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Un Último Rincón de Libertad


Como todavía no han creado el Ministerio de los Viajes y uno puede, también “todavía”, ir donde quiera (pues cuando seamos como Cuba, según quiere la Camila, no lo vamos a poder hacer), un verdadero ejército de treinta y cinco mil chilenos se ha organizado libre, individual y fantásticamente bien para llegar a Brasil, conseguir entradas, llenar los estadios donde juega la Selección, aunque sea en la lejana Cuiabá, “tomarse” ayer la playa de Copacabana, viajar, alimentarse y alojar. Una proeza logística.

¿Se imaginan ustedes el enredo que habría si la señorita Bachelet, en su frenesí por estatizarlo todo, ya hubiera alcanzado a intervenir ese mercado y creado el Ministerio de los Viajes, con sus Subsecretarías de Desplazamientos Internos y Desplazamientos Externos, su Superintendencia de Control de Vehículos de Viaje y su Agencia de Calidad de los Transportes y Alojamientos, cada una con plantas de miles de funcionarios que quieren ganar los mismos seis millones de la pareja de Camila, Julio Sarmiento “asesor de Salud”?

Pues si toda esta formidable “invasión” chilena la hubiera organizado la Nueva Mayoría, los treinta y cinco mil chilenos habrían sufrido en este Mundial 2014 otro Transantiago. Por suerte la señorita Bachelet no se dio cuenta a tiempo y no alcanzó a mandar todos esos proyectos de leyes estatizadoras para que pasaran gracias a su aplanadora en el Congreso.

Sí, por suerte no se dieron cuenta a tiempo de que todavía quedaba este rincón de libertades personales. Y entonces la soberanía popular verdadera, que se resume en la palabra “mercado”, pudo ser ejercitada, en estos “Últimos Días de Pompeya” del Chile libre, y la gente soberanamente pudo elegir el medio de transporte, el lugar de alojamiento, la forma de comprar entradas y los sistemas para alimentarse, dando un ejemplo de ingenio logístico que ha permitido al ejército de treinta y cinco mil chilenos “invadir” Brasil sin otro costo fiscal que el abusivo decreto de gasto del Ministro de Hacienda por veinte millones de pesos para poder participar del Mundial. Pero eso, en fin, es sólo un “pituto” más que los contribuyentes le debemos financiar a la insaciable Nueva Mayoría.

En unas horas más los chilenos estaremos orgullosos de oír a nuestro “ejército invasor” entonar casi íntegra (porque faltará la merecida estrofa en homenaje a los Valientes Soldados que nos liberaron del yugo marxista y que hoy reciben “el pago de Chile”) la Canción Nacional en el Maracaná y continuarla hasta el final, más allá de los noventa segundos concedidos para los himnos por la organización del Mundial.

Y todo habrá sucedido exitosamente, sin financiamiento estatal, sin burocracia, sin control funcionario y en pleno uso de la libertad personal de los chilenos, que es lo que se expresa en una sola palabra, que designa la sede por antonomasia de todos los hombres y las mujeres libres: mercado.

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