Publicidad

Me siento contrariado con el mundial de Brasil

Por: Eduardo Gallegos


Señor Director:

A quienes nos gusta y apasiona el fútbol -o «fúbol», como decía Nelson Bonifacio Acosta- el mundial es una fiesta. Pues bien, debo reconocer que nunca antes me había sentido tan contrariado con la máxima fiesta del fútbol; me da incluso un poco de culpa entusiasmarme con un evento que, en esta ocasión en particular, manifiesta todas las oscuras injusticias que supuran o se esconden en el mundo.

Me siento contrariado y solidarizo con los cientos de miles de hermanos brasileños que viven en favelas, con los que son víctimas del racismo, de la explotación sexual. Empatizo con aquellos que queriendo mejor salud, educación y mejor calidad de vida para los pobres ven como el gobierno ha gastado 10.900 millones de dólares para preparar la «fiesta», que en un principio se suponía iba a ser íntegramente financiada por empresas, pero cuyo aporte no alcanzó en la práctica el 5%. En esta fiesta los invitados de honor son los Sres. FIFA de vistosa pansa y oculta moral; las transnacionales en donde se cuentan entre otras Mcdonald’s y la Coca-Cola, que no pagarán impuestos durante todo este año por ser sponsors FIFA; en esta fiesta, en definitiva, se quedan fuera la mayor parte de brasileños.

Claro está la culpa no es del fútbol, y aunque sí son en parte culpables la FIFA, el irresponsable gobierno brasileño, los empresarios corruptos, los ciudadanos y televidentes displicentes, etc. la verdadera culpable es la naturaleza caída humana… esa maldita tendencia a idolatrar lo que no debe ser idolatrado, sea el fútbol, la religión, el dinero… porque como dijo un viejo sabio «la raíz de todos los males es el amor al dinero».

Me siento contrariado… y lamento que este sentimiento se quede en la tibieza de la contrariedad, sin llegar al enojo santo y apasionado que en otras injusticias me sobrepasa, sin embargo esta contrariedad cínica ya es suficiente para aguarme la fiesta y llevarme a no disfrutar como quisiera del deporte más hermoso del mundo. Pero que esta merma en el disfrute del juego sea vista por los amigos brasileños como una señal de solidaridad con sus sufrimientos y su enojo, que sepan que llegará un día en que no habrá más llanto ni dolor, que luchen por sus ideas, que luchen contra la injusticia, que cambien los regates por pasos firmes en marchas pacíficas, que las graderías de los estadios sean reemplazadas por las calles que por derecho y de hecho le pertenecen a todos, en fin… que el grito de gol sea reemplazado por el grito que exige nuestra generación: ¡No más oscuridad, no más injusticia, no más opresión de ningún tipo!

 Eduardo Gallegos

Publicidad

Tendencias