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Boeninger, consensos y transformación económico-social Opinión

Boeninger, consensos y transformación económico-social

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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El compromiso férreo de Boeninger era con el consenso en torno a un sistema político que sufría y sigue sufriendo de amarres y con un modelo económico excluyente, lo cual no significa que no haya tenido éxitos significativos en crecimiento económico y reducción de la pobreza.


En los últimos días, un video en que el Gobierno explicaba los contenidos y el impacto redistributivo de la reforma tributaria ha encontrado una reacción virulenta como hace tiempo no se había visto. Un abogado de la plaza incluso ha señalado que el video “constituye un atentado contra la democracia y un desacato a la ley”.

¿Por qué una reacción de esta naturaleza?

Carlos Peña, del cual nadie podría decir que se trata de un alma febril, señaló en su columna habitual de El Mercurio que “los reclamos por el video en que el Gobierno promociona la reforma tributaria es de las cosas más ridículas, tontas y exageradas del último tiempo” y agrega: “La única explicación es que los poderosos de siempre estuvieron demasiado tiempo arrullados por la falta de debate al extremo que un simple video –fundado en ríos de tinta– les parece injuria y les erosiona una piel que a ellos, ordinariamente tan rudos y tan desdeñosos, se les ha puesto repentinamente delicada”.

Tiene razón Carlos Peña. En un país en que por décadas se ha convivido con un debate que ha presumido de alto nivel técnico y de ubicarse por encima de los intereses particulares, la sola precisión respecto del impacto redistributivo del sistema tributario vigente y de una política pública que lo modifica, resulta injuriosa.

La virulencia de las críticas revela la crudeza que puede adquirir la defensa de los intereses.

Max Colodro, en su también columna habitual de La Tercera, denuncia que el Gobierno intenta anular el debate sobre las reformas estructurales “por la vía de desacreditar el diálogo y apostar a un alineamiento maniqueo de su mayoría parlamentaria”. Más aún, señala el analista, el oficialismo niega los tiempos mínimos para que los distintos actores fundamenten sus posiciones. No deja de llamar la atención la postura de Colodro. Todos los gremios empresariales, los centros de pensamiento de la oposición han tenido la posibilidad de explicar su visión en la Cámara de Diputados. Sin embargo, lo más importante es que los principales medios de comunicación han gastado, como dice Peña, “ríos de tinta” para atacar más que analizar y evaluar el proyecto de ley de reforma tributaria. Es cierto que algunos partidarios de la reforma han podido expresar sus posiciones favorables a la iniciativa, en esos medios; pero ¿en qué proporción? ¿1 a 4?, ¿1 a 5?

[cita]En la transición, el consenso logrado estuvo determinado por la amenaza restauradora de Pinochet, por las leyes de amarre, por la gran debilidad del movimiento sindical agudizada por la desmovilización impulsada por la propia Concertación bajo el gobierno de Patricio Aylwin, por la hegemonía ubicua del pensamiento neoliberal “friedmaniano” y por la debilidad intelectual del pensamiento de izquierda. Esa era la correlación de fuerzas sobre la que se estructuró el consenso de la transición.[/cita]

Como el propio Colodro reconoce, el debate está además recién empezando; los más optimistas consideran que el proyecto se podría aprobar en agosto. ¡Qué duda cabe de que se podrá discutir a fondo la iniciativa! Sobre todo que los opositores a la reforma han anunciado que han contratado, y seguirán haciéndolo, un regimiento de abogados y economistas para fundamentar su oposición.

La táctica de la derecha ha buscado crear un clima asfixiante. Basta revisar la prensa en cualquier día desde que se presentó la reforma. En tal sentido, no dejan de llamar la atención declaraciones como la de Ignacio Walker cuando, respondiendo y coincidiendo con declaraciones de Camilo Escalona, del día sábado 3 de mayo en El Mercurio, señala que “tenemos que avanzar en acuerdos, más allá de las fronteras de la Nueva Mayoría. En Chile no sobre nadie”. ¿A qué grupo se refiere el senador y presidente de la Democracia Cristiana? ¿Quiénes son los que están siendo excluidos del debate en torno a la reforma tributaria? Una cosa es indiscutible: no es el 5% más rico del país que en caso de aprobarse la iniciativa va a empezar a pagar impuestos en una proporción similar a la que pagan hoy los grupos más pobres y la clase media del país. Ellos han participado como nadie en el debate. Otra cosa es que pretendan imponer su visión cuando son minoría.

No es casualidad que en medio de este debate distinguidos personeros, hoy en su mayoría vinculados a “Fuerza Pública” de Andrés Velasco y a un sector de la Democracia Cristiana, hayan relanzado un libro póstumo de Edgardo Boeninger. Se trata de una publicación que reúne dos libros que Boeninger publicó en vida. El sentido aparente del evento era fundamentar la idea de que había que ir más allá de las fronteras de la Nueva Mayoría para aprobar el proyecto de ley de reforma tributaria, aunque se tuviera una mayoría suficiente y aunque el acuerdo solicitado implicara renunciar a los objetivos fundamentales del proyecto.

El fundamento: la importancia del consenso para la gobernabilidad y para el desarrollo del país. Boeninger es sin duda el principal ideólogo de la transición. Uno de los libros que incluye la nueva publicación hace una revisión de la historia del país mostrando cómo a Chile le ha ido mejor cuando se han impulsado cambios basados en un amplio consenso. Algunos interpretan lo señalado por Boeninger de una manera simple: cuando nos ponemos de acuerdo a todos nos va bien.

No es esta la mirada de Boeninger. En su visión, el consenso siempre tuvo nombre y apellido. En la transición, el consenso logrado estuvo determinado por la amenaza restauradora de Pinochet, por las leyes de amarre, por la gran debilidad del movimiento sindical agudizada por la desmovilización impulsada por la propia Concertación bajo el gobierno de Patricio Aylwin, por la hegemonía ubicua del pensamiento neoliberal “friedmaniano” y por la debilidad intelectual del pensamiento de izquierda. Esa era la correlación de fuerzas sobre la que se estructuró el consenso de la transición.

No da cuenta de la complejidad del pensamiento de Boeninger decir que la clave de la cooperación era aceptar acuerdos “no óptimos para nadie pero buenos para todos”, como sostuvo Enrique Correa en el lanzamiento del libro. La apuesta de Boeninger era a favor de un consenso en torno al sistema político, que en condiciones tan desfavorables para una gran mayoría del país, se había concordado con la dictadura de Pinochet. En efecto, al evaluar en su libro Políticas públicas en democracia, publicado en el año 2008, las causas de los éxitos alcanzados bajo la Concertación, destaca la fortaleza del sistema político vigente en Chile, el hecho de que “si se producía alternancia en el poder, el nuevo gobierno tampoco cambiaría la estrategia de desarrollo” y “last but not least”, la falta de impacto de la movilización social. En suma, el compromiso férreo de Boeninger era con el consenso en torno a un sistema político que sufría y sigue sufriendo de amarres y con un modelo económico excluyente, lo cual no significa que no haya tenido éxitos significativos en crecimiento económico y reducción de la pobreza.

Este tipo de política consensuada tuvo como efecto lo indicado pero también una educación de mala calidad y desigual, un sistema previsional que no garantiza tasas de reemplazo razonable, una salud deficiente y otra no tan buena y muy cara y un crecimiento económico estancado, pues la economía que tenemos no logra superar el estancamiento crónico de la productividad. Esta política, si bien tuvo algunos beneficios para las grandes mayorías, no fue en absoluto subóptimo para el 5% más rico de la población. Éstos han disfrutado de grandes ingresos, de grandes exenciones y subsidios y de un sistema tributario que estimula la elusión y trata con guante blanco la evasión.

Lo que se busca hoy es transformar el sistema tributario. Las propuestas son importantes, pero no se acercan siquiera a las condiciones que existen en los países desarrollados, donde Chile es mirado como un paraíso fiscal. Este es un tema de mayorías y las mayorías de la coalición de Gobierno son suficientes. Algunos insisten en que las reformas duraderas son las hechas por las grandes mayorías. Parecen olvidar la historia reciente. ¡Qué reformas tuvieron apoyo más minoritario que las que impulsó la dictadura de Pinochet y vaya que perduran!

Ello no significa que no haya temas que requieren acuerdos más amplios. La reforma educacional y la Nueva Constitución son parte de ellas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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