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Valparaíso, las elites y la marginación

Ignacia Ossul y Rafael Silva
Por : Ignacia Ossul y Rafael Silva Ignacia Ossul es candidata a PhD en Planificación de Desarrollo, University College London. Ex- Directora Techo Valparaíso 2010-11; y Rafael Silva es estudiante Master en Derecho (Derecho Humanos), London School of Economics. Ex-Director Techo Valparaíso 2011-12
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La narrativa creada por las elites de Viña del Mar y Valparaíso presenta a estas ciudades como grandes centros turísticos y patrimoniales con el fin de atraer turistas y capitales. Pero este discurso genera un modelo de desarrollo en el cual no todos pueden ser «ganadores», por lo tanto quienes quedan fuera deben ser ocultados en el anonimato de los cerros para no contradecir la imagen que se promociona de la ciudad.


El incendio de Valparaíso se podría entender como un trágico desastre natural que generó daños masivos sin hacer distinción alguna. Sin embargo, al analizar quiénes son los más afectados, queda en evidencia la injusta realidad de que una vez más los “perdedores” son los mismos de siempre: las familias más pobres de la región. Especialmente aquellas que han sido incluso tildadas de irresponsables por construir asentamientos irregulares en zonas denominadas de “alto riesgo”, obstruyendo las quebradas y la evacuación de aguas lluvias, y propagando más fácilmente el fuego por la alta combustión de viviendas de material ligero.

Pareciera como si estas familias hubieran escogido vivir en un lugar de difícil acceso, lejos del plan, con viviendas prácticamente colgando de los cerros y sin las condiciones de salubridad mínimas. Pero en un modelo donde los más pobres están marginados de la toma de decisiones y el acceso a la vivienda y otros derechos sociales están supeditado a las reglas de mercado, se hace evidente que su capacidad para tomar elecciones libremente se encuentra severamente limitada por su falta de recursos económicos y su situación de exclusión social. En este sentido, recientes investigaciones sobre riesgo y vulnerabilidad, plantean que ante desastres naturales el riesgo no se reparte de manera similar para todos. Este fenómeno se entiende como parte de un sistema que opera de manera desigual y, por ende, la vulnerabilidad de las familias más excluidas se manifiesta también en una mayor exposición al riesgo.

De las casas destruidas por el incendio, un gran número son de campamento. Esto tampoco sorprende cuando consideramos que un tercio de las familias en situación de campamento estan en la región, y el 70% se encuentran en los cerros de Viña del Mar y Valparaíso. Así, la destrucción de un campamento completo, más de 400 casas, 3 vidas y miles de evacuados en los campamentos de los cerros de La Cruz, El Vergel, Las Cañas y Mariposas no es casualidad. Más bien, es evidencia de la peligrosa vulnerabilidad en que viven miles de personas desde “la cintura hacia arriba” de Valparaíso. Las causas que generan esta situación son múltiples, complejas e interrelacionadas, sin embargo, tres de ellas merecen urgente consideración.

a. Los pobres en los cerros no tienen dirección:

La desigualdad y segregación tiene un fuerte componente espacial. Así, 2 de cada 3 campamentos en Chile se ubican en un terreno que presenta algún riesgo físico. En el caso de Valparaíso la mayoría se ubica en zonas de alta pendiente, con riesgos de desprendimiento de terreno, aluvión e incendios. Por lo tanto, la “opción” de vivir en los cerros tiene dos caras. Por una parte, permite mantenerse en la ciudad, accediendo a oportunidades laborales, servicios sociales como educación y salud, y mantener las redes de apoyo (la mayoría de sus habitantes son de la comuna y han construido sus casas adyacentes a los barrios de familiares, a quienes los regularizaron hace unas décadas). Pero, por otra parte, los sitúa en una posición de vulnerabilidad extrema, bajo condiciones precarias de acceso a agua y alcantarillado, y con movilidad reducida –difícil acceso de bomberos, ambulancias, incluso “bajar al plan” se hace imposible cuando no hay condiciones climáticas adecuadas–. La marginalidad se expresa crudamente en una relación ambivalente con la ciudad; son necesarios como fuerza de trabajo, sin embargo, son expulsados, invisibilizados e incluso se les niega tener una dirección en la ciudad.

b. Una Política de vivienda ‘de arriba hacia abajo’:

El hecho de que los cerros de Valparaíso y Viña del Mar concentren el mayor número de campamentos de Chile tiene una estrecha relación con la solución habitacional que se ofrece a nivel local, regional y nacional. Para un modelo que ha sido reconocido (incluso internacionalmente) por su eficacia en la reducción del déficit habitacional, en la región este no ha sido el caso. Más bien ha demostrado que la centralización y soluciones rígidas desarrolladas en la capital no se adaptan a las necesidades geográficas, sociales e identitarias de los asentamientos y la ciudad de Valparaíso.

[cita]La narrativa creada por las elites de Viña del Mar y Valparaíso presenta a estas ciudades como grandes centros turísticos y patrimoniales con el fin de atraer turistas y capitales. Pero este discurso genera un modelo de desarrollo en el cual no todos pueden ser “ganadores”, por lo tanto, quienes quedan fuera deben ser ocultados en el anonimato de los cerros para no contradecir la imagen que se promociona de la ciudad.[/cita]

La lógica de resistencia de los pobladores se relaciona con tres elementos principales. Los residentes son escépticos de la eficiencia de la implementación a nivel regional (lo cual lo avala el bajo número de asignación de viviendas sociales con respecto al número nacional y con la alta demanda), rechazo general al modelo que fomenta la construcción en nuevos terrenos en vez de la radicación, y finalmente la confirmación de la autoconstrucción como modelo válido.

Esta percepción regional se puede ejemplificar con el caso de uno de los campamentos afectados, El Vergel (el cual fue destruido completamente). Primero, el escepticismo de sus 94 familias para con el modelo de política habitacional existente se entiende por una historia de proyectos fallidos donde las construcciones se dejaron a la mitad por no cumplir con estándares mínimos. Segundo, se valida la posibilidad de la radicación a través de promesas políticas que se arraigan en un discurso comunitario que produce una validación a esta alternativa a la política habitacional tradicional. Finalmente, la posibilidad de la radicación reforzó en El Vergel el sentido de permanencia en los terrenos, el cual presenta a la autoconstrucción como un sistema válido, donde pueden participar libremente sin la intervención de la autoridad.

c. Ciudades turísticas y patrimoniales… pero no para todos

La narrativa creada por las elites de Viña del Mar y Valparaíso presenta a estas ciudades como grandes centros turísticos y patrimoniales con el fin de atraer turistas y capitales. Pero este discurso genera un modelo de desarrollo en el cual no todos pueden ser “ganadores”, por lo tanto, quienes quedan fuera deben ser ocultados en el anonimato de los cerros para no contradecir la imagen que se promociona de la ciudad.

De esta forma, anónimamente, se expanden estos sectores donde la exclusión genera una sistemática vulneración de derechos (sobre todo los DD. HH. a una vivienda digna, acceso al agua, salud y participación), que reproduce una identidad como sujetos“fuera del sistema”. El transcurso del tiempo sin soluciones y el acento de una identidad forzosa y excluyente de estas ciudades genera asimétricas relaciones de poder, donde las familias que viven en campamentos son percibidas como eventuales beneficiarias de programas asistenciales, no como ciudadanos portadores de derechos y como el costo necesario del progreso de los dos mayores centros urbanos de la región.

En resumen, debemos entender que no es casualidad que los afectados por esta tragedia sean los mismos de siempre en un sistema que los excluye al limitar sus capacidades para elegir la forma en la cual desarrollar sus vidas. Para evitar que los más pobres sigan soportando el riesgo de perderlo todo por “imprevistos naturales”, debemos trabajar en un sistema inclusivo, en que los más excluidos tengan voz para decidir dónde y cómo vivir de acuerdo a su identidad.

Hoy es clave que la emergencia no sea excusa para marginar aún más a los pobres y, con un discurso paternalista, enviarlos a las periferias, donde ahí se terminará por segregar y quitar todo aquellos que los porteños valoran, las oportunidades, sus redes de apoyo, su gente y su ciudad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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