Publicidad
La racionalidad provinciana de la derecha y las reformas de Bachelet Opinión

La racionalidad provinciana de la derecha y las reformas de Bachelet

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
Ver Más

Para desarrollarnos, la Presidenta propone acelerar la transición de ese modelo con raíces pinochetistas a un país democrático normal, con una economía diversificada, sin desigualdades abismantes, con un sistema del bienestar pleno y la restitución de la soberanía nacional a la ciudadanía. Comienza por las reformas tributaria y educacional, más políticas desarrollistas, la sustitución del binominalismo electoral y la restitución del aborto terapéutico.


El programa de Bachelet y la Nueva Mayoría es un intento de comenzar a normalizar nuestro país, más allá de los derechos humanos. Es decir, terminar con las ataduras para conservar el modelo pinochetista, calificado por el Financial Times de laissez faire oligárquico.

Ello coincide con un cambio en el pensamiento occidental debido a la más grave crisis económica desde 1929, desastrosas guerras asimétricas y el nacimiento de otras modernidades, como el capitalismo de Estado chino y el desarrollismo coreano, con un veloz crecimiento.

La gran crisis neoliberal

Al iniciarse la crisis, la reina Isabel II sorprendió a una ceremonia en la London School of Economics con la pregunta (los monarcas británicos no opinan): ¿Por qué nadie ha sido capaz de anticipar lo que se nos ha venido encima? Martin Wolf, analista económico jefe del Financial Times, respondió: «Una crisis bancaria y depresión tan graves no habrían sido logradas por políticos o autoridades normales, requirió la participación de economistas. Son tiempos para ser humildes».

Los estudiantes de economía en las escuelas de élite se desencantaron. La crisis no cuadraba con lo que se les enseñaba. Exigieron un currículo más relevante, con diferentes enfoques. Sus profesores se avergonzaron de no haber previsto ni poder explicar el problema. Greenspan, el gran maestro de la expansión financiera que llevó a la crisis, dijo en el Congreso estadounidense que estaba en un estado de indignada incredulidad. Wolf sostuvo que la tendencia hacia la abstracción y la matematización en la enseñanza económica fue un pacto con el diablo. La conclusión es menos matemáticas, economicismo, y más historia del pensamiento económico, política.

[cita]Quien entendió claramente lo que pretende la Presidenta fue el gestor de intereses Eugenio Tironi. Al oponerse a las reformas, declaró que lo que creó la dictadura es parte de nuestra cultura, que no puede dejarse en el pasado y tomar un modelo de la OCDE.[/cita]

En EE.UU. se organizaron los Millonarios Patriotas, que piden alza de sus impuestos al nivel del trabajo. En Londres se fundó el Instituto del Nuevo Pensamiento Económico, respaldado por luminarias como Soros, y Lynn de Rothschild, presidenta de la sociedad dueña de The Economist, organizó una Iniciativa para un Capitalismo Inclusivo, que supere la corrupción y codicia. El fundamentalismo del mercado dejó de estar de moda.

El cambio: el Papa Francisco, Piketty… y Chile

En ese contexto aparecieron figuras públicas que adquirieron gran popularidad, el ambiente era propicio. El Papa Francisco, quien predica la justicia económica y social, adquirió rápida fama y fue el personaje del año de varias revistas norteamericanas: Time, Vanity Fair, Rolling Stone, etc. Al volver  de Jerusalem dijo: “Tenemos un sistema económico que coloca en el centro el dinero y descarta a las personas. Ahora se está descartando a los jóvenes, y eso es gravísimo. Este sistema económico es inhumano”. Esas sabias palabras también explican nuestras protestas estudiantiles, que hacen indispensable un pronto giro. Y Thomas Piketty fue bautizado por la media estadounidense como «rockstar economista», al desnudar la tendencia hacia la desigualdad del capitalismo, proponer impuestos al patrimonio para tratarla, y publicar un pesado libro académico que es best-seller en Amazon.

Mientras tanto, Chile vivió lejos de ese mundanal ruido, pero no en la senda de la sabiduría, sino en la camisa de fuerza que nos legó la dictadura, aunque mitigada por la prudencia macroeconómica concertacionista y crecientes exportaciones de productos primarios, en especial a China. La detención de Pinochet  en Londres ayudó a despejar el aire, pero todo ello no fue suficiente, los movimientos sociales pasaron a ser parte de la política. Y el gobierno de Piñera tuvo el mismo efecto inesperado que el de su antecesor derechista electo, Jorge Alessandri (1958-64). Al término de sus mandatos, la ciudadanía se impuso sobre la oligarquía, esta vez, a pesar del sistema electoral binominal, que modifica hasta la aritmética al hacer iguales 2 y 1.

La normalización indigna a la derecha

Hoy Chile, según la OCDE, tiene «un sistema del bienestar no bien desarrollado. Con un gasto en transferencias (servicios sociales) y un nivel de impuestos considerablemente más bajos que la media de la OCDE, más una fuerte dependencia de los tributos al consumo». A lo que se suma una enorme subvención al capital mediante la privatización de la educación,  las pensiones, la salud, etc. y bajas contribuciones a los bienes raíces. El resultado es una vuelta a una economía extractiva y exportadora de productos primarios.

Para desarrollarnos, la Presidenta propone acelerar la transición de ese modelo con raíces pinochetistas a un país democrático normal, con una economía diversificada, sin desigualdades abismantes, con un sistema del bienestar pleno y la restitución de la soberanía nacional a la ciudadanía. Comienza por las reformas tributaria y educacional, más políticas desarrollistas, la sustitución del binominalismo electoral y la restitución del aborto terapéutico.

Quien entendió claramente lo que pretende la Presidenta fue el gestor de intereses Eugenio Tironi. Al oponerse a las reformas, declaró que lo que creó la dictadura es parte de nuestra cultura, que no puede dejarse en el pasado y tomar un modelo de la OCDE.

Los demás críticos rayan en el absurdo. Gonzalo Rojas, por ejemplo, sostiene que la Presidenta llama a un diálogo pero piensa en la dialéctica, que define como «la ley de la oposición de los contrarios, tan venerada por los marxistas de ayer y hoy («Avanzar sin transar», decían)». No sabe que Marx utilizó la dialéctica hegeliana: tesis, antítesis y síntesis.

Según Carlos Larraín, el gobierno apunta a «crear en Chile un Estado omnipotente que va a dirigir la vida social y que va a aumentar los impuestos para conseguir la realización de infinitas cosas». Al parecer ignora que el gasto del gobierno chileno subirá con la reforma tributaria al 26,2 % del PIB, mientras que el de EE.UU. es el 41,6 %.

 La reforma tributaria

Bachelet comenzó con la reforma tributaria principalmente para financiar la educativa. Nuestro sistema impositivo adolece de varias anomalías. Gracias al FUT, se paga sobre las ganancias retiradas y no por las devengadas, y por los impuestos integrados, transforman dos en uno, al descontar de los impuestos de los inversionistas lo que pagan las empresas. Ambos son únicos en el mundo. También lo son las regalías mineras, un derecho por explotar minas que tiene más de dos mil años (Grecia clásica), que se redujo a un impuesto bajísimo al ingreso. Más una fuerte evasión tributaria, la llaman elusión, a pesar de ser sinónimos, porque son interpretaciones literales pero ilógicas de la ley, por ejemplo, aceptar como sociedades a mamarrachos en que un socio tiene el 99,5% y el otro sea su cónyuge. La escritura pública se impone a la realidad. El proyecto de reforma sólo elimina el FUT; sanciona lo que llama elusión; acerca las tasas de impuesto a la renta de empresas e inversionistas; establece la retención adicional del 10 % sobre las rentas atribuibles a los accionistas, y fortalece las funciones del Servicio de Impuestos Internos aunque sin llegar al nivel norteamericano. Con ello, su rendimiento muy moderado, tres puntos porcentuales del PIB, nos deja con una carga tributaria en el lugar duodécimo en América Latina y el Caribe. Y el único cambio discutible, más bien por problemas de administración, es la retención del 10%.

La derecha la critica porque desalentaría la inversión y disminuiría el empleo. Curiosamente, como lo prueba Piketty, las décadas que siguieron a la II Guerra Mundial, llamadas gloriosas por los franceses, la edad de oro por los británicos y la sociedad de la abundancia por el economista norteamericano Galbraith, tuvieron tasas marginales del impuesto a los ingresos altísimas, del 70 % en Francia y a más de 90 % en EE.UU. y Gran Bretaña.

Alejandro Wermer, director para el Hemisferio Occidental del Fondo Monetario Internacional, dijo que Chile está muy bien posicionado para enfrentar la desaceleración económica de la región, que tenemos un debate muy importante sobre el gasto educativo y que la respuesta ha sido una propuesta fiscal totalmente sostenible. Y el Instituto de Administración del Desarrollo, con sede en Suiza, sostuvo que «evidentemente en el largo plazo la educación es fundamental. Subir los impuestos a las empresas es el costo a pagar, pero Chile tiene espacio para incrementarlos. Si bien no es positivo porque afecta la inversión, dará frutos en el futuro.»

La reforma educacional

Sigue con la educación. Tenemos un alto nivel de escolaridad, pero nos va mal. Un tercio de nuestros jóvenes, 18 a 24 años de edad, estudian en el nivel superior;  el 92% de los adolescentes, 15 a 17 años, están en las aulas, el 99% de los niños de 12 a 14 años, el 99,2% de los de 6 a 11 y el 94% de los de cinco están en las escuelas.

Si bien el gasto total como porcentaje del PIB es algo más alto que el promedio de la OCDE, la participación de los estudiantes en el financiamiento es récord. En la universitaria, 77,9%, el más alto de los países de la OCDE, cuyo promedio es 31,6%. En los demás niveles, 21,4%, superado por Corea en una décima, y con un promedio de la OCDE de sólo 8,5%. Sin embargo, ocupamos el lugar 51 entre 65 países cuyos estudiantes secundarios dieron la prueba internacional PISA y obtuvimos un puntaje de 423 en matemática, 441 en lectura y 445 en ciencias. Bastante lejos del promedio, 494, 496 y 501 puntos, respectivamente. La reforma educacional está hasta ahora enfocada más en aspectos cuantitativos que en cualitativos. La eliminación del lucro, del copago y de la selección, más el refuerzo en educación parvularia, están muy bien. Sorprendentemente, la oposición derechista a la supresión del copago y la selección, que discriminan a los de origen más humilde, cuenta con el apoyo del arzobispo de Santiago. Al proyecto debería agregársele, para mejorar la calidad de la educación, a lo menos, la oferta de cursos de perfeccionamiento, también por Internet, a los profesores para ascender en un escalafón, y trienios, después de cierto nivel, para retener a los mejores en sus cargos.

Otras propuestas de normalización

La presentación por el gobierno de la Agenda de Productividad, Innovación y Crecimiento Económico también provocó críticas por ser «un paso más de revisión y no de consolidación del modelo económico chileno», y que contrasta con el gobierno de Piñera. Lo sería en un doble sentido. El Banco del Estado volvería a ser el instrumento principal de apoyo financiero a las pymes, en vez de la CORFO, mediante un programa de garantías para los préstamos otorgados a las pymes por el sistema financiero también privado. En otras palabras, el Estado dejaría de ser garante de negocios del gran capital financiero e iría directamente en beneficio de las pymes con una obvia baja de los costos de las transacciones. ¡Qué horror!

Más importante todavía, reintroduce la «selectividad» por parte del Estado, para «potenciar» a aquellos sectores que juzga con mayor capacidad de crecimiento. Es decir, sustituye los estímulos horizontales por verticales o sectoriales al igual que el exitoso desarrollismo asiático. Y como lo han aconsejado la CEPAL y personalidades internacionales destacadas que han visitado nuestro país, como Michael E. Porter (Harvard, director del Instituto de Estrategia y Competitividad), Ricardo Hausmann (Harvard, director del Centro para el Desarrollo Internacional) y Martin Wolff (Financial Times).

Esa diferencia se explica porque para los desarrollistas no es lo mismo un dólar en potato chips que en computer chips. Mientras que los oligarcas están limitados a fabricar potato chips. Y esa es precisamente la distinción entre desarrollo y crecimiento.

La Presidenta propuso además, en su Mensaje del 21 de mayo, restablecer la despenalización del aborto terapéutico, que estuvo vigente en Chile sin mayores problemas desde 1930 a 1989, y que hoy es prohibido sólo en cinco países, además de Chile, en Honduras, Malta, Nicaragua y República Dominicana.

Ante la sorpresa general, el arzobispo de Santiago, al comentar el mensaje, sólo manifestó su oposición a esa medida. Al parecer todavía no pone su reloj a la hora del Vaticano, ya que el Papa Francisco dijo «no podemos seguir insistiendo sólo en el aborto, el matrimonio homosexual y los anticonceptivos».

Volviendo a la economía, también me quedo con el Papa Francisco, quien en su carta pastoral «La felicidad del evangelio» dijo:

«… algunos todavía defienden la teoría del ‘derrame’, que supone que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad del mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante…».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias