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Reforma electoral: fragmentación, quórum y convergencia política

Alejandro González-Llaguno
Por : Alejandro González-Llaguno Sociólogo, analista político y encuestólogo.
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Luego de casi 30 intentos de modificar el binominal ha llegado un proyecto de ley, que si bien puede tener algunas modificaciones en su tramitación, va poner la lapida al agotado sistema electoral llamado binominal. Estamos ad portas de la última discusión política y legislativa en torno al sistema electoral vigente.

El tiempo político en que emerge –nuevamente- este debate ha causado sorpresa, duda y sospecha; sorpresa, porque nadie esperaba que este debate se abriera desde el ejecutivo antes de los primeros 100 días; duda, porque no hay certeza de si es el momento de abrir esta discusión en el contexto de una agenda dominada por la reforma tributaria y la educacional; y sospecha, por los objetivos políticos que busca el ejecutivo y que tendrían relación con fortalecer la unidad de la Nueva Mayoría y con seguir hegemonizando la agenda política y legislativa.

Sin embargo, lo relevante desde el punto de vista político es que esta reforma va modificar y re-definir el mapa político y electoral del país. Y del mismo modo, va fijar las bases de la lucha política democrática de los próximos 20 o 30 años. Independientemente, de si el tiempo y el espacio político para la discusión electoral es adecuado o no, surge una pregunta a partir de lo que tenemos hoy en el debate: ¿qué mapa político-electoral va surgir a partir de la propuesta bachelet de aumentar los parlamentarios?

La respuesta supone un ejercicio de “simulación electoral”. El primer supuesto que usaré –para responder la pregunta anterior- es que ningún sistema electoral es “perfectamente proporcional”; es decir, que el porcentaje votos obtenidos coincida “exactamente” con los asientos parlamentarios ganados. En consecuencia, todos los sistemas electorales producen distorsión de la voluntad general en mayor o menor medida. Todos producen sobre-representación y sub-representación: el sistema proporcional que rigió hasta 1973, el binominal de estas décadas y el “proporcional inclusivo” del Chile del nuevo ciclo.

Por ello, el “proporcional inclusivo” que ha puesto en la mesa el bacheletismo tiene más que ver con la inclusión y la mayor competitividad del sistema que con la proporcionalidad propiamente tal.

En segundo lugar, voy a usar esta “perfecta proporcionalidad” para construir el “futuro” parlamento de 155 diputados a partir de los resultados de la última parlamentaria.  Veamos.

La Nueva Mayoría obtuvo el 47,7% de las preferencias; la derecha, el 36,2%, la lista de MEO el 5,4%, los humanistas el 3,36%, los independientes fuera de pacto el 3,32%, la lista que apoyo a Roxana Miranda el 2,78% y los regionalistas el 1,16%. Con estos porcentajes de votación la NM y la derecha se quedan respectivamente con 67 y 49 diputados.

Cómo el binominal no falla, nuevamente los grandes beneficiados son las fuerzas duopolicas al   obtener el 89,9% de los votos y concentrar el 96,7% de los diputados. De hecho, que quedan con 116 asientos de un total de 120. Los datos, muestran que el subsidio para la NM y para la derecha –según este método- es de 10 y de 6 diputados respectivamente. Este beneficio electoral se produce –como efecto binominal- en contra de listas y partidos menores: progresistas, humanistas, independientes y otros.

¿Cómo se distribuye esta correlación electoral de fuerzas en una cámara de diputados de 155 miembros?

A nivel de pactos. Con el 47,7% de los votos la Nueva Mayoría debería obtener 74 diputados. A su vez, la derecha con el 36,2% debería lograr 56 diputados. ¿Quién gana los 25 cupos restantes?

Los 25 cupos restantes se distribuyen “preferentemente” entre fuerzas políticas menores que en la lógica binominal quedan fuera del parlamento. De hecho, la lista de MEO con el 5,43% y los humanistas con el 3,36% en la lógica del “proporcional puro” deberían obtener respectivamente ocho y cinco diputados.

Se observa, por tanto, que el crecimiento de las fuerzas hoy duopolicas es bastante menor a la expansión que manifiestan las fuerzas más chicas.

En efecto, la NM y la derecha tienen una expansión de 7 diputados cada uno; al pasar de 67 a 74 y de 49 a 56 respectivamente. De hecho, de los 35 cupos más en la cámara de diputados, la NM sólo logra capturar el 20% de esos nuevos escaños –equivalente a siete cupos más-. Lo mismo sucede con la derecha. De este modo, el 60% de los nuevos cupos se los repartirían fuerzas menores que hasta hoy han estado fuera del parlamento. Por tanto, con el nuevo sistema electoral las fuerzas duopolicas sólo logran capturar un cupo por cada 5 en disputa.

Primera hipótesis: El nuevo mapa político al interior del Congreso no va sufrir modificaciones significativas en relación a la hegemonía de los pactos dominantes. De este modo, las fuerzas duopolicas de hoy van a seguir siendo las conductoras del proceso político y legislativo. El futuro de este supuesto depende considerablemente de cómo se van a estructurar las alianzas electorales y políticas en el nuevo contexto; sobre todo, si se competirá en listas abiertas o cerradas.

Segunda hipótesis. El nuevo mapa político al interior del Congreso va estar más fragmentado en términos de pactos y partidos. Esto, debido al ingreso de nuevos actores al parlamento. No es casualidad que el bacheletismo haya bautizado su propuesta como “proporcional inclusiva”. Para lograr este objetivo, es fundamental aumentar el número de parlamentarios.

Tercera hipótesis. De los nuevos cupos en disputa –que son 35 para los diputados y 12 para los senadores- son las fuerzas menores y emergentes las que más capturan nuevos cupos. En efecto, en la última elección el duopolio dejo para los chicos sólo 4 cupos que son equivalentes al 3,3% de los asientos del parlamento. A su vez, la “simulación electoral” para la próxima parlamentaria muestra que los cupos que deja el duopolio son 25 y que equivalen al 13% del parlamento. De este modo, vemos que las posibilidades que tienen los chicos de entrar al sistema aumentan 4 veces.

En consecuencia, los cambios más significativos del nuevo mapa del poder por efecto del “proporcional inclusivo” van a ocurrir a nivel de los partidos. Dos razones explican esta situación: la mayor fragmentación y la flexibilización de la política de alianzas.

Los datos de la simulación muestran que los grandes partidos de la transición –PPD, PS, DC, RN, UDI- van a seguir dominando la escena política. En la última parlamentaria estos partidos sacan el 72% de los votos y el 83% del parlamento (99 escaños).  Estos partidos en esta elección tienen un subsidio de 14 diputados.

Los 21 cupos restantes son ocupados por fuerzas menores que no superan el 4,2% de las preferencias: comunistas (6), radicales (6), independientes en pacto (5), independientes fuera de pacto (4) y un liberal. Lo relevante de esta cifra, es que es equivalente al 17% del parlamento. Esto, cambia radicalmente en un sistema proporcional.

En efecto, al proyectar estos resultados a una cámara de 155 miembros vemos que estas cinco fuerzas con el 72% de los votos capturan 112 representantes. Es decir, dejan 43 cupos para repartirse entre los partidos chicos. Esta cifra, equivale al 28% de los diputados. Por tanto, mayor en 10 puntos porcentuales a lo que se observa en la última parlamentaria.

En este escenario, por tanto, no sólo hay estímulo y condiciones para que las fuerzas excluidas ingresen –como progresistas y humanistas-, sino también para las que ya están dentro suban y/o consoliden su representación: revolución democrática, Evópoli, Amplitud, izquierda autónoma, regionalistas, etc. Ya no hay espacio para nuevas fuerzas y partidos. Ha llegado la hora de la competencia.

Cuarta hipótesis. Los partidos grandes y dominantes van a mantener esa posición; no obstante, van a debilitarse debido a la fragmentación partidaria y a los incentivos a la competencia. Unos se debilitaran más que otros. La DC, la UDI, el PC y los radicales son los que más arriesgan.

El tercer referente de la derecha va modificar sustancialmente el mapa de poder al interior del sector. El cambio de sistema electoral va debilitar a la derecha en su conjunto. En términos relativos va ser una derecha más chica y fragmentada.

Las fuerzas que están a la izquierda de la NM son las que más se van a beneficiar con el “proporcional inclusivo”. De hecho, son estas las fuerzas que con importantes votaciones –en torno al 10%- ha quedado fuera del parlamento de manera sistemática. Ha llegado el momento de entrar.

Quinta hipótesis. Esta mayor fragmentación no es neutra y genera incertidumbre. En efecto, esta modificación plantea un relevante problema asociado a la gobernabilidad y que se relaciona –entre otros- con los quórum exigidos para aprobar o rechazar leyes.

De hecho, en esta simulación la Nueva Mayoría está más lejos que hoy de lograr los 2/3, los 3/5 y los 4/7. Entonces, ¿se puede debatir y cambiar el sistema electoral sin analizar los quórum?

En resumen, estas hipótesis preliminares muestran que la reformulación del mapa del poder al interior del futuro congreso no va cambiar de manera sustancial ni significativa. Los pactos y partidos que hoy dominan la escena política, seguirán hegemonizando en la política y en el parlamento. Los grandes seguirán siendo grandes y los chicos seguirán siendo chicos. Pero, los grandes serán más chicos y los chicos más grandes. De todos modo, van a tener que converger legislativamente.

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