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El duopolio: el brazo político del dispositivo antidemocrático que rige Chile

Ricardo Camargo
Por : Ricardo Camargo Profesor Investigador. Facultad de Derecho Universidad de Chile.
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El escenario político actual es complejo, pero en cierta medida –que explicaré a continuación– promisorio, si se lee como un oportunidad para las fuerzas sociales y políticas que bregan por profundizar la democracia y han venido luchado en las calles para que la ciudadanía resuelva en qué tipo de sociedad quiere vivir, qué tipo de educación dar a sus hijos, qué tipo de constitución debería regir los destinos de la república. ¿A qué se debe este (moderado) optimismo? La respuesta es simple: hoy como nunca comenzamos a ver con claridad cómo han operado las fuerzas hegemónicas que han impedido por años que la democracia ejerza su rol. Vivir en la realidad, aunque dura, es siempre mejor que habitar la ilusión. Veamos.

Lo que se ha dado en llamar “la crisis del financiamiento irregular de la política”, expresada a partir de los casos Penta, Cabal, SQM, Aguas Andina, Corpesca y ahora último Codelco, ha mostrado por fin su real naturaleza: lejos de ser un crisis ética de la política que supondría el mero desvío de algunos –los corruptos– del curso normal del ejercicio virtuoso de la actividad pública, lo que se ha evidenciado es el funcionamiento de un dispositivo de poder regular –léase habitual– que ha operado eficientemente en la mantención de la gobernabilidad democrática post-Pinochet. Un dispositivo de poder acerado que ha vinculado de manera sistemática a los más importantes grupos económicos del país con la actividad de las principales coaliciones políticas de Chile: La Concertación, de centro-izquierda –hoy Nueva Mayoría–, y la Alianza por Chile, de centro-derecha.

[cita]Estamos en presencia en definitiva, de un dispositivo político-empresarial que ha operado como el gran hegemón antidemocrático en el Chile actual. Insistamos con fuerza en esto, lo que comienza a develarse hoy por hoy en la llamada “crisis de la política” no es más que la operatoria fáctica de un dispositivo de poder transversal (de centro izquierda y derecha unidas, parafraseando a Parra) que ha mantenido capturada la política democrática en este país desde los noventa hasta la actualidad.[/cita]

Subrayémoslo. Lo que estamos presenciado es la evidencia de un dispositivo cuyo brazo político ha sido el duopolio gobierno-oposición, regido por un mismo modus operandis que lo unifica casi a nivel de indistinción, a saber: ser financiado regularmente por grupos económicos que operan al margen del escrutinio público, alejados de un marco regulatorio explícito y en pos de sus intereses económicos particulares.

¿Qué consecuencias políticas se pueden extraer de esto? Varias, pero la más importante, me parece, tiene que ver con el carácter de la democracia que habitamos. En efecto, frente a la pregunta de qué explica que la democracia post-Pinochet no haya podido nunca deliberar sobre reformas estructurales que impliquen visiones políticas antagónicas a las sostenidas por el establishment político-económico hegemónico, tales como la negociación colectiva por rama de actividad o más recientemente un sistema estatal de educación pública, gratuito y de calidad, la respuesta ya no bastará sólo buscarla en los “enclaves autoritarios” (Garretón) o en los “cerrojos” (Atria) de la Constitución (para nombrar dos de las tesis preferidas por los politólogos). Habrá ahora que mirar a la colusión de intereses que habitan el dispositivo de poder referido que –cual eficiente maquinaria de control– nos ha gobernado ex-profeso, sin excusas estructurales, en el “equilibrio” y el “consenso”, concordante y en estricta defensa de sus intereses dominantes.

Más grave aún, lo que observamos es el despliegue de un dispositivo que ha colonizado el sistema de partidos –esencial para una democracia real– mediante la captura del duopolio Concertación-Derecha, el que supeditado financieramente a los intereses de los grandes grupos económicos ha devenido en cómplice funcional de aquellos –Los Ponce Lerou  y cía– que nunca han estado interesados en la democracia para Chile.

Estamos en presencia en definitiva, de un dispositivo político-empresarial que ha operado como el gran hegemón antidemocrático en el Chile actual. Insistamos con fuerza en esto, lo que comienza a develarse hoy por hoy en la llamada “crisis de la política” no es más que la operatoria fáctica de un dispositivo de poder transversal (de centro izquierda y derecha unidas, parafraseando a Parra) que ha mantenido capturada la política democrática en este país desde los noventa hasta la actualidad.

Afirmamos, sin embargo, que este develamiento abre una oportunidad para las fuerzas democráticas, para la ciudadanía honesta. Lo decimos porque se hace posible como nunca antes trazar una frontera política clara que distinga entre los que están por el ejercicio efectivo de la democracia, por someter a deliberación y definición democrática los cambios –muchos de ellos estructurales– que se han demandado por años en las calles del nuestro país, y aquellos otros que habitan el duopolio y han vivivido de las prebendas que por décadas les han otorgado los financistas de los “patios trasero de la democracia”,  ¿a cambio de qué?:  de evitar el ejercicio efectivo de la democracia, esto es: que a la ciudadanía se le impida decidir qué educación quiere tener (¿gratuita y estatal o privada?) , qué salud aspira (¿pública o de Isapres?), que sistema de pensiones desea (¿sistema estatal de reparto o de AFPs?), qué tipo de negociación colectiva requieren los trabajadores (¿por rama o por empresa?). Ese es el precio cobrado por los grupos económicos para financiar la política de un duopolio presto y ávido a recibir recursos irregularmente habidos y así activamente hacer su parte. Que nadie se llame a engaño en esto.

Se trata por cierto de una oportunidad para la democracia y los demócratas. Habrá, sin embargo, que tener el coraje de denunciar al duopolio, a sus dirigentes seudodemócratas y a sus financistas que tras bambalina y de manera sistemática (en ningún caso esporádicamente, y de ahí su gravedad) han abogado por la antidemocracia. Tengámoslo claro, no se puede pretender que desde el duopolio (Concertación-Alianza por Chile), mediante un acto de birlibirloque, se lleve a cabo esta tarea urgente para rescatar la democracia de sus captores. No más engaños. Es la ciudadanía honesta, los movimientos sociales diversos, los que deben encontrar nuevas formas de organizar y representar políticamente su descontento, trazando claramente la frontera que los separe de aquellos que han habitado el dispositivo de poder antidemocrático más obscuro que ha conocido la historia política chilena y que en buena hora comienza a develarse como un espectro agrio y fétido tras las nieblas fácticas en que ha pernoctado. Esa es, la tarea democrática del momento. Y claro que se puede!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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