidos presentaron a la Presidenta electa listas de candidatos para los altos cargos y ella decidió con su comando los nombramientos, todo en absoluto secreto. Lo único que trascendió fue la designación de la senadora Ximena Rincón en el comité político ministerial a última hora, al parecer por protesta de la DC al ser excluida. Y después de designar ministros, subsecretarios e intendentes, todos partieron de vacaciones.

El secretismo tuvo un alto costo, que se incrementó por el silencio vacacional del comando bacheletista. En un país como el nuestro, en que la clase política y sus instituciones están muy desprestigiadas, los nombramientos de altos cargos deben ser muy cuidadosos. Los designados no sólo deben ser honestos, también un ejemplo para la ciudadanía. Y en estos tiempos, gracias a la media social, todo se sabe y se debe contestar con rapidez.

Apenas se dieron a conocer las listas, hubo objeciones. Las razones fueron querellas, sumarios administrativos, juicios de cuenta, condena por un juzgado de policía local, deudores morosos de préstamos universitarios, hija de un torturador, etc.

Comenzamos con el problema educacional

El caso más sonado es de quien fue nombrada subsecretaria de Educación, que renunció al ser objetada. Ese Ministerio es clave en el programa de Bachelet, dada la movilización estudiantil y el programa presidencial.

El nombre del ministro designado, un destacado economista que fue el Ministro de Hacienda de la Concertación que intervino en el establecimiento del crédito con aval del Estado, aborrecido por los estudiantes endeudados, provocó inquietud, aunque el futuro secretario de Estado aseguró que estaba con el programa presidencial.

A ello siguió una subsecretaria, también ingeniera comercial, que semanas antes firmó una carta pública en que rechazaba la gratuidad universitaria como la piden los estudiantes y que tiene una asesoría a colegios subvencionados, que como todo negocio educacional es un desprestigio.

La explicación no se ha dado. Algunos sostienen que se requiere de economistas para debatir objeciones a la reforma educacional por parte de Hacienda en manos de economistas. Otros que se le dará preferencia a la gratuidad educacional en vez de la calidad, porque es más rápida, basta subir los impuestos, en vez de una tarea a largo plazo como, es elevar la calidad. Por último, se dice que es una confirmación de que el economicismo sigue predominando.

Si fuera preferencia por la rapidez, sería un absurdo; financiar una educación de poca calidad carece de sentido. Los que temen al economicismo agregan a su argumento que la ingeniería comercial es la profesión más numerosa en el gabinete y que se fundó una nueva Expansiva para defender el modelo, Espacio Público, que parte con Eduardo Engel y Luis F. Céspedes, y que, pasando por Alberto Arenas, Eduardo Bitrán y José De Gregorio, entre otros, llega a Andrés Velasco.

Vox populi, vox Dei

Los nombramientos sorprenden. El economicismo está de capa caída en el capitalismo desarrollado. Greenspan, llamado el maestro de la expansión del capitalismo financiero durante sus 18 años de presidente del Banco Central norteamericano, exclamó en el Congreso que estaba escandalizado e incrédulo por el desastre que se inició el 2008.

Por la misma razón, el Ministro de Hacienda de EE.UU. es abogado; la Directora del Fondo Monetario Internacional, una política francesa; y el del Banco Mundial ,un médico y antropólogo; todos ellos nombrados después de la hecatombe

Y así reflotó una carta de Galbraith al presidente Kennedy: «Lo insto a escuchar atentamente a los economistas e incluso con cierto respeto y admiración. Sin embargo, en tiempos de desafío económico, el Presidente debe tener el sentido de lo que el pueblo quiere. Los economistas sólo saben lo que el pueblo debería saber y, a veces, lo que antes quería».

Cierto, Chile se salvó de la crisis de Occidente, pero no gracias al economicismo, sino a China y el cobre. Empero, sí tenemos graves problemas autóctonos precisamente por la desigualdad que crea el economicismo.

Por ello, espero que la Presidenta siga el sabio consejo de Galbraith para borrar lo antes posible este disonante preludio. Y salir de la postpolítica para recuperar totalmente la democracia a 40 años del Golpe. Vox populi, vox Dei.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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