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El verdadero nuevo ciclo: fundación para la superación de la riqueza Opinión

El verdadero nuevo ciclo: fundación para la superación de la riqueza

Francesco Penaglia
Por : Francesco Penaglia Académico departamento de Política y Gobierno Universidad Alberto Hurtado
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Son los gigantes quienes financian campañas, costean think tanks a través de los cuales se crean políticas públicas, ejercen lobby, poseen medios de comunicación, etc. Usted conoce de sobra esta línea argumentativa a la que podríamos agregar que, en su versión economía financiera, controlan la economía global y nos han arrastrado consecutivamente a crisis económicas.


Mucho se ha discutido sobre la existencia de un nuevo ciclo, el que se habría conformado en lo político por la derrota electoral de la Concertación el 2010 y, principalmente, el aumento en la conflictividad social. Sobre esto último, por ejemplo, el informe del PNUD 2012 mostró que, mientras el número de protestas el año 2009 fue de 1.773, el 2010 y 2011 aumentó a 2.116 y 6.938, respectivamente, es decir, la sociedad chilena rompió con el consenso postdictatorial de la medida de lo posible, el miedo a la diferencia y la abulia caracterizada en otros informes del PNUD, como el del 2004.

Sin embargo, desde el punto de vista político institucional, hasta el momento no ha existido un cambio en el paradigma dominante, más allá de algunos temas que ha intentado instalar el programa reformista de la Nueva Mayoría.

Yendo en el tiempo hacia atrás, para Aristóteles y, en general, para las sociedades antiguas, la acumulación del dinero –con y por– el dinero, era una actividad antinatural, lo justo radicaba en el intercambio directo entre comprador y vendedor, sin usura de parte del productor. La crematística por el contrario –intermediación entre productor y consumidor para producir ganancia– era despreciada. Ni hablar del juicio ético que tendrían los antiguos sobre la economía financiera.

En la actualidad, la riqueza y la acumulación parecen ser una virtud, sin cuestionar el sentido moral de ello: ¿por qué una persona habría de seguir acumulando, cuando tiene mucho más del capital suficiente para consumir a destajo durante todo el resto de su vida, la de sus hijos, nietos y bisnietos? La crítica moral de la avaricia ilimitada –tan cuestionada por el catolicismo en sus orígenes y en sus corrientes “contestatarias” aún vigentes– fue siendo olvidada y la riqueza se transformó en un valor positivo: emprendedor.

[cita]Más allá de una reforma tributaria necesaria pero insuficiente, más allá de frases como los “poderosos de siempre”, el verdadero nuevo ciclo ocurrirá cuando, en vez de una Fundación para la Superación de la Pobreza, exista una Fundación para la Superación de la Riqueza, es decir, cuando desde el accionar público (determinado por el consenso social) comencemos a problematizar que la extrema riqueza, además de inmoral, es un atentado contra la igualdad y la democracia.[/cita]

Esta acumulación ha llegado a límites escandalosos, como señala Schweickart al analizar la situación norteamericana: si la desigualdad se midiera en tamaño, el 50% de la población mediría 1 metro y medio, y para quienes están en el 5% de mayores ingresos, la estatura sería de 5 metros. Sin embargo, quienes están en el 1% medirían 40 metros y existirían fortunas que alcanzarían estaturas de 6 y hasta 23 kilómetros.

Siguiendo esta línea, cuando medimos la distribución del ingreso en Chile, las enormes desigualdades entre los quintiles o deciles más pobres y más ricos, no son nada en comparación con la desigualdad que existe respecto a los activos de las familias más ricas. Como señala un estudio de la U. de Chile de López, Figueroa y Gutiérrez, entre el 2004 y el 2010 el 0,1% de la población obtuvo el 17,6% del ingreso nacional y el 0,01% el 10,1%.

De ahí que resulte falaz el argumento, por ejemplo, de que no se debe financiar la educación a “los más ricos”, puesto que, además del giro a entender la educación como un derecho universal y “republicano” si se quiere, habría que preguntarse quiénes son los más ricos. Suponiendo que lo descrito por Schweickart es válido para Chile, ¿los ricos serían el 5% de la población que mide 5 metros, el 1% que mide 40 metros o las fortunas que miden hasta 23 metros?

La desigualdad no sólo tiene un impacto en sí mismo en lo relativo al acceso a bienes de consumo, sino también en la democracia. Si el dinero es un instrumento de poder, en una sociedad donde la media mide 1,5 metros y hay gigantes de 23 kilómetros, la influencia está inequitativamente distribuida. Finalmente, son los gigantes quienes financian campañas, costean think tanks a través de los cuales se crean políticas públicas, ejercen lobby, poseen medios de comunicación, etc.… Usted conoce de sobra esta línea argumentativa a la que podríamos agregar que, en su versión economía financiera, controlan la economía global y nos han arrastrado consecutivamente a crisis económicas. La democracia: soberanía popular, está en entredicho, finalmente la realidad de un ciudadano depende cada vez menos de en quién votó, y más de lo que ocurre con la economía China o con los especuladores europeos –elementos que afectan su empleo, ingreso, consumo, entre otros–. Juzgue usted.

Volviendo a nuestro tema central, parte de la influencia de estos gigantes es que discutamos por décadas sobre la pobreza: si esta depende del empleo y el crecimiento, de la educación, si es multiarquetípica y multidimensional, etc. Sin embargo, todos los enfoques parten de la base de que «la pobreza es el problema». Con ello, políticas tras políticas siguen focalizando su intervención en los sectores más pobres, sin considerar que la pobreza está relacionada con la extrema riqueza.

En este sentido, más allá de una reforma tributaria necesaria pero insuficiente, más allá de frases como los “poderosos de siempre”, el verdadero nuevo ciclo ocurrirá cuando, en vez de una Fundación para la Superación de la Pobreza, exista una Fundación para la Superación de la Riqueza, es decir, cuando desde el accionar público (determinado por el consenso social) comencemos a problematizar que la extrema riqueza, además de inmoral, es un atentado contra la igualdad y la democracia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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