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Las noticias del 2014 para la ciencia chilena: más malas que buenas

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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Después de todo, vimos cómo el 2014 el proyecto de ministerio para el área pasó al olvido, el presupuesto vivió un nuevo año de “continuidad”, los problemas de los “inhabilitados” continúan, y la ciencia dista de formar parte de las prioridades (especialmente legislativas y de la agenda política) del gobierno. Esperemos que esta situación en algo cambie este 2015, para tener -por fin- un año verdaderamente positivo para nuestra ciencia.


Como es tradición, en estas fechas los medios realizan sus balances de lo que fue el año en diversos temas. Por ejemplo, La Tercera realizó hace pocos días un balance de lo mejor de la ciencia nacional este 2014, destacando diversas iniciativas de investigación, en la voz de expertos y autoridades en la materia.

¿Qué más podemos incluir en el balance de lo positivo para la ciencia este 2014? Sin dudas, la designación del nuevo presidente de CONICYT (Francisco Brieva, ex decano de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la U. de Chile), tras varios meses sin una autoridad definitiva en el puesto, es algo que siempre debe considerarse como positivo. El nuevo presidente de CONICYT ha mostrado además un ímpetu que hacía falta. Esto, junto a la posible restitución del consejo de CONICYT (como anunció en una reciente carta el incansable Jorge Babul, quien además este año fue invitado al programa Tolerancia Cero, en otra nota positiva para la ciencia), auguran un CONICYT un poco más protagonista respecto a las discusiones que son relevantes en el país en esta materia. Dejaremos para los próximos meses la discusión de cómo se resolverá el dilema de tener ahora dos organismos (el CNIC y CONICYT) con la responsabilidad de dar orientaciones en materias de políticas de ciencia, especialmente cuando ninguna de las dos instancias es completamente representativa del amplio espectro de los actores relevantes en la materia (ninguna integra ni a los científicos más jóvenes ni a la ciudadanía, al menos no de manera activa, y las miradas de ambos organismos respecto a la ciencia, serán indudablemente diferentes). Podemos sumar también a la lista del saldo positivo una creciente preocupación por la situación de la ciencia en regiones, incluyendo algunas medidas anunciadas por Brieva en un medio nacional hace algunos días.

¿Qué podemos mencionar en el saldo negativo que nos deja este 2014 en materia de ciencia? No es muy difícil empezar. El año comenzó con noticias bastante desalentadoras: todo hacía indicar que el proyecto que creaba el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Innovación y Educación Superior no vería la luz, pese al mayoritario consenso y al apoyo que autoridades, académicos y organizaciones habían dado a la propuesta de la comisión asesora presidencial creada durante el gobierno anterior. En lo que a estas alturas parece un déjà vu, el reciente reporte de la OECD sobre indicadores de ciencia, tecnología e industria (Noviembre, 2014) reitera la necesidad de mejorar la gobernanza del sistema nacional como uno de los puntos “calientes” de la situación científica nacional, recogiendo una vez más la idea de crear un ministerio dedicado a estas materias.

[cita] Después de todo, vimos cómo el 2014 el proyecto de ministerio para el área pasó al olvido, el presupuesto vivió un nuevo año de “continuidad”, los problemas de los “inhabilitados” continúan, y la ciencia dista de formar parte de las prioridades (especialmente legislativas y de la agenda política) del gobierno. Esperemos que esta situación en algo cambie este 2015, para tener -por fin- un año verdaderamente positivo para nuestra ciencia. [/cita]

La ciencia nacional requiere no sólo institucionalidad, sino que también recursos. En este sentido, las noticias también fueron desalentadoras. Las informaciones de prensa anunciaron que el presupuesto para la ciencia sería “de continuidad” este 2015. Como anunciaba el mismo medio, “Conicyt, en general, crece 0,2% y la Iniciativa Científica Milenio (ICM) cae 10%.”. Esto, pese a que el presupuesto global del sistema de innovación creció un 14%. La decisión resulta inentendible cuando el reciente reporte de la OECD vuelve a confirmar que nuestro país es el que posee la menor inversión en I+D del grupo, permaneciendo estancada bajo la línea del 0,39% del PIB en los últimos años, y dejándonos detrás de países vecinos. Incluso José Miguel Benavente, uno de los nombres respetados en esta materia, advirtió de peligro de quedar rezagados a nivel regional, en una entrevista en el Diario Financiero.

La investigación científica chilena es sustentada también por la labor fundamental de miles de estudiantes e investigadores de postgrado. Las noticias para nuestros jóvenes este 2014 estuvieron lejos de ser positivas. Los más de 1300 “inhabilitados” por CONICYT (cifra entregada en Septiembre por un reportaje de La Segunda) aún no reciben una respuesta satisfactoria a su problema. Hace sólo unas pocas semanas, este grupo entregó una carta a la Presidenta Bachelet, buscando respuestas y -más importante aún- soluciones. Sin embargo, las malas noticias no son sólo para ellos. Los miles de jóvenes que se encuentran realizando (o que han finalizado recientemente) estudios de postgrado (especialmente de Doctorado), comienzan a ver con creciente pesimismo su futuro laboral. La discusión sobre la inserción laboral de investigadores lleva ya algunos años; sin embargo, poco se ha avanzado al respecto. Un reportaje de La Tercera abordó recientemente este tema, haciendo eco de un artículo que estimó el número de doctores que se graduará en los próximos años. Lo que en principio podría considerarse una positiva noticia (la duplicación en el número de doctores al 2018), amenaza con convertirse en un serio problema, y la situación parece ser peor que lo que indica el reportaje. El número de graduados de doctorado que no encuentran una estabilidad laboral por la vía de las becas de postdoctorado crece cada año; en efecto, el número de postulantes a las becas de postdoctorado ya supera al del número de graduados de doctorado (los que no se adjudican becas de postdoctorado no fueron incluidos en el cálculo del 60% de “reciclaje” del que habla el reportaje de La Tercera). Los investigadores que se encuentran en el extranjero ya comienzan a manifestar tanto su preocupación como la necesidad de modificar los conceptos de “retribución”, reformas que debieran ser también extensivas a doctores graduados de universidades nacionales.

Todas estas malas noticias nos hacen volver la mirada al futuro de la política científica del país. Si es que hay una, claro. Si bien algunos cuestionan el interés que habría de parte de autoridades al respecto, el CNIC parece tener otra opinión, y las definiciones estratégicas del organismo para el período 2014-2017 amenazan con regresar al discurso “economista” de la ciencia vinculada principalmente a las necesidades del sector productivo, esta vez bajo la consigna de la ciencia “orientada por misión” (y amenazando con descuidar la investigación motivada por curiosidad, fundamental para entender nuestro mundo, generar conocimiento y también muchas “aplicaciones”). Pero, a fin de cuentas, algo de razón hay detrás de la pregunta de si existe interés por una política científica. Después de todo, vimos cómo el 2014 el proyecto de ministerio para el área pasó al olvido, el presupuesto vivió un nuevo año de “continuidad”, los problemas de los “inhabilitados” continúan, y la ciencia dista de formar parte de las prioridades (especialmente legislativas y de la agenda política) del gobierno. Esperemos que esta situación en algo cambie este 2015, para tener -por fin- un año verdaderamente positivo para nuestra ciencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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