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La retroexcavadora de Quintana y el conveniente temor de una elite

Francisco Mendez Bernales
Por : Francisco Mendez Bernales Periodista y analista político
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En las últimas horas, las declaraciones del diputado y presidente del PPD, Jaime Quintana, en donde señala que “Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner una retroexcavadora”, refiriéndose a lo que supuestamente haría la Nueva Mayoría con los “cimientos del neoliberalismo”, no ha dejado indiferente a nadie.

Muchos de quienes comparten sus filas han salido a desmentir lo que ha señalado, mientras otros, desde la vereda contraria, han condenado la violencia con la que ellos vieron lo afirmado por el parlamentario.

En definitiva, ambos sectores se han asustado con las declaraciones: unos porque no creen que esa sea la manera de plantear las inmensas reformas que pretender llevar a cabo, y otros porque ven en afirmaciones como esas, el fin de un sistema que adoran como a una deidad.

Y es que si nos detenemos a analizar lo señalado por Quintana, todos estaremos de acuerdo en que es desafortunado el tono y la metáfora. Una retroexcavadora tiene que ver con romper, de manera fuerte, dura, sin escuchar y eso, por lo general, en Chile no ha traído muchos beneficios.

Sin ir más lejos, el sistema con el que se espera terminar fue implementado así: a punta de camiones, de sangre, de rupturas y de nula intervención de una masa popular que estaba siendo perseguida y masacrada en sus derechos. Los vestigios de esa retroexcavadora neoliberal hasta el día de hoy nos impide levantar los pedazos de un Chile que existió pero que parece distante, como parte de un documental histórico de otras tierras lejanas, inexistentes.

No obstante lo anterior, también hay que señalar que llama la atención la reacción de una derecha cada vez más histérica; sus parlamentarios, sus empresarios y sus medios de comunicación han visto esta torpe frase como una afrenta a lo que ellos ven como la realidad, como lo que debe ser, y un sinfín de apreciaciones con respecto a este modelo casi intocable.

Y es que están desde hace días interpretando que las reformas que supuestamente se quieren hacer, son un desafío hacia ellos, hacia lo que crearon y lo que los ha hecho autoreproducirse por años. Por lo que las palabras del timonel del partido oficialista fueron las adecuadas, las que esperaban para seguir adelante con este miedo que les sirve para continuar alimentando el “deber ser” de un statu quo, y eso que según ellos es la estabilidad.

Pero lo cierto es que los cambios necesarios para terminar con los vicios que hemos padecido desde que nos impusieron esta manera de ver la vida, se deben llevar a cabo de otra manera, de una manera democrática. No precisamente como lo hicieron los que hoy se asustan y gritan a los cielos pidiendo clemencia. Porque la democracia es también un aprendizaje y una enseñanza día a día, en donde los seres humanos debemos medir nuestros impulsos y someterlos a un comportamiento común, sin que prevalezca la fuerza por sobre la voluntad popular.

Hoy, luego de unas elecciones en donde la Nueva Mayoría obtuvo el triunfo dentro de un estado de derecho, es legítimo que hagan cumplir su programa de manera convergente, prudente y necesaria. Pero también es sumamente importante de que quienes en otras oportunidades han optado por la violencia, la imposición de fuerzas y dinero, hoy mantengan el decoro ante el ejercicio democrático. Y sobre todo que no le teman a éste.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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