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Claves para las nuevas universidades regionales

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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Para que una universidad sea esencialmente regional, vinculadora, dialógica y transformadora, implica que su consejo directivo sea plural y con influencia de los actores claves de la Región. Los modelos universitarios chilenos están dominados por la mañosa homologación de autonomía universitaria con sindicato de académicos, más algún representante del Gobierno central. Las excepciones son pocas. Faltan los representantes del consejo regional, de la CUT de la Región, de los empresarios, de los artistas, por cierto, de los estudiantes.


La Presidenta prometió enviar en los cien días iniciales el proyecto de las dos nuevas universidades públicas, las que pueden ser modélicas e innovar en el sistema superior. O’Higgins y Aysén son las únicas regiones que no cuentan con universidades endógenas de carácter público o tradicional, en que la esencia de su misión sea la educación superior de calidad y a su vez el desarrollo regional.

En O’Higgins existen campus y programas de una decena de universidades públicas y privadas que aportan a la oferta de educación técnica, profesional y universitaria. Sin embargo, no investigan, casi no hacen extensión y su nivel de vinculación con los agentes regionales es bajo. Por tanto, en ambas regiones han existido movimientos históricos en favor de sus propios centros universitarios.

En Aysén han existido programas de las Universidades de Los Lagos, Magallanes y Austral, destacando esta última con un programa relevante de investigación de Coihaique.

Las universidades regionales exhiben niveles asimétricos  de vinculación, inserción en el desarrollo territorial y calidad de su enseñanza e investigación. La U. de Concepción y la U. del Bío-Bío, UFRO, U. de Talca, Austral, UC del Norte y las del Gran Valparaíso, entre otras, son baluarte en investigación, docencia y aporte cultural. Otras casi no cuentan con FONDECYT, se han sumado a la feroz competencia de abrir programas por todo el país, muchas abren campus en Santiago en la frenética búsqueda de alumnos y recursos. Es una manera der sobrevivir a la propia instalación en regiones de decenas de programas de los consorcios universitarios nacionales.

[cita]Para que una universidad sea esencialmente regional, vinculadora, dialógica y transformadora, implica que su consejo directivo sea plural y con influencia de los actores claves de la Región. Los modelos universitarios chilenos están dominados por la mañosa homologación de autonomía universitaria con sindicato de académicos, más algún representante del Gobierno central. Las excepciones son pocas. Faltan los representantes del consejo regional, de la CUT de la Región, de los empresarios, de los artistas, por cierto, de los estudiantes.[/cita]

Lo que llama la atención en todos los casos son los débiles vínculos con los clusters económicos, los movimientos culturales y los actores sociales de los territorios. De hecho, hay universidades “top” con gran marketing, instaladas en las zonas de mayor rezago económico del país. Algo no funciona. La crítica de la reforma en los 60 a las universidades “vaso de marfil” sigue vigente. En política comparada se habla de la teoría de agencia cooptada, cuando una institución responde a los incentivos del mercado perdiendo su misión, o cuando es tomada por la red de académicos que mejoran sus ingresos, descuidándose tanto los servicios a los estudiantes como el nexo con la sociedad.

Las dos nuevas universidades –del Libertador General Bernardo O’Higgins y de Aysén– pueden cambiar la historia si se crean con una clara ecuación que valore tanto la docencia como la vinculación a la sociedad y los territorios. Se usa el concepto vinculación porque implica diálogo con los actores sociales, empresariales y culturales, y no la mera “extensión” iluminista del arte o del quehacer intelectual de los académicos. Es investigación con aplicación, transformadora en sus ámbitos humanísticos y científicos, desde la educación, la cultura, al valor de la producción territorial.

Para que una universidad sea esencialmente regional, vinculadora, dialógica y transformadora, implica que su consejo directivo sea plural y con influencia de los actores claves de la Región. Los modelos universitarios chilenos están dominados por la mañosa homologación de autonomía universitaria con sindicato de académicos, más algún representante del Gobierno central. Las excepciones son pocas. Faltan los representantes del consejo regional, de la CUT de la Región, de los empresarios, de los artistas, por cierto, de los estudiantes.

Las dos universidades regionales deben tener dicha apertura, así como la expresión en todas las ciudades relevantes de sus regiones –evitando el centralismo intrarregional–, con reglamentos estrictos de calidad en la selección académica (grados e investigación) y en la administración colegiada y transparente de las mismas.

Necesitan nacer con autonomía y acreditación por un lustro (cinco años) o, de lo contrario, su desarrollo será difícil. Se puede exigir en su constitución los criterios que ameriten esta excepcionalidad. En el caso de Aysén, la alianza de largo plazo con la U. Austral es evidente, ya que no se puede soslayar el aporte y las perspectivas del centro científico de dicha Universidad en la región. La U. de O’Higgins puede hacer lo mismo con la U. de Talca. Es clave, no obstante, que no se inhiba su potencial y su proyección de universidades integrales, con facultades en los elementos productivos de sus regiones (minería y agricultura en O’Higgins, pesca y turismo en Aysén), pero a su vez innovando, haciendo arte-cultura y mejorando con sus humanidades el desarrollo educacional y social de sus regiones.

Los recién electos consejos regionales respectivos son claves y deben ser consultados en estas semanas. Los municipios de Rancagua y San Fernando, en O’Higgins, así como los de Aysén y Coihaique, cuentan con infraestructuras escolares en zonas urbanas consolidadas (donde los alumnos tienen transporte y les gusta tener su vida universitaria), que debieran ser fundantes de las universidades en el 2015.

Proyectos sin acreditación, sin recursos, cerrados y acotados, gremializados en exceso, son un camino de fracaso. Las dos nuevas universidades deben ser de nueva generación y tener la opción de aportar con potencia al desarrollo de sus respectivas regiones. Fue la notable promesa presidencial, que tuvo un eco profundo en las respectivas comunidades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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