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¿América Latina sin Guerra Fría? Opinión

¿América Latina sin Guerra Fría?

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Al entrar en el siglo XXI, lo concreto era que el bloqueo aislaba económicamente a Cuba, pero también aislaba políticamente a EE.UU. en América Latina.


El anuncio de reanudación de relaciones entre EE.UU. y Cuba marca el fin de una de las tensiones interestatales más prolongadas de la historia contemporánea de América Latina.

¿Se acabaron los conflictos en la región? ¿Cuáles son las principales consecuencias de este acuerdo para el continente? ¿Se abre una nueva época en el hemisferio?

Vamos por parte.

La relación bilateral

Cuba fue uno de los últimos países en alcanzar su independencia respecto a España, a finales de los años noventa del siglo XIX. La guerra independentista fue interferida por la presencia de EE.UU. en ella, la que se superpuso sobre el anhelo nacional originario. Así, la derrota de España fue seguida de una independencia cubana, pero bajo la hegemonía estadounidense, como lo reflejó la llamada enmienda Platt.

En términos económicos, también de esa forma se garantizó el modelo agrario exportador característico de la mayoría de los países del Caribe.  El «azúcar amargo» dominó a la economía, impuso la constitución de grandes extensiones de cultivo, con escasa mano de obra, salvo en tiempos de la zafra.  Las economías azucareras se caracterizaron todas por una extrema concentración de la tierra y una mano de obra poco calificada, empleada pocos meses al año. En el otro extremo, los ingenios azucareros quedaron en manos de compañías extranjeras, muchas de ellas estadounidenses. La polarización social campeó en una sociedad donde además la discriminación racial contribuyó decisivamente.

[cita]También es evidente que el anticastrismo tipo Miami  pierde terreno. Ello será particularmente visible en la política de EE.UU. hacia América latina, donde por muchas décadas predominó una óptica que correspondía más a las visiones de Miami que a las de Washington. Desde ambas posiciones se avizora una despolarización.[/cita]

Sobre bases económico-sociales se erigieron formas políticas con distintos tonos autoritarios y escasa participación ciudadana. Así, las tareas de la plena independencia nacional, y de la construcción de democracia –dos fuertes componentes del ideario de José Martí– quedaron pendientes por muchas décadas. Hasta que la presión social estalló a mediados del siglo pasado, durante la dictadura de Fulgencio Batista, y fue encabezada, entre otros, por el Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, Raúl, Camilo Cienfuegos, Frank País y el mítico Che Guevara, además de otros.

La historia reciente es más conocida.  Nadie puede negar que la Guerra Fría metió su cola en la relación entre EE.UU. y Cuba. La crisis de los cohetes de 1962 fue su escenario cúlmine, y el pacto tácito de solución fue –según dicen– el compromiso soviético de retirar sus ojivas nucleares de la isla, y el compromiso de EE.UU. de no invadirla. Pero la cancha quedó abierta para otras formas de lucha. EE.UU. bloqueó económicamente a Cuba hasta la fecha y los cubanos se dedicaron a apoyar cuanta causa «antiimperialista» se dio en la región, incluidas varias experiencias guerrilleras.

Cuba fue expulsada de la OEA y su diplomacia no perdió oportunidad para reclamar contra el embargo en cualquier foro internacional y, de paso, apoyar todo tipo de experiencias multilaterales en las que no participara EE.UU. Desde el Movimiento de Países No Alineados hasta la más novel CELAC.

Pero la Guerra Fría concluyó a inicios de los noventa, se acabó el Pacto de Varsovia y, sin embargo, la tensión cubano-americana persistió.

¿Por qué? Buena pregunta, tema para futuros análisis, lo cierto es que EE.UU. asumió su condición de súper potencia y enfrentó desafíos fuertes en otras regiones del planeta (Asia Central especialmente, más la emergencia del terrorismo global), al tiempo que los cubanos, confrontados al fin de la cooperación socialista, tuvieron que aplicar un drástico programa de austeridad, el llamado «periodo especial». Los tiempos en que tropas cubanas operaban en África cesaron y también el temor de WDC de que desde La Habana «se exportara la revolución». Al contrario, lentamente, la diplomacia cubana fue reconstruyendo sus relaciones bilaterales en el continente con la inmensa mayoría de países, todos los cuales adherían  a «la condena al bloqueo». No solo fue normalización diplomática con América Latina, también fue cooperación para la paz y la distensión de conflictos: en varias ocasiones La Habana interpuso sus buenos oficios para solucionar diferendos entre los presidentes Chávez y Uribe, así como hoy sirve de sede para las negociaciones con las FARC.

Así, al entrar en el siglo XXI, lo concreto era que el bloqueo aislaba económicamente a Cuba, pero también aislaba políticamente a EE.UU. en América Latina.

De paso, Cuba necesitaba, como todo país, normalizar al máximo sus relaciones políticas y económicas con una economía mundial cada vez más globalizada. En ese contexto se iniciaron acercamientos, con un gran rol mediador de la Iglesia Católica, cuyos contornos aún están por develarse. Un emblemático intercambio de agentes de inteligencia retenidos en ambos países sirvió de medida de confianza mutua para el anuncio del fin del distanciamiento.

¿Se terminó el conflicto cubano-americano?

Justo es decir que se descomprimió la tensión político-diplomática, pero como el bloqueo económico necesita de una aprobación del Congreso para su derogación, lo que tenemos es que el presidente Obama ha derivado los costos de esa decisión a sus parlamentarios, y lo que allí resulte ya no es exclusiva responsabilidad de su diplomacia.

Lo cierto es que ambos países se acercan a un diálogo directo, ya sin la necesidad de buenos oficios. Eventualmente se elevarán sus respectivas «Oficinas de Intereses»  (embajadas semiocultas de hoy en día en La Habana y WDC) a rango de embajadas plenas y, con ello, la completa normalización de sus relaciones diplomáticas.

Culmina así uno de los capítulos más prolongados de tensión bilateral en el continente.

El paso dado pone fin a uno de los puntos más férreos del «antiimperialismo» duro.  Está por verse cómo reaccionan ante la nueva realidad algunos espacios construidos sobre esas definiciones: el llamado Foro de Sao Paulo y la alianza de países que conforman el ALBA. También es evidente que el anticastrismo tipo Miami pierde terreno. Ello será particularmente visible en la política de EE.UU. hacia América latina, donde por muchas décadas predominó una óptica que correspondía más a las visiones de Miami que a las de Washington. Desde ambas posiciones se avizora una despolarización.

El anuncio Obama-Raúl Castro sin lugar a dudas que influirá en otro de los conflictos que se encuentra en proceso de extinción: la guerra en Colombia.  Las negociaciones de paz que se desarrollan en La Habana, entre delegaciones del gobierno colombiano y las FARC, han avanzado mucho, no todo lo que se requiere probablemente, pero más de lo que todos imaginaban a sus inicios. La constitución de un nuevo espacio de diálogo continental va a influir en la toma de decisiones de ambas partes. El reinicio del diálogo entre la Habana y Washington evidencia elocuentemente que «la guerra ha terminado». Por cierto, el conflicto colombiano tiene orígenes y peculiaridades muy propias y no puede achacarse al clima de la Guerra Fría, pero esta le proporcionó parcialmente un buen telón de fondo.

¿Se acaban los conflictos en la región? Otra buena pregunta, y la respuesta sería sí, si es que se pensara que todos los conflictos se originasen en las tensiones de la Guerra Fría y sus herencias, pero una primera mirada indicaría que el panorama es más complejo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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