El ingreso autónomo lo determina principalmente el salario, por ejemplo, en Corea del Sur –país que tanto elogiamos– los impuestos son bajos pero los salarios muy igualitarios, a diferencia de Irlanda –que también muchos la admiran– donde los impuestos son superiores para compensar las desigualdades en los ingresos autónomos. En Chile los salarios son bajos, muy desiguales, y los impuestos exiguos, inclusive hay cerca de 500 mil trabajadores cuyo salario no les permite salir de la pobreza, ellos no quieren ‘bonos eternos’ sino un sueldo digno y educación de calidad.
Esta lectura del día previo al 1 de mayo me golpeó fuertemente, soy católico y en la misa del 30 de abril fue el Salmo 33 que repetimos; me pregunté varias veces en esa media hora si Dios verdaderamente escucha al pobre que le pide ayuda, en particular en las discusiones contemporáneas de este Chile mayoritariamente católico y altamente desigual.
Por mi fe y por experiencia estoy convencido de que el Señor sí escucha y acompaña, sin embargo, no ocurre lo mismo con los que decimos tener fe y conformamos su iglesia, nos cuesta mucho ver, escuchar y acompañar –de manera auténtica– en particular al más excluido, olvidado, catalogado como amenaza, inculto o tildado de ‘lastre social’. ¿Qué sucedería si todos los que no vivimos en pobreza experimentáramos bruscamente la pobreza, cómo cambiaría nuestra visión de las personas y familias que viven a diario esa situación? Sin lugar a dudas nos transformaríamos, las miradas mutuas serían más dignas, las relaciones muchísimo más igualitarias, y llevaríamos un estilo de vida más recto y justo.
Al analizar la desigualdad en los ingresos autónomos en los países similares a Chile –muchos de la OCDE–, se comprueba con preocupación que aquellos predominante o históricamente católicos, como Irlanda, México, Chile, Grecia, Portugal, España y Francia, presentan niveles de desigualdad altos que superan el Gini de 0,5; más aún, el subcontinente más católico del mundo –Latinoamérica y el Caribe– es el más injusto en la distribución de sus ingresos autónomos, y aquellos países que tienen un porcentaje mayor de habitantes cristianos (Evangélicos y Católicos) son los más desiguales (por ejemplo, Guatemala, Honduras, República Dominicana… etc.). Una contradicción que nos avergüenza como cristianos.
[cita]Estamos cansados de dogmas en las teorías económicas, en la política y en la moral, queremos razones y que éstas movilicen voluntades, no fanatismos ni defensas irracionales, no ridiculización ni mayores estigmatizaciones. Chile se merece mucho más a largo plazo de lo que está recibiendo del 20% que vivimos en un mayor bienestar económico, con mayores oportunidades en empleo, salud y vivienda, y que controlamos el mundo político, religioso y económico, no podemos tolerar esta denigrante discusión pública que no hace más que humillar nuevamente a los ya humillados.[/cita]
El ingreso autónomo lo determina principalmente el salario, por ejemplo, en Corea del Sur –país que tanto elogiamos– los impuestos son bajos pero los salarios muy igualitarios, a diferencia de Irlanda –que también muchos la admiran–, donde los impuestos son superiores para compensar las desigualdades en los ingresos autónomos. En Chile los salarios son bajos, muy desiguales, y los impuestos exiguos, inclusive hay cerca de 500 mil trabajadores cuyo salario no les permite salir de la pobreza, ellos no quieren ‘bonos eternos’ sino un sueldo digno y educación de calidad (Voces de los pobres).
Ningún país será cohesionado, seguro, desarrollado y feliz si no logra entregar a sus ciudadanos oportunidades de crecimiento igualitarias y eso cuesta, es difícil y requiere de un gran esfuerzo ciudadano que debe nacer de una auténtica voluntad de justicia y no sólo de un movimiento de generosidad; este último, aunque necesario, es insuficiente.
Estamos cansados de dogmas en las teorías económicas, en la política y en la moral, queremos razones y que éstas movilicen voluntades no fanatismos ni defensas irracionales, no ridiculización ni mayores estigmatizaciones. Chile se merece mucho más a largo plazo de lo que está recibiendo del 20% que vivimos en un mayor bienestar económico, con mayores oportunidades en empleo, salud y vivienda, y que controlamos el mundo político, religioso y económico, no podemos tolerar esta denigrante discusión pública que no hace más que humillar nuevamente a los ya humillados. Escuchemos a los pobres y excluidos.