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Pilar Sordo y la cultura de lo desechable

Francisco Mendez Bernales
Por : Francisco Mendez Bernales Periodista y analista político
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En los últimos días Pilar Sordo ha estado en la palestra de las redes sociales. Esto debido a que fue encarada por una escritora argentina en Twitter mientras almorzaba en un programa clásico de la hora de almuerzo de ese país conducido por Mirtha Legrand.

Esto causó una gran cantidad de dimes y diretes en Chile. Por un lado, algunos defendían a la escritora superventas chilena, mientras otros se reían -como suele suceder- de sus dichos y la ambigüedad de su discurso en todo momento.

Y es que Sordo, con su mirada firme y comprensiva, es tal vez el instrumento mismo de lo ambiguo y lo certero al mismo tiempo. Su discurso y su defensa de todo y nada a la vez, es lo que una sociedad tímida y preocupada de sus problemas, por sobre los de los demás, necesita.

Por lo mismo vende una gran cantidad de libros, porque en vez de hablar de los paradigmas sociales, los disfraza bajo lindas palabras y un sinfín de lugares comunes que nos hacen pensar de que los problemas se arreglan solos, como por arte de magia, o bien por la propia voluntad personal de la persona. Lo demás no importa.

Es la nueva espiritualidad neoliberal, esa que campeó en los noventa la que hoy tiene su mayor exponente en Pilar. Esa espiritualidad que hace que te olvides del entorno, de lo que sucede afuera y del prójimo para que así te centres en ti, en tus fatídicas jornadas de mujer- u Hombre- al servicio de un sistema. Todo esto, claro está, con un tono fuerte, profundo, como si estuvieras diciendo algo sumamente revolucionario, cuando simplemente estás reafirmando lo que dices combatir.

Pilar Sordo es producto de la tontera masificada de un país que fue esterilizado mentalmente por casi cuatro décadas-desde el derrocamiento de la UP- por el autoritarismo, para así dar paso al miedo y luego a la indolencia. Es una intelectualidad sin intelecto, y una rebeldía sin rebelión. El ensimismamiento por sobre el cuestionamiento.

Tal vez eso no sea motivo para que la enfrenten de manera violenta en una encerrona, pero resulta importante de que vayan cayendo mitos e ideas de cosas que realmente no son nada, sino palabras en una hoja de papel sin sentido alguno, pero-insisto- dando a entender que sí lo tienen.

La escritora es a la literatura, lo que Parisi es a la política. Es tratar de quitarle importancia al verdadero sentido de la especialidad desde adentro, para así castrarla y quietarle sus respectivos sentidos.

Desde su figura ingenua y sumamente bonachona, se ha convertido en quien ha levantado la bandera de valores que realmente no lo son y que desde afuera suenan bonitos y sensatos. Es entrar en el debate democrático y social con ideas que van justamente en el sentido contrario sin que ella, tal vez, lo sepa.

Esto- para aclarar las ideas en este mundo de blancos y negros en materia dogmática- no quiere decir que sea necesariamente una mala persona o una mujer mal intencionada en lo que pretende hacer, pero sí parte de una premisa bastante dañina en la batalla de las ideas, que es creerse dueña del patrimonio del sentido común. O de lo que se dice que es el sentido común, para ser exactos, lo que muchas veces no es más que una transmisión cultural de quienes ostentan el poder, en todo ámbito.

Es la garante de la cultura de lo desechable. Lo poco perdurable y servil al mismo tiempo.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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