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¿Paz en la Araucanía?

Diego Ancalao Gavilán
Por : Diego Ancalao Gavilán Profesor, politico y dirigente Mapuche
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Una cosa muy extraña es que todos los conquistadores de la antigüedad, que mataban para imponer la paz, como es el caso de Julio César y Napoleón, quienes coincidan en la búsqueda de un orden basado en la paz. Hasta Pinochet aseguraba que todo lo que hizo fue en nombre de la paz. Hoy quienes gobiernan hablan de paz, pero ¿cómo se puede lograr la paz por medios violentos? Pensar que los medios no tienen real importancia, aunque sean violentos y cínicos con tal de conseguir un fin específico, es una barbarie.

En 1881 el Estado concluyó, a través del parlamento y el poder ejecutivo, establecer un proceso de paz en la Araucanía que culminó con la matanza y genocidio más grande que conoce Chile, un verdadero intento de exterminio que eliminó la estructura económica, política, cultural y familiar del pueblo Mapuche. Entonces hoy me pregunto ¿Paz en la Araucanía significará pacificar nuevamente al Pueblo Mapuche?, ¿o el Gobierno está dispuestos a hacer retroceder las inversiones empresariales de los grandes grupos económicos del país y terminar con las hidroeléctricas, termoeléctricas, forestales y pesqueras de la región?, ¿Estará Bachelet, Peñailillo y Huenchumilla dispuestos a hacer un esfuerzo histórico y pedirle a los inversionistas que se vayan de nuestro territorio, o prefieren el camino fácil de seguir pacificando al Pueblo Mapuche, por los medios policiales, políticos y judiciales? Probablemente nos continúen dando a entender a través de sus actos, La Moneda y el Congreso, que seguirán prefiriendo devolver favores del financiamiento electoral a esas grandes empresas a costa de todos los más desposeídos, manteniéndolos a punta de bonos.

Sin ir más lejos, en la Araucanía se aumentó la dotación de fuerzas policiales y en Pidima, comuna de Ercilla, hay una población de alrededor de 600 efectivos policiales y una población civil de 200 personas. Una paradoja, que se traduce tristemente en que el fin justifica los medios. Además es un hecho ridículo, totalmente fuera de proporciones, es indignante. Pero “No hay camino para la paz, la paz es el camino” decía Gandhi, claramente los que vociferan proclamando “Paz en la Araucanía”, les falta agregar el “a costa de la represión y violencia sin límites hacia los mapuche, ya que es el único medio válido para manejar a esos indígenas”.

La paz es un sueño compartido y también podríamos compartir que sin justicia social no puede haber paz social, porque si no hay justicia para el pueblo, no podría haber paz para el Gobierno. Sin aceptar estos factores básicos de la estructura de interrelaciones que rige cualquier realidad, no se podrá alcanzar este sueño para quienes lo anhelamos de verdad.

Naturalmente es imposible alcanzar la paz con una mayor dotación de fuerza represiva, con una central de inteligencia para seguir al Mapuche, con el aumento de fiscales persecutores de Mapuche y menos con una cárcel especial para éstos. Estando así las cosas, se puede concluir que el problema se encuentra en el poder político, pues es él quien debe entender que mientras no se resuelvan los problemas estructurales que afectan a todos, no puede haber paz.

Por ende, nuestro reclamo más fuerte y claro es hacia esa estructura que domina esta sociedad y que se niega a adoptar medidas para aliviar la pesada cruz que carga nuestro pueblo, la cual es la misma que mantiene al no mapuche en una profunda pobreza. El problema no es el mapuche ni los más postergados, ya que si los eliminaran no se acabaría el problema porque el problema son los que administran el poder, no los oprimidos.

El Pueblo Mapuche es uno solo. No hay mapuches buenos ni malos, no aceptamos que sigan dividiendo nuestro pueblo creando la imagen de un mapuche bueno que obedece a su amo del gobierno como los lacayos en Roma y un mapuche malo que sigue su conciencia y tiene un compromiso moral y étnico con su pueblo. Este sistema de establecer diferencias entre los hombres no es justo, debemos encontrar nuevas formas de exigir firmemente la justicia.

Hemos llegado hasta aquí y no podemos volver atrás, sino todo lo contrario, avanzar incesantemente hasta nuestro derecho a ser ciudadanos libres y jamás abandonar nuestra decisión de desterrar del país cualquier resto de discriminación. Sabemos que el Mapuche puede constituir la vanguardia de una larga lucha que podría cambiar el futuro, no solo para nosotros sino también para los miles de postergados que buscan alcanzar una vida digna y justa en este país.

Estamos convencidos que para lograr la paz no basta con crear condiciones para el diálogo y citar simplemente a las partes en conflicto, o con declaraciones de buena voluntad que ayudan solo a la propaganda de una persona, pues una golondrina no hará la primavera, la debe hacer el pueblo. Por eso el desafío consiste en que seamos capaces de instaurar una nueva forma de liderazgo que sea capaz de hacer una sociedad solidaria que otorgue igualdad de oportunidades a todos. Debemos salir del simple discurso y de la mera crítica e ir hacia propuestas concretas, buscando un desarrollo basado en la paz como situación deseada y valor predominante, en torno al cual será posible edificar el consenso cotidiano.

La gran herencia que nos dejó el pasado son la violencia y la impunidad para el transgresor, pero nosotros no podemos volver atrás, debemos avanzar y deben escucharnos los que se hacen los sordos, de lo contrario veremos aparecer allí la intolerancia y la fuerza como mecanismo de solución de problemas, lo cual ya está sucediendo y es tremendamente preocupante. No queremos más abuso, y hemos dado la lucha en el plano alto de la dignidad demostrando que somos capaces de avanzar con la fuerza de nuestras ideas. No buscamos satisfacer nuestra sed de autonomía cayendo en el odio y degenerando nuestras protestas justas en violencia física. Ya es alarmante constatar que los gobiernos han llegado al extremo de recurrir a la violencia para manifestar su desacuerdo con nuestras reivindicaciones, que dicho sea de paso es una violencia totalmente desmedida, ya que no se puede comparar armamento militar con los recursos que puede tener un comunero Mapuche.

No puedo terminar mi tema principal, la paz, sin mencionar que la tremenda marginación y lucha desigual que nos ha tocado es casi insoportable, pero el poder de nuestra convicción es más fuerte. La pregunta no es si llegaremos a ser autónomos y libres, sino de qué manera nos ganaremos esa autonomía. Nuestros antepasados no se rindieron y nosotros tampoco, ellos están aquí con nosotros y no tenemos miedo, por lo que no dudaremos nunca del sueño de libertad y autonomía, y al fin nuestra anhelada y verdadera paz, en la hermosa Araucanía y en la tierra ancestral del Wallmapu.

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