Publicidad

Admitido y Escritores de la libertad: Ser un fracasado

Marcela Castro
Por : Marcela Castro Doctora en Derecho Internacional y Relaciones Internacionales (U.Complutense de Madrid) , Licenciada en Humanidades con mencion Historia (U. de Chile).
Ver Más


Este fin de semana, por tv cable dos canales, Universal y MGM, emitieron casi al mismo tiempo dos películas sobre educación. Una comedia llamada “Accepted” (Admitido), la otra un drama llamado “Freedom Writers” (Escritores de la libertad). Las dos parten de la misma base: jóvenes inadaptados y rechazados. Inadaptados porque no responden a lo que se supone que deben ser y rechazados porque al no ser lo que se supone que deben ser, no vale la pena preocuparse por ellos. O sea, fracasados.

Admitido relata la historia de un joven, Bartleby Gaines, que ha sido rechazado por todas las universidades a las que postuló y que para escapar de lo que podría ser una severa reprimenda de sus padres, crea una universidad ficticia, la South Harmon Institute of Technology (SHIT). El problema es que la crea como un sitio de internet y cuando cree que ha logrado engañar a sus padres aparecen cientos de jóvenes que , como él, no han sido admitidos en otras universidades salvo en aquella, la única en que “La aceptación está a sólo un clic”.

Escritores de la libertad relata la historia de los alumnos de la clase 203 del Woodrow Wilson High School, una clase “basura” de una escuela en que están los alumnos con los peores rendimientos, los más problemáticos y los que no tienen ningún futuro, a juicio de sus profesores. A esa clase llega una nueva profesora en práctica, Erin Gruwell, que tiene que enfrentar durante unos meses la hostilidad de los alumnos que la ven como “blanca” y por ende “enemiga”, hasta que un incidente con una caricatura le hace cambiar totalmente el enfoque con sus alumnos y se genera una nueva relación en la que los más beneficiados son esos mismos chicos.

En ambos casos tenemos a adultos que defienden un sistema educativo nefasto y cuestionable y en ambos casos tenemos a jóvenes que no responden a ese sistema. En el caso de Admitido, el problema es que, incluyendo al borracho decano de SHIT, todos los adultos son mediocres. Los padres del protagonista, los padres de los demás alumnos, el rector de la universidad rival, todos son personas deprimentes, porque funcionan en base a los “logros” o en este caso el “éxito académico”, reducido a “ingresaste o no a la universidad”. En Admitido no importa en cuál universidad se ingresa, sólo importa ser aceptado en alguna para que los padres estén contentos. En Escritores de la liberdad el problema no sólo son los padres (en muchos casos inexistentes), sino los mismos profesores, que han decidido discriminar a estos alumnos. Se les niega el acceso a libros porque los rayarán o los maltratarán, se les niega un buen profesor porque no son capaces de aprender, se da por hecho que fracasarán porque vienen de lugares conflictivos y de familias desestructuradas, y se les consideráaincapaces porque no obtienen las calificaciones mínimas aceptables.

Ambas situaciones no son desconocidas para ninguna persona en Chile en estos momentos. Al igual que los de Admitido, muchos padres consideran un “éxito” que sus hijos estudien en una universidad, sin importar cuál y por qué, y cuesta ver como una simple caricatura al rector de Harmon que quiere eliminar cupos de dormitorios universitarios para rechazar tantos estudiantes como lo hace Yale y así tener el mismo prestigio, porque es exactamente la actitud que tienen muchos directores de colegios y también de universidades en Chile, abusando de la selección. Y no es tampoco dífícil identificarse con los jóvenes de Escritores de la libertad, porque en Chile cualquiera que no tenga un promedio aceptable es un fracasado, más todavía si se es de las mal llamadas “escuelas vulnerables”. En la clase 203 tenemos exactamente replicado lo que tenemos como educación pública en Chile: todos los que “no son” seleccionados para otras escuelas, automáticamente tienen que ingresar a una pública y aguantarse las condiciones de ella. Empezando con el profesor que esté disponible, no el profesor adecuado o el que esté dispuesto o calificado, sin olvidar el hecho de tener que estar hacinados en una sala con personas ya rotuladas como fracasadas. Porque el trasfondo es que se considera que sólo los pobres, los que no cumplen con requisitos que solicitan varios colegios (la mayoría absurdos) o los que han repetido cursos en otros colegios estudian en escuelas publicas. En ese sentido, no diferimos de los nazis, porque hemos puesto sobre los alumnos de escuelas públicas una estrella que los identifica como “inútiles y olvidables” condenándolos a un Auschwitz llamado “invisibilidad”. Todo el debate y lo que se ha conocido de la reforma se ha centrado en los colegios particulares subvencionados y en los liceos emblemáticos, el resto entra en el saco de “escuelas vulnerables” y por ende, olvidables.

Me llamó la atención lo poco que difiere la actitud que tienen los profesores con los alumnos de la clase 203 y la actitud que tienen los encargados de diseñar la reforma educativa respecto de las “escuelas vulnerables”, porque en ambos casos dan por hecho que han cumplido con su deber teniendo a esos alumnos en la sala de clases, y en vez de enfrentar directamente el problema, lo que hacen es hacerlo invisible. En la película, poniéndoles a una profesora suplente, de forma que los demás profesores queden libres de responsabilidad sobre ese curso. En la reforma educativa en proceso, se enfoca el problema desde el más perjudicial paternalismo, dándoles supuestos “privilegios” a los “mejores” alumnos de esas escuelas, como acceso a la universidad sin PSU, convirtiendo a todos los demás alumnos que no estén en el 20% que puede postular a ese “privilegio”, en inexistentes, porque por el 80% restante de esas “escuelas vulnerables” se hizo “todo lo que se pudo” y suficiente esfuerzo fue el que asistieran a clases, exactamente el mismo tipo de comentario que recibe Gruwell de parte de los profesores con respecto a la clase 203.

Estas dos historias (una ficticia y la otra basada en un hecho real) tienen como punto común el concepto “fracasado”. Ninguno de los alumnos de estas películas tiene un promedio de notas aceptable, así es que son fracasados. Ninguno ingresó o ingresará a una universidad y por ende son fracasados. Y la conjugación de ambas situaciones (malas notas y no ser universitario) significa automáticamente que no harán nada con sus vidas y por eso son fracasados.

Ese es el mismo concepto de “fracasado” que se infiere de la reforma educativa y de todo el debate en educación que actualmente tenemos. En algún momento se impuso como una obligación que al salir de cuarto medio se ingrese a la universidad, considerándose automáticamente al que no ingresa como fracasado y actualmente el debate es cómo hacemos más fácil el acceso a la universidad para que nadie quede excluido, para que todos ingresen, para que nadie, en el fondo, sea un fracasado. Al margen de la forma como se muestra a la universidad en Admitido (un lugar para emborracharse, drogarse y tener sexo), en el fondo el problema de varios de los que ingresan en SHIT es que necesitan estudiar en una universidad para validarse como personas útiles, que es exactamente el mismo tipo de dilema que tienen muchos jóvenes en Chile. Porque en todo este debate en que la universidad tiene que ser gratuita e inclusiva a nadie le importa el hecho de que es ridículo considerar a alguien que no ingresa a la universidad como un “fracasado”, a nadie le importa si realmente todos quieren ingresar a la universidad, y lo peor, no se habla en ningún momento de si todos deben egresar y en qué condiciones. Tal vez llegaremos a eso, a que todos están obligados a egresar y las universidades tendrán que rebajar todavía más su nivel académico, porque es la única forma de justificar los post-títulos. Porque a nadie le advierten que una vez que se ingresa a la universidad, nunca se sale de ella.

Por eso fue interesante ver cómo resuelven ambas películas el problema. En Admitido no lo hacen. Es cierto que no siguen el mismo régimen académico que Yale o Harvard, pero el fin de todos los de SHIT era ser universitarios porque es lo único que les quita el rótulo de fracasados, y ya no lo serán porque pertenecen a una universidad, a SHIT. No cambian nada, lo único que han hecho es maquillar el asunto, porque no se cuestionan por qué deben estudiar en la universidad, dan por hecho que deben hacerlo para no ser unos fracasados.

Los jóvenes de Escritores de la libertad no caen en esa trampa. El sistema no va a cambiar, los profesores intransigentes seguirán en sus puestos y los seguirán mirando como fracasados. Son ellos los que deciden cambiar. Se dan cuenta que no pueden ser calificados como fracasados, porque no tenían objetivos, así es que ¿cómo fracasar en algo que ni siquiera se sabía que se quería hacer? Ante todo se ponen objetivos, sencillos, reales, como escribir sus diarios, volver a sus casas, hacer lo correcto, aprovechar al profesor que tienen en frente. No dejaron que el sistema los volviera a abrumar, pero tampoco esperaron a que cambiara. Es lo que hace interesante la forma cómo estos jóvenes resuelven el asunto, porque no fue con magia, ni con consejos paternales de un Keating o un Thackeray, aprendieron que tenían alternativas. Eso es lo que Gruwell les enseña. Y fueron tomando unas y otras porque así lo deciden. Y eso es lo que extraño en quienes se manifiestan en las calles por una educación de calidad: no están entendiendo lo que implica para ellos. Los estudiantes chilenos se quejan de todo, pero no hacen gran cosa por cambiar la situación, pues esperan que las cosas cambien, usando los mismos métodos que usaron estudiantes hace más de 40 años (ni siquiera han innovado en eso). No son mejores alumnos ahora, esperan a tener buenos profesores para recién tal vez pensar en serlo. Se quejan de la PSU, pero no se cuestionan si hay otra cosa que puedan hacer en la vida que no sea entrar en la universidad. Critican el sistema educativo, lo consideran mediocre, pero alaban cualquier medida que implique menos requisitos, sobre todo académicos. En el fondo no se diferencian a los alumnos de SHIT, que no han comprendido que estudiar en la universidad no es un objetivo, no debe serlo, es sólo un paso, para llegar a un objetivo. Si uno no tiene claro cuál es ¿para qué perder el tiempo en la universidad?

Uno no es fracasado porque el sistema sea mediocre o porque los demás lo digan. Uno es fracasado porque quiere serlo. Porque si una cosa no sale bien, damos por hecho que toda nuestra vida se hundió en un pozo de amargura, en vez de ver la oportunidad de aprender una lección. Eso es lo que hace diferente a un fracasado de una persona que se equivocó. Estoy segura que la reforma educativa que se esta discutiendo será infame y que tendremos que seguir luchando por una verdadera educación de calidad unos cuantos años mas. Pero mientras tanto, podríamos tomar el ejemplo de los jóvenes de Escritores de la libertad y no esperar a que el sistema cambie, hacerlo nosotros y que el sistema quede obsoleto por sí mismo.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

Publicidad

Tendencias