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Entre la identidad de género y la ideología de género

Quienes se han tomado la molestia de organizar conceptos como los citados para interpretar la realidad de una cierta manera, buscan naturalmente que ellos sean asumidos como la forma correcta y adecuada de entender el mundo; de ahí que la ideología de género contenga una visión de lo que es bueno y correcto no sólo para Chile, sino para todo el mundo global. De ahí también que no son pocos los autores que sostienen que estamos frente a una nueva ideología con pretensiones tan globales como las que dominaron en el siglo XX.


En una columna publicada por El Mostrador de doña Ximena Gauche, relacionada con la ley de identidad de género, se hacen algunas afirmaciones que impiden contextualizar adecuadamente el debate.

En la práctica, en la citada columna se afirma que el proyecto de ley sobre identidad de género es fruto del esfuerzo de varios actores locales y que no viene impuesto como un producto de los países desarrollados.

Lo cierto es que esa afirmación demuestra un profundo desconocimiento de cómo opera la globalización cultural a nivel mundial y de qué manera los grupos de presión son capaces de convertir –a través de los organismos internacionales– sus temas e inquietudes en materias globales, con las que intentan influir en los ordenamientos legales de los demás países.

La ley de identidad de género tiene antecedentes globales en Inglaterra y Japón (2004), además de Sudáfrica (2006). Luego fue en la Conferencia de Yogyakarta (2007) en la que se presentaron los principios sobre la aplicación de la legislación internacional de derechos humanos en relación con la orientación sexual y la identidad de género, y en la que se estableció una definición sobre este concepto que ha sido empleado sistemáticamente por activistas de grupos homosexuales.

[cita]Quienes se han tomado la molestia de organizar conceptos como los citados para interpretar la realidad de una cierta manera, buscan naturalmente que ellos sean asumidos como la forma correcta y adecuada de entender el mundo; de ahí que la ideología de género contenga una visión de lo que es bueno y correcto no sólo para Chile, sino para todo el mundo global. De ahí también que no son pocos los autores que sostienen que estamos frente a una nueva ideología con pretensiones tan globales como las que dominaron en el siglo XX.[/cita]

La declaración de principios de Yogyakarta, dicho sea de paso, fue elaborada por 29 personas y no tienen  ninguna validez como documento aprobado por organismo internacional.

Lo que ha ocurrido después es que en distintos países está en trámite o se ha aprobado esta legislación. En España, el 2007; y en Latinoamérica destacan Argentina, Uruguay, México, Ecuador, Cuba, Panamá, Colombia y Chile, en el que ya se han presentado tres iniciativas legales desde 2007. También ha sido tratada en la OEA.

En suma, nada más lejano a la realidad señalar que la iniciativa legal sobre identidad de género es fruto de la inteligencia local y que no posee influencias globales y conceptuales de las naciones desarrolladas.

En segundo lugar, los conceptos como género, identidad de género y orientación sexual son referencias que no surgen de la reflexión intelectual nacional, sino que corresponden a una larga y contundente literatura que viene del hemisferio norte y que por distintos medios se intenta instalar en nuestro país. El caso es que toda esa estructura conceptual responde a problemas concretos y locales de las naciones de origen,  y surge en una determinada tradición cultural e histórica. Lo que no puede ocurrir es asignar a estas reflexiones el valor de verdad universal y aplicarla en nuestro país sin consideración de nuestras particularidades locales, históricas y culturales. Intentar convertir las citadas estructuras conceptuales en políticas públicas o leyes supone reconocer que la producción cultural de las naciones desarrollas, generadoras de estos conceptos, es necesariamente superior y, por tanto, merece ser promovida o finalmente impuesta sobre aquellos países discrecionalmente definidos como culturalmente inferiores.

Quienes se han tomado la molestia de organizar conceptos como los citados para interpretar la realidad de una cierta manera, buscan naturalmente que ellos sean asumidos como la forma correcta y adecuada de entender el mundo; de ahí que la ideología de género contenga una visión de lo que es bueno y correcto no sólo para Chile, sino para todo el mundo global. De ahí también que no son pocos los autores que sostienen que estamos frente a una nueva ideología con pretensiones tan globales como las que dominaron en el siglo XX.

En tercer lugar, esta discusión no trata simplemente de enfoques sobre los derechos humanos sino más bien acerca del fundamento desde donde es posible construir las diversas concepciones antropológicas o visiones del hombre. El fondo del debate intenta determinar si es que la persona humana carece de determinaciones naturales y puede modificar a voluntad su sexualidad o si, por el contrario, existe un dato biológico inmodificable que la define.

Quienes creen que el sexo es un dato cultural, desplazando a la naturaleza en ese rol, requieren de un poder social que reconozca y legitime las nuevas producciones como derechos. Y el único actor social que puede cumplir ese papel es el Estado. Desde este punto de vista –y esto lo afirman de manera sistemática las feministas radicales– la sexualidad se politiza al convertirla en un tema público que requiere regulaciones del Estado. En ese sentido, la sexualidad pasa de la esfera privada a la pública.

En suma, existen movimientos ideológicos globales que tienen como objetivo imponer una determinada concepción del hombre y la sexualidad, que estas concepciones se intentan presentar como derechos humanos, que fueron elaboradas en los países desarrollados, que son fruto de la soberbia intelectual que cree agotar toda interpretación de la realidad y que además piensan que sus criterios de juicio son los verdaderos y deben gobernar todas las relaciones sociales de nivel global.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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