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Otras lecciones del Transantiago


Algunos comentaristas han considerado si la reforma tributaria, educacional, al sistema de pensiones, o cualquiera de las múltiples reformas que hoy impulsa el gobierno no serán como un nuevo Transantiago; proyectos dónde se dilapidan millones y millones, para obtener un resultado muy inferior a lo que había antes.

Se ha formulado la pregunta si acaso Michelle Bachelet habrá aprendido las lecciones del Transantiago. Luego se han enumerado esas lecciones: que lo planificado centralmente y a gran escala no suele resultar en la realidad de acuerdo a lo planificado, que el comportamiento de las personas no discurre según lo determinado por los ingenieros, que los cambios bruscos a sistemas complejos suelen tener consecuencias imprevistas y negativas, que es imprudente abandonar algo que funciona por una abstracción pensada entre cuatro paredes, etc.

Son lecciones técnicas y muy sensatas. Pero no son las únicas. Están las lecciones políticas, y esas son un poco más sutiles. Veamos: se puede destruir un sistema que funcionaba sin que haya mayores reclamos (puede haber marchas y protestas por mil cosas, ni una a causa del Transantiago). Se puede, por negligencia, empeorar la calidad de vida de muchísima gente sin perder popularidad entre el electorado. Se pueden malgastar millones de dólares de dinero fiscal sin que la oposición haga gran cosa. Se puede dejar un desastre sin precedentes, y la población y la oposición se comportan como si todo siguiera igual. La oposición, cuando llega al gobierno, se limita a controlar los daños, pero no se atreve a atacar de raíz el proyecto.

En otras palabras: el electorado es pasivo, la derecha es poco hábil –no sabe aprovechar los errores de la izquierda, por garrafales que sean, y también es débil –no se atreve a desarmar lo armado por la izquierda, por malo que sea.

Esto lo aprendió Michelle Bachelet, por eso no le hace falta aprender las lecciones técnicas del Transantiago. Es hábil políticamente –puede desligarse de cualquier responsabilidad, y es audaz –deshaciendo y rehaciendo todo lo que comenzó el gobierno anterior. No pide disculpas. Por lo mismo, el futuro no es auspicioso. Lo más probable es que se apliquen las reformas concebidas desde la ideología. Se puede suponer que no va haber mayor resistencia que la que ya hemos visto, y el desastre que resulte lo arreglará el que venga después. La pregunta es si acaso la derecha, que ha vuelto a ser oposición, puede aprender las lecciones políticas de un desastre técnico como el Transantiago.

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