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¿A quién sirve la UC? ¿A Chile o al negociado? Opinión

¿A quién sirve la UC? ¿A Chile o al negociado?

L. Santander, M. Escobar, F. Correa y Plataforma Crecer
Por : L. Santander, M. Escobar, F. Correa y Plataforma Crecer CT Humanidades, Pte. CC.EE. de Ciencia Política, Pte. CC.EE. de Historia y Organización Política.
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Así como se pensó el modelo neoliberal desde esta Universidad, también se puede pensar otro modelo basado en la justicia, cooperación, respeto e igualdad, un modelo para los chilenos y chilenas, para las grandes mayorías de nuestro país.


Durante el último tiempo, el caso Penta ha removido el escenario nacional y despertado el rechazo casi unánime de la opinión pública. Y para muchos, no ha pasado inadvertido que la mayoría de los involucrados en este caso de corrupción, tanto políticos como empresarios, sean profesionales egresados de la PUC. En este contexto, la Consejera Superior de la Universidad Católica, Natalia Valdés, entró al debate publicando el 10 de marzo, a modo de respuesta a una columna de Alberto Mayol, una columna en El Mostrador en la cual defiende el aporte de la UC a Chile, descartando la relación entre el origen profesional de los vinculados a este caso y el cuestionamiento hacia la moral de la Universidad Católica. Para ello, destaca el aporte al país de muchos de sus egresados y proyectos nacidos en su seno. Y efectivamente es así. El aporte de muchos de los egresados de las aulas de la UC es innegable, así como tampoco se puede desconocer que un número importante de estudiantes de esta casa de estudios trabajan en proyectos sociales de diverso tipo, que buscan atacar problemáticas que nos aquejan como sociedad.

Sin embargo, lo anterior no significa que la UC, como casa de estudios, esté al servicio de las mayorías de Chile.

Se trata, antes bien, de una universidad que después de vivir un corto proceso de democratización interna y apertura, entre 1967 y 1973, se transformó en la institución desde la cual se lanzó el modelo neoliberal impuesto por la dictadura a través de la aplicación de las políticas de shock  y siguiendo las recetas de los Chicago Boys; de una Universidad que dice tener un rol público, pero que hasta hoy, en su labor académica y participación en la vida nacional, cumple un papel funcional a una élite empresarial y un modelo de mercado; de una institución de educación superior que se niega a debatir sobre aborto o matrimonio homosexual. Prefiere, en cambio, defender la moral oficial de la Iglesia, sin siquiera dar cabida a otras formas más abiertas de comprender la catolicidad.

[cita] A la luz de los hechos que hoy vivimos a través de casos como Penta y otros tantos que menciona Mayol, el relato oficial de la UC (aquel que reproduce en las mallas de carreras como Ingeniería Comercial y Derecho) no tiene un correlato en un real aporte a las necesidades de las mayorías del país, sino que es funcional a un sector privado y a una clase empresarial determinada y reducida. Por supuesto que no todos los egresados de esta universidad son como estos imputados por la justicia, pero no podemos no reconocer que en nuestra formación hay muchas preguntas ausentes, y otras tantas que admiten un sólo tipo de respuesta.[/cita]

Y sobre todo esto, los estudiantes de la UC tenemos mucho que cuestionar y que decir.

Entre otras, porque hoy el debate sobre educación traspasó las temáticas relacionadas con la gratuidad y fin al lucro. Hoy nos estamos haciendo cargo del impacto de las lógicas de mercado en la definición del tipo de profesionales que se está formando, qué investigación y qué conocimiento se está generando. Como sabemos, y bien explica Natalia Valdés, el día de hoy el interés privado ha superado al interés general por el bien común, y nuestra Universidad no ha sido la excepción. La estructura actual de competencia entre instituciones educativas, sumada al compromiso histórico de la UC con el modelo neoliberal y de sus representantes políticos y económicos, hacen que el conocimiento se ponga al servicio de los grandes empresarios de nuestro país a través de la venta de servicios.

A la luz de los hechos que hoy vivimos a través de casos como Penta y otros tantos que menciona Mayol, el relato oficial de la UC (aquel que reproduce en las mallas de carreras como Ingeniería Comercial y Derecho) no tiene un correlato en un real aporte a las necesidades de las mayorías del país, sino que es funcional a un sector privado y a una clase empresarial determinada y reducida. Por supuesto que no todos los egresados de esta universidad son como estos imputados por la justicia, pero no podemos no reconocer que en nuestra formación hay muchas preguntas ausentes, y otras tantas que admiten un sólo tipo de respuesta.

Esto el gran empresariado lo sabe. La mejor evidencia de ello son los grandes aportes que hacen a las Universidades del país. En particular, la PUC, entre el 2007 y 2011, recibió un total de $23.404.367.411 de pesos chilenos por parte de grupos privados, siendo Minera Los Pelambres (del grupo Luksic) con $2.409.391.045 de pesos, Celulosa Arauco (del grupo Angelini) con $2.009.772.735 de pesos y Compañía de Petróleos de Chile COPEC (del grupo Angelini) con $1.799.000.592 de pesos, las empresas que se caracterizan por ser las mayores aportantes. Creemos necesario problematizar la naturaleza de este aporte, pues no es casualidad que los grupos económicos más privilegiados de nuestro país dirijan sus donaciones a nuestra Universidad, conscientes de la necesidad de dirigir nuestro conocimiento y formación de profesionales hacia la reproducción del modelo actual.

Toda institución educativa genera, ya sea en la forma de conocimiento o profesionales, un output, un producto, pero esto no significa realmente que esté al servicio de las necesidades de su entorno. O, al menos, no de la totalidad de su entorno. Lo anterior nos hace preguntarnos: ¿la UC sirve a Chile?, ¿qué personas sirvieron y sirven a Chile?, ¿quiénes son los empresarios y políticos a los cuales alude Natalia Valdés?, ¿qué servicios realizan y a qué Chile?

Frente a lo anterior, hacemos un llamado a reconocer la responsabilidad histórica que tiene nuestra Universidad con el actual modelo político de democracia protegida, que ha postergado la democratización y participación política activa de nuestro país y  con el modelo económico y social, que ha llevado a niveles críticos de desigualdad y segregación. No podemos ignorar que fue desde nuestras propias aulas donde se pensaron primero y aplicaron luego dichos modelos. Es por eso que hoy urge organización en nuestra Universidad, para que académicos, trabajadores y estudiantes seamos capaces de redireccionar el rumbo actual de la UC.

Así como se pensó el modelo neoliberal desde esta Universidad, también se puede pensar otro modelo basado en la justicia, cooperación, respeto e igualdad, un modelo para los chilenos y chilenas, para las grandes mayorías de nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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