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Un hombre imprescindible, Jaime Castillo Velasco

Luis Santander
Por : Luis Santander Usuario de El Quinto Poder.cl
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Hoy se cumplen 100 años del nacimiento de Jaime Castillo Velasco. Tantas cosas que podemos decir sobre su vida y sus obras. Tanto que entregó al país, y que es marca de lo que vivimos hoy como sociedad democrática. Sus textos, su testimonio frente a esa carga maldita del exilio, su voz y tenacidad para obligar a la justicia decir algo, o en su callar mostrar su responsabilidad frente al dolor de los que sufrían las barbaridades de una dictadura militar.

Buscando los rasgos que puedan entregar los matices de este hombre bueno y justo, me ha parecido pertinente dejar el tema de su rol de pensador político y actor relevante en la defensa y promoción de los derechos humanos, y señalar tres características que, estimó, son base de su práctica en la vida que le correspondió vivir.

Me explico. La siesta, el escuchar y el trato con las personas. La siesta era para él un momento en que disponía su cuerpo, en su oficina o en su casa, como un tiempo de estar y disponer una relación de despliegue y preparación de sus próximas actividades. Era como un disponer una activación en el descanso para comenzar las reuniones y jornadas de trabajo intensas y necesarias.

El escuchar, tan propio de él, era que disponía toda su atención en el interlocutor. Debemos si reconocer, que al principio, para los que hablaban eran una posición contradictoria, porque su atención se reflejaba en que cerraba sus ojos…. Y la mirada a veces era, de sus contrapartes, ¿nos estará escuchando?

Siempre su escucha era una capacidad de una lógica habilitante para disponer la conversación. En valorar la opinión del otro, de modo tal que su posición era afectada positivamente. No tenía el recurso de una posición de intransigencia frente al otro. La claridad conceptual no buscaba imponer su posición; era una capacidad para abrir nuevas pistas en el argumento. En ello estaba el germen, visto desde el tiempo, de la idea señalada como amistad cívica. Amistad, que deriva del latín amicitas, amar, y cívica como expresión de comunidad imaginada en dicho afecto.

Un tercer aspecto, tan relevante que funda en mi opinión su vida práctica, y es corresponsable con la palabra, con su discurso, era el buen trato. Su actitud pedagógica, su escucha activa, su disposición al otro siempre en el marco del respeto.

Trato en su equipo, trato con el otro, con su oponente. Un estilo no forzado, ese humus radicado ya en su familia. Siempre en y para el buen trato.

La pregunta que es posible realizar es porque dichas características recordadas son hoy necesarias. Hay un estilo que las personas buscan y necesitan para poder disponerse en esta vida actual, moderna, compleja, cambiante. Provocadoramente incierta.

La imagen es lo que provoca un hombre sencillo y que interpela un modelo de sociedad consumista. Como cariñosamente le dice el Pepe Mujica. No es su cuerpo, no son sus honores, no es su riqueza. Es él.

En esto para una generación formada en los 80, en la recuperación de los espacios de libertad y de justicia, este hombre, don Jaime, el maestro, era un faro significativo en un tiempo de oscuridad.

No hay muerte más maldita que el olvido.

Espero equivocarme, pero hoy su figura no estará en la formalidad de los espacios de la Democracia Cristiana. No estará en los espacios públicos relevando su obra, la Comisión Chilena de Derechos Humanos, o sus documentos que fundaron los argumentos de una mayoría social y política en nuestro país: “Una Patria para todos”.

Este 2014 se debe comenzar un proceso de relevar su obra y sus discursos. Es el momento en que el PDC en el inicio de un nuevo Congreso Ideológico, no solo rescate sus palabras sino que dé inicio de manera clara y abierta una nueva reflexión para entregar orientaciones a este nuevo Chile.

Este año debemos por fin levantar un testimonio público, que sea un espacio de recuerdo y valoración.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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