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Despejando la paja del trigo: malos argumentos anti y pro aborto Opinión

Despejando la paja del trigo: malos argumentos anti y pro aborto

Alejandra Mancilla
Por : Alejandra Mancilla Periodista y filósofa https://alejandramancilla.info
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Con esto, no se busca dejar fuera las opiniones de nadie ni reducir la discusión a un ejercicio de Lógica I, sino más bien invitar a quienes opinan a revisar sus razones, rellenar los vacíos argumentativos y no distraer la atención de los temas medulares: esto es, la pregunta por los límites de la autonomía individual y de la vida humana, el reconocimiento de disensos valóricos profundos en una sociedad plural y la necesidad de convivir con ellos, la definición ni obvia ni inocente de términos como “persona” o “terapéutico”, y el rol que suele darse a la ciencia como árbitro supuestamente imparcial.


Filósofa, investigadora del Centro para el Estudio de la Mente en la Naturaleza (CSMN), Universidad de Oslo
http://alejandramancilla.wordpress.com

Desde que Michelle Bachelet se atrevió a sugerir que debe por fin legislarse sobre el aborto en Chile, han corrido ríos de tinta opinando a favor o en contra de su propuesta. Como cada vez que se toca este tema sensible en la sociedad chilena (tan sensible que muchos ni dicen la palabra y prefieren ocupar el eufemismo “maternidad interrumpida”), muchos de los argumentos que se repiten para oponerse o defenderlo son falaces, y no ayudan a avanzar en el diálogo sino que, al contrario, lo estancan. En un intento por separar la paja del trigo, esta columna selecciona algunos de estos malos argumentos pro-vida y pro-elección citados por defensores (“expertos” o no) de ambos bandos, con la esperanza de que en el debate que se viene los dejemos por fin a un lado. Por motivos de espacio, me limito a las falacias más repetidas y comentadas en los medios en las últimas semanas. Con esto, no se busca dejar fuera las opiniones de nadie ni reducir la discusión a un ejercicio de Lógica I, sino más bien invitar a quienes opinan a revisar sus razones, rellenar los vacíos argumentativos y no distraer la atención de los temas medulares: esto es, la pregunta por los límites de la autonomía individual y de la vida humana, el reconocimiento de disensos valóricos profundos en una sociedad plural y la necesidad de convivir con ellos, la definición ni obvia ni inocente de términos como “persona” o “terapéutico”, y el rol que suele darse a la ciencia como árbitro supuestamente imparcial.

Malos argumentos antiaborto

1. “Los ya nacidos partidarios del aborto, [son] esos beneficiarios de la existencia que se arrogan la condición de jueces únicos ante esas molestas cosas, los fetos, que, de paso, les recuerdan su propia pequeñez inicial” (Gonzalo Rojas, “Los fetos, esos esclavos”).

[cita]Aquí la “tradición” son los miles de abortos que se practican ilegalmente en nuestro país año a año, y que serían razón suficiente para despenalizar la práctica. El problema es que, si bien en algunos casos es claro que las leyes deben hacerse cargo de situaciones de hecho en lugar de ignorarlas o criminalizarlas, este argumento sin más no alcanza para probar que el aborto necesita despenalizarse.[/cita]

Argumentum ad hominem o de “ataque personal”. Forma retórica en la cual se desacredita al contendor atacándolo mediante adjetivos descalificadores que buscan apelar directamente a los sentimientos de la audiencia saltándose el debate.

2. “La Iglesia ya se ha manifestado abiertamente en contra de la reforma. El arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, reitera: ‘La vida humana es el valor fundamental y es el valor que hay que proteger en todos los ámbitos’” (Luis Losada, “Bachelet acelera el aborto”).

Argumentum ad verecundiam, o falacia de la autoridad. Si alguien del rango del Obispo se opone al aborto, pues entonces habrá de tener la razón. (Dependiendo de cómo se lea, éste puede ser también un argumentum ad metum, o “de miedo”, dirigido a causar el temor de la audiencia: temor que consistiría, en este caso, en ir contra la doctrina de la propia religión y correr, por ende, el riesgo de penas eternas y/o terrenales.

3. “No vamos a aplicar [el aborto]. Antes de las leyes están las convicciones más profundas de respeto a la vida, y por lo tanto he sido bien claro en que una cosa es la que diga la ley y otra cosa es la que a nosotros, como católicos y convencidos de esta situación, se nos vaya a obligar a hacer… En nuestra universidad, mientras yo sea rector esto no se va a aplicar, aunque la ley lo mande” (Ignacio Sánchez, rector de la Universidad Católica).

Error categorial, consistente en atribuirle a una cosa cierta propiedad que dicha cosa no puede tener. En este caso, Sánchez le atribuye conciencia moral a una institución, i.e., a la universidad (y, por extensión, a su hospital clínico), en circunstancias en que la objeción de conciencia es un acto eminentemente individual.

4. “Cuando hablamos de aborto, hablamos de vida humana. Vida humana que muchas mujeres quisieran poder llevar dentro suyo y no pueden” (Teresa Marinovic, “Ni contrarios a la vida ni defensores de la pena de muerte”).

Argumentum ad misericordiam. Falacia emotiva que busca exacerbar la compasión de los lectores sin más. Que alguien que no puede tener hijos se lamente de que quienes pueden tenerlos los aborten no es razón suficiente para justificar la penalización del aborto en toda circunstancia y sin excepciones.

5. “Los abortistas del mundo tienen una deuda intelectual simple y primaria… y es ésta: ¿qué acto exterior al propio feto le otorgaría la calidad de persona en la semana no sé cuánto? Porque si no es exterior, está claro que viene con él, que le fue dada esa condición desde el primer momento” (Gonzalo Rojas, “Los fetos, esos esclavos”).

Petitio principii, o petición de principios. Aquí se asume implícitamente que la vida humana a partir de la primera célula tiene un estatus moral privilegiado (es, como dice el autor, una “persona”), sin dar razones de por qué. Lo que hace, entonces, es tomar como premisa lo que está sometido a prueba. La pregunta relevante en el caso del aborto no es si la mórula, embrión o feto pertenecen a la especie humana: para responder eso basta con hacer un test de ADN que dará una respuesta positiva. La pregunta medular es cuándo y en qué circunstancias se decide otorgar a esa mórula, embrión o feto un estatus moral privilegiado, y cuándo y en qué circunstancias ese estatus puede perderse justificando la interrupción del embarazo.

Malos argumentos pro-aborto

1. “Cada mujer debe ser libre para decidir sobre su cuerpo según sus propias creencias” (Carmen Andrade, “Aborto: una ley indispensable”).

Petitio principii otra vez. Este argumento podría parafrasearse así: Premisa 1. Las mujeres somos dueñas de nuestro cuerpo y podemos decidir sobre él según nuestras propias creencias. Premisa 2 (implícita): El feto es parte de nuestro cuerpo. Conclusión: Las mujeres somos dueñas del feto y podemos decidir sobre él según nuestras propias creencias.

Tal como los antiaborto caen en una petición de principios al asumir que la vida humana desde la concepción es “persona” con un estatus moral privilegiado, los pro-aborto que ocupan el argumento de arriba asumen sin más que el feto es parte del cuerpo de la mujer. Esto es insostenible desde el punto de vista de la biología (claramente, desde la concepción hay un individuo aparte), y es por lo menos discutible incluso si se entiende como “parte” cualquier cosa (o ser, en este caso) que dependa del organismo femenino para su sobrevivencia. Que el feto se desarrolla en el cuerpo de la mujer durante nueve meses, y que el precio de aceptar esta dependencia es tan alto en algunos casos que las mujeres deberíamos ser libres para decidir sobre el embarazo es justo lo que no puede darse por hecho, sino que debe someterse a discusión.

2. “Chile es uno de los cinco países del mundo donde el aborto terapéutico es ilegal… Las chilenas mayoritariamente creemos que nosotras somos quienes debemos decidir sobre nuestro propio cuerpo” (Carmen Andrade, “Aborto: una ley indispensable”).

Argumentum ad populum, o falacia de la popularidad o de la mayoría. Que la mayoría de los países o de las chilenas hagan o crean esto o lo otro no es razón suficiente para darle sanción moral. Argumentar que, porque los demás lo hacen o lo dejan de hacer, nosotros también tenemos que hacer o dejar de hacerlo es dejarse llevar por lo que dice la mayoría sin examinar lo que la mayoría dice. Y, si bien ésta puede acertar en muchos casos, sobre todo cuando se encuentra atenta y bien informada, también puede fallar perdidamente en otros. Si no se agrega qué tiene esta mayoría que la transforma en un criterio confiable, este argumento no se sostiene.

3. “Creo que todo hombre y mujer deberían tener la posibilidad de elegir y si para ellos dar término a la vida de un potencial niño está bien, bien por ellos” (Valentina Valdés, “Despenalización del aborto: ¿qué es lo correcto?”).

Non sequitur. La conclusión no se sigue de sus premisas. Aquí se pasa del enunciado de que “todo hombre y mujer deberían tener la posibilidad de elegir” a la conclusión de que “si para ellos dar término a la vida de un potencial niño está bien, bien por ellos”. Una cosa es que hombres y mujeres seamos autónomos en nuestras decisiones; otra muy distinta es abusar de esa autonomía al punto de pasarse a llevar otras (en este caso, la del no nacido). Que existan circunstancias en las que se decide privilegiar la autonomía de la madre por sobre la del feto es muy diferente a darles chipe libre a las primeras.

4. “[Tenemos el derecho] a que el Estado de Chile legisle para toda su población, poniendo un marco regulatorio a situaciones que, de hecho, se dan en el país” (Carmen Andrade, “Aborto: una ley indispensable”).

Argumentum ad antiquitatem, o apelación irrelevante a la tradición. Aquí la “tradición” son los miles de abortos que se practican ilegalmente en nuestro país año a año, y que serían razón suficiente para despenalizar la práctica. El problema es que, si bien en algunos casos es claro que las leyes deben hacerse cargo de situaciones de hecho en lugar de ignorarlas o criminalizarlas, este argumento sin más no alcanza para probar que el aborto necesita despenalizarse. Hay prácticas terribles que se dan de hecho (como la violencia intrafamiliar y el femicidio) y que nadie soñaría con despenalizar, sino al contrario. Quienes son partidarios del aborto deben entonces explicar por qué y en qué circunstancias esta práctica que se da de facto debe ser permitida por ley.

Si bien se quedan otras varias falacias en el tintero, dejar aunque fuera estas a un lado ahorraría tiempo, energías y confusión a la audiencia, y permitiría concentrarse en los mejores argumentosEstá claro que la validez de estos no bastará por sí sola para determinar lo que decidamos en torno a un tema complejo y teñido de emociones y convicciones profundas como este, pero al menos servirá para un mejor rayado de la cancha.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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