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«Reloj, no marques las horas»: Cómo vencer el estrés del tiempo para ganar más salud

Elizabeth Santángelo
Por : Elizabeth Santángelo Integrante del Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana en Argentina.
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“Bajar un cambio” nos hace libres, aunque también responsables, pensantes y por encima de todo, nos ayuda a superar el tabú cultural de que ser “lento”, puede ser sinónimo de alguien con pocas luces o incapaz.


Tiempo – Límite – Atraso…

Todo eso hace pensar que se vive apurado, que la velocidad es importante, pero que también perjudica para la reflexión u oración, piensan unos. Para demostrar que se está activo y vigente “no se debe hacer las cosas despacio”, piensan otros.

Recuerdo que en el ámbito de la publicidad, donde trabajé por más de 15 años, casi al terminar la jornada, comenzaba el apuro por entregar a los medios, los avisos y videos que debían llegar en “tiempo y forma” para diarios, radios y televisión.

En algunas oportunidades, el trabajo presentaba obstáculos propios de la ansiedad y del descontrol. El estrés y la tensión no dejaban de estar presentes.

El jefe a menudo decía: “Lo necesito para ayer”.

La velocidad excesiva muchas veces impide tomarse el tiempo para pensar. Un reloj no tiene poder para gobernar la vida, el pensamiento ni tampoco nuestra salud.

Carl Honoré en su reflexión sobre la importancia de la lentitud afirma: “La lentitud nos devuelve una tranquilidad y un ritmo pausado que nos permite ser más creativos en el trabajo, tener más salud y poder conectarnos con el placer y con los otros”.

Huir de la dictadura del reloj no es indicativo de ser irresponsable en el cumplimiento del deber con el trabajo, sino encontrar un equilibrio justo y el beneficio para el bienestar y la salud.

Considero acertado el concepto que vierte Mary Baker Eddy en su libro Ciencia y Salud respecto a lo que significa contemplar un día libre de limitaciones: “Los objetos del tiempo y del sentido desaparecen en la iluminación de la comprensión espiritual, y la Mente, mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado”.

Ser reflexivos y no impulsivos nos ayuda a recobrar un ritmo normal. Privilegiar la calidad y no la cantidad de horas que dedicamos a cualquier tarea y permitirnos disfrutar de todo lo que hacemos, influye notablemente en la salud mental.

“Bajar un cambio” nos hace libres, aunque también responsables, pensantes y por encima de todo, nos ayuda a superar el tabú cultural de que ser “lento”, puede ser sinónimo de alguien con pocas luces o incapaz.

A muy pocos les gusta esperar, pero la espera no es sinónimo de perder tiempo sino de ganarlo con serenidad y paciencia.

Admirando un paisaje de mi ciudad, me di cuenta que uno no lo describe a través de las dimensiones de altura o longitud, sino por su belleza, vegetación y su río. Si hubiera estado apurada tal vez habría perdido la oportunidad de contemplarlo desde ese marco.

En otro aspecto, los cánones de belleza han ido cambiando con el paso del tiempo. Antes el concepto común de una mujer bella no era la delgadez como en la actualidad, pero sin embargo, mucho se habla de lo que expresaban sus rostros, la mirada profunda, el color y matices de sus cabellos. Esto no lo medía ningún elemento material ni quirúrgico, sino que era la belleza interior lo que contaba.

Tal vez contemplar esta belleza alejada del paso del tiempo hace que apreciemos la juventud eterna, la que no depende de ninguna estructura corporal.

La serenidad, la calma, la reflexión hacen mucho por la belleza y posibilitan contemplar la vida desde un ángulo diferente. Comprobarlo puede ser el comienzo de una experiencia feliz y placentera.

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