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El Mundial y la imagen país

Rodrigo Durán
Por : Rodrigo Durán Magíster © en Comunicación Internacional, UDP. Diplomado en Comunicación Corporativa, PUC. Periodista, UDP
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Una Copa del Mundo, o cualquier evento o actividad que revista las características de globalidad, implica una sobreexposición mediática que no permite cabos sueltos y, para ello, es fundamental realizar un buen diagnóstico y levantamiento de información, anticipar posibles focos de contingencia y estimar la relación costo-beneficio para el país a través del ensayo en la organización de otras instancias tales como, en el caso de Chile, podrían ser la Copa América o el Mundial Sub 17.


En medio del fervor y ambiente mundialero el presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP), Sergio Jadue, sorprendió a todos con su idea de postular a Chile para la realización de la Copa Mundial de Fútbol del año 2030. A juicio del timonel deportivo, el país está preparado para organizar una cita planetaria de esta envergadura y aseguró que es algo que ya ha tenido la oportunidad de conversar con la Presidenta Michelle Bachelet. Hasta ahí todo bien y sería fantástico concretar este anhelo, pero aquí aparece una variable que tal vez el mandamás del fútbol chileno y sus asesores no han considerado aún: la imagen país.

En lo inmediato veamos o reflexionemos en torno al caso de Brasil 2014. Lo positivo, hasta el momento, sería el ambiente de la torcida, sus paradisíacas playas, naturaleza y ese estado de carvanal que se vive en el país originario de la samba y el jogo bonito. Agregar en este punto lo interesante que sería conocer la posición de Brasil post-Mundial en el Nation Brands Index (NBI), ranking donde, al menos en el año 2013, aparece en el lugar 20. Esto sólo para tenerlo como antecedente.

La otra cara de la moneda nos muestra un país con altos índices de inseguridad y criminalidad en las calles, problemas sanitarios ante un posible contagio de dengue o enfermedades de transmisión sexual, protestas por parte de la ciudadanía que reclama la falta de criterio, de las autoridades, ante cantidades de dinero invertidas que pudieran parecer excesivas en contraste con la marginalidad y pobreza existentes en Brasil (sólo para la remodelación y construcción de estadios se invirtieron US$ 13 mil millones, siendo el de Brasilia uno de los más costosos, con US$ 900 millones).

[cita]Una Copa del Mundo, o cualquier evento o actividad que revista las características de globalidad, implica una sobreexposición mediática que no permite cabos sueltos y, para ello, es fundamental realizar un buen diagnóstico y levantamiento de información, anticipar posibles focos de contingencia y estimar la relación costo-beneficio para el país a través del ensayo en la organización de otras instancias tales como, en el caso de Chile, podrían ser la Copa América o el Mundial Sub 17.[/cita]

Otro factor a considerar es que un mundial dura tan sólo un mes y, posteriormente, surge una serie de interrogantes tales como ¿qué hacer con los recintos deportivos en términos de su utilidad/funcionalidad?, ¿cómo se capitaliza la inversión realizada para el torneo en beneficio de la comunidad nacional?, ¿favoreció o no, por ejemplo, a sectores emprendedores y exportadores en cuanto a la generación de nuevos mercados, o mejorar el posicionamiento, para la colocación de sus bienes o servicios en el extranjero?, ¿cuál es la percepción de imagen país, considerando las oportunidades para atraer inversionistas extranjeros que contribuyan a dinamizar la economía nacional?, ¿qué ocurre con los puestos de trabajo creados para el torneo, que contribuyeron a la disminución de las cifras de desempleo, una vez terminada la competición?, ¿cuáles son las políticas públicas que permitirán fomentar el deporte y consiguiente desarrollo formativo para futuros deportistas de elite o alto rendimiento?, entre otras.

Una Copa del Mundo, o cualquier evento o actividad que revista las características de globalidad, implica una sobreexposición mediática que no permite cabos sueltos y, para ello, es fundamental realizar un buen diagnóstico y levantamiento de información, anticipar posibles focos de contingencia y estimar la relación costo-beneficio para el país a través del ensayo en la organización de otras instancias tales como, en el caso de Chile, podrían ser la Copa América o el Mundial Sub 17, los cuales permitirán hacer análisis estimativos sobre la realidad presente y futura para la posible realización de eventos deportivos de mayor envergadura.

Porque cuando eres el organizador, en este caso de una Copa Mundial de Fútbol, el mundo te está observando, los turistas llegan a conocer tus ciudades y costumbres, los medios de comunicación realizan sus coberturas incluso con meses de antelación y las personas hablan e intercambian información a través de las redes sociales u otras herramientas propias de la comunicación digital.

Por otro lado, y como anfitriones, se deben invertir grandes sumas de dinero en construir o remodelar estadios, generar campañas publicitarias y merchandising en torno al evento deportivo, además de establecer relaciones de cordialidad y justa competencia con las marcas. Otra arista es la preparación de áreas también importantes, tales como la gastronomía, la industria hotelera, los recintos patrimoniales y turísticos, la capacitación en idiomas para los trabajadores a fin de responder a las necesidades de los visitantes extranjeros, etc. Todo lo anterior pensando en que la construcción de experiencia sea lo más provechosa y positiva, teniendo en cuenta que quienes arriban al país serán nuestros mejores representantes, o embajadores, cuando regresen a sus naciones, y ojalá con ganas de regresar prontamente, relatando los detalles de sus vivencias, posicionando la imagen de Chile en el mundo a través de sus relatos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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