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Chile puede ser otro Chile Opinión

Chile puede ser otro Chile

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Cuánto tiempo sufriendo de esto que se llama “el modelo chileno”, de su crecimiento, de su prosperidad, de su ejemplo para América Latina. Años. Décadas. Mordiendo el polvo cuando de una u otra manera Chile se presentaba como un modelo para la “pobre América”. Nadie puede vivir de una mentira así tantos años y, qué duda cabe, nadie puede creer, si vive aquí entre nosotros, que esto sea una verdad.


Renato y Pedro no lo podían creer. No se conocían. Nunca se habían visto ni por casualidad. Pero a los 19 minutos del primer tiempo del partido entre Chile y España, por un gol de “Turbo Man” (Eduardo Vargas), se dieron un abrazo espontáneo.

Segundo, Tercero o Cuarto Básico. No importaba de qué escuela era el uno o el otro, se encontraron por un gol de Chile, en un abrazo de hermanos, compatriotas y niños, con la fuerza de su ternura y vigor.

Casi como un O’Higgins y un San Martín, se aplaudieron las espaldas en una independencia, aunque de puro futbol, de puro barrio, era como si el colonialismo eurocéntrico se borrara de un abrazo sin más.

[cita]Hoy no somos perdedores. Hoy ganamos. Y ganamos al campeón del mundo. Hoy volvemos a creer que un pobre chico de Tocopilla, que un violento muchacho de Maipú, que un  humilde y “blin blin” jovencito de las poblaciones del gran Santiago, pueden sobreponerse al sin destino de sus destinos, para saltar a la gloria.[/cita]

En esos niños estamos y nos encontramos en verdad todos y todas.

Cuánto tiempo sufriendo de esto que se llama “el modelo chileno”, de su crecimiento, de su prosperidad, de su ejemplo para América Latina. Años. Décadas. Mordiendo el polvo cuando de una u otra manera Chile se presentaba como un modelo para la “pobre América”.

Nadie puede vivir de una mentira así tantos años y, qué duda cabe, nadie puede creer, si vive aquí entre nosotros, que esto sea una verdad. Los niños no saben nada y por eso se abrazan sinceramente; pero los demás, los que los vemos, sabemos que es un abrazo simbólico, en el que tú y yo, algunas veces podridos, otras de winner, nos encontramos en la inocencia de quienes saben que este modelo económico no da para más, porque todos somos, en él, unos perdedores.

Hoy no somos perdedores. Hoy ganamos. Y ganamos al campeón del mundo. Hoy volvemos a creer que un pobre chico de Tocopilla, que un violento muchacho de Maipú, que un humilde y “blin blin” jovencito de las poblaciones del gran Santiago, pueden sobreponerse al sin destino de sus destinos, para saltar a la gloria.

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El amor al fútbol no es el amor a una pelota. Es el amor que debe prevalecer entre quienes creemos que el equipo, la solidaridad colectiva, el verdadero comunismo (si me bancan) debe prevalecer: yo te amo y tú me amas, es lo que cuenta hoy.

Chile puede ser otro Chile, si lo quiere. Si por ello se la juega y si por ello cree que los niños deben vivir otro Chile posible.

Cuando muchos dudaban del cambio de mentalidad de estos muchachos de una u otra típica población chilena; cuando muchos pensaban que todo estaba perdido; cuando más de alguno sintió que tenía que rendirse ante la corona del equipo español; cuando muchos no sabían si pensar en el bosque de piernas de una defensa campeona o si pensar en las piernas que Del Bosque ponía en la cancha; o, incluso, cuando los más nostálgicos no sabían si recordar esas hermosas piernas que dejaron atrás en sus memorias, emergieron estos gladiadores chilenos para triunfar en este verdadero Juego de Tronos.

El amor al fútbol no es el amor a una pelota. Es el amor que debe prevalecer entre quienes creemos que el equipo, la solidaridad colectiva, el verdadero comunismo (si me bancan), debe prevalecer: yo te amo y tú me amas, es lo que cuenta hoy.

El príncipe entronizado y el rey caído. Y claro, tú, la reina de este cuento.

Hoy más que nunca soy Aránguiz (prince Charles); Sampaoli, soy un chuncho furibundo por ti, aunque me odies y aunque putees tu amor-odio a los cuatro vientos.

Bien sé que hoy, todos, tú y yo, creemos que el azul no es sino un solo color rojo, que de Visviri a la Tierra del Fuego, tiñe todo nuestro cuerpo desnudo.

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Familias enteras en Las Lanzas –el mítico restaurant de Plaza Ñuñoa- viendo con ilusión este partido ante la Corona.

¿Qué es el futbol?; ¿una lucha vacía y sin sentido? ¡Es la República contra la Monarquía!… antigua, desgastada, un poder que lejos de la democracia, sólo quiere que el privilegio de unos pocos, prevalezca: ¡Joder!: Chile dice hoy ¡nunca más!

Por fin hoy la Roja chilena gana sin la Reina; la Reina y Madre que fue capaz de arrebatarnos ese anterior triunfo ante Australia como imponiéndose de cábala ante todos los chilenos; ella, llena de sponsors y casi como aleccionando a esos aguerridos muchachos.

Hoy, por fin mataron al padre y a la madre. Saben ganar sin ellos. Más aún, hoy saben que ni la maldición de un Cóndor caído en el Maracaná, los puede embrujar.

Hoy todos sabemos ganar, porque sabemos seguir lo que queremos con el alma y la pasión.

Renato y Pedro eran sólo unos de los tantos niños que estaban en Las Lanzas –ese mítico restaurant de Plaza Ñuñoa– viendo con ilusión este partido ante la Corona. Los adultos, con menos ilusión, más escépticos los unos o más desesperanzados los otros, creíamos que ellos eran sólo unos niños sin razón.

Ya acostumbrados a perder, sólo atinábamos a buscar las palabras para amainar sus esperanzas.

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Los niños, mucho más que los adultos, celebraban cada batalla de La Roja contra España.

Esos niños, incólumes, nos enseñaron que Chile de verdad puede ser de otra manera. Renato era un chuncho con fe, y Pedro, aun más carbonero, hinchaba por Santiago Morning.

Ninguno pensaba en la derrota. Ninguno siquiera se imaginaba en una tabla de posiciones. Ambos sabían que con Chile y sus equipos serían campeones. Es así.

Ellos creen más que nosotros. Los que dejamos de amar, los que dejamos de creer, los que nos puteamos porque sí y sin escuchar el amor en nuestros corazones, ya llenos de smog o desconsuelo. Ellos sí saben de amor. Ellos saben de perdón y de recomenzar. No por menos Nietzsche los pensaba como Superhombres.

La Señora FIFA y sus 6 minutos de alargue no pudieron contra esto. Los más fanáticos que creyeron que el árbitro era de la CIA o la ITT, también se vieron desilusionados. La mufa del intendente Orrego contra los asados del gran Santiago y contra la garra chilena, menos. Nadie tuvo sangre caliente en esa plaza: “¡No tengas miedo, torero! que ese toro no era sino para llevarse sus orejas, su rabo, sus banderillas, sus estocadas y la ovación de un público que, aunque de Coronas, sabe de una República, al otro lado del Atlántico, que no se vende por la sangre de un toro, ¡coño!… ¡hostia!”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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