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El retorno de la “vieja guardia” y la estrategia del New Deal Opinión

El retorno de la “vieja guardia” y la estrategia del New Deal

Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctorando en Sociología, Goldsmiths, University of London. Editor Otra Frecuencia Podcast.
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La publicación vía Twitter de Alejandro Navarro (MAS), en donde se destacaba una lista con los parlamentarios que habrían recibido donaciones reservadas con la frase “los senadores que recibieron donaciones secretas deben sincerar si las pesqueras los financiaron”, era el acontecimiento preciso para poner en práctica el denominado “Pacto de Disciplina”. Comienza de esta forma la práctica de un ostracismo dispuesto a expulsar del pacto a cualquier voz disidente que intente replicar la implacable orientación conservadora que hoy por hoy hegemoniza la conducción gubernamental.


Corría el año 1932. La victoria electoral obtenida por el candidato demócrata, Franklin D. Roosevelt, en los comicios presidenciales de EE.UU., no era más que el resultado de una de las campañas electorales más emblemáticas de las que se recuerden en dicho país. Un Nuevo Trato para el pueblo estadounidense, era la fórmula que proponía Roosevelt para salir de la Gran Depresión. En ese entonces –y tal como ha destacado el historiador Eric Hobsbawm en su brillante Historia del siglo XX– “la economía capitalista mundial pareció derrumbarse en el período de entreguerras y nadie sabía cómo podría recuperarse”.

Son pocos los pasajes historiográficos donde se comenta el estupor que en ese momento mantenían las elites políticas, económicas y académicas. Se comenta que aquel síntoma era tan profundo, que los economistas estadounidenses viajaban al otro extremo del mundo para estudiar las recetas aplicadas por la URSS, debido a que este país había resistido idóneamente los efectos de la crisis económica planetaria, cuestión que a su vez le permitía entrar de manera imponente en el escenario geopolítico mundial. La receta bolchevique asociada a los famosos “Planes Quinquenales”, se vería transmutada en América en la conformación de un Estado Benefactor que lograría mitigar la profunda crisis social que en ese entonces arreciaba en el país del norte.

El sentido de esta breve reseña no es generar una alarma innecesaria sobre eventuales “desastres económicos” y sus posibles recetas de superación (podemos dejarles ese rol al empresariado, la derecha política y a los editoriales del duopolio que aún predomina en la prensa escrita). Por el contrario, esta breve ilustración tiene como finalidad reflexionar sobre nuestro escenario político actual; en particular, sobre el retorno hegemónico de la “vieja guardia” y la aplicación de lo que en la interna oficialista se ha dado en denominar el “New Deal”.

El Nuevo Trato criollo fue diseñado conjuntamente, tanto por el Comité Político de La Moneda (liderado por el ministro del Interior, Jorge Burgos, y el subsecretario de la misma cartera, Mahmud Aleuy) como por los presidentes de los principales partidos que hoy controlan la conducción de la Nueva Mayoría –Jorge Pizarro (DC), Isabel Allende (PS) y Jaime Quintana (PPD)–. La estrategia, se sustenta en cuatro pilares básicos: 1) priorizar la agenda de Gobierno; 2) controlar las expectativas producidas por las reformas; 3) cerrar las puertas a todo compromiso programático; y 4) aplicar un férreo “Pacto de Disciplina” al interior del oficialismo.

[cita] En los 20 días que transcurrieron desde la renuncia de Jorge Insunza (7 de junio) hasta la realización del segundo cambio de gabinete de la presente administración (27 de junio), hubo evidentes muestras de la orientación conservadora asumida por la Nueva Mayoría. Baste mencionar tres casos representativos: 1) la presentación de los ministros de Hacienda, Rodrigo Valdés, e Interior, Jorge Burgos, en Icare; 2) el discurso de Isabel Allende presidiendo el último Comité Político del Partido Socialista; 3) el inminente destierro del vicepresidente del Senado, Alejandro Navarro, del pacto gobernante. [/cita]

Lo interesante en la revelación de este “telón de fondo” estratégico –cuestión que debemos al reportaje de F. Artaza, A. Trujillo & G. Faúndez, aparecido en la sección Reportajes de La Tercera el domingo 28– es que permite observar coherentemente la plena correspondencia entre las diversas señales emanadas por el oficialismo tras el retorno triunfal de la “vieja guardia” a la conducción gubernamental, en el contexto del cambio de gabinete oficiado el pasado lunes 11 de mayo. Baste recordar las imágenes difundidas en ese entonces, las cuales habían sido tildadas de “dramáticas” por los medios. Por un lado, ofrecían el registro de una Mandataria “perdida” entre los políticos que llenaban el Salón Montt Varas. Por el otro, mostraban el efusivo abrazo entre el otrora “delfín político” de Michelle Bachelet, Rodrigo Peñailillo, y el personaje que había orquestado su salida, el ex timonel del PS, Osvaldo Andrade.

En este contexto, la puesta en marcha liderada por el recién ascendido ministro del Interior, Jorge Burgos, no se hizo esperar. Un día después de haber asumido el cargo declaraba: “No me gustan las retroexcavadoras, porque andan para atrás y creo que este país necesita ir para adelante”. La orientación era bastante clara, sin embargo, el despliegue táctico debía esperar.

Un nuevo “impasse” en el ámbito de las designaciones ministeriales remecía al mundo político. La nueva cabeza de la Secretaría General de la Presidencia, Jorge Insunza (PPD), caía en el fango de las denuncias de corrupción. Tal como lo indicase en este mismo medio Pedro Santander, a través de un análisis que consideraba los informes que el mismo ex ministro había publicado en su página web tras el develamiento, “[Jorge Insunza] en tanto fue diputado de la República recibió pagos del grupo Luksic; cuando dejó de serlo, dejó también de recibir dinero. En efecto, de acuerdo con lo que él mismo publica en su página, no hay evacuación de informes para Antofagasta Minerals durante el 2010-2013, período en que no ejerce como legislador, pues no logró cupo parlamentario en las elecciones de diciembre de 2009”.

Una pieza clave en la ejecución del New Deal criollo terminaba enlodada, al igual que varios de sus correligionarios. El plan –a pesar del “impasse”– debía proseguir su marcha. Con las semanas, la estrategia podría incluso perfeccionarse.

En los 20 días que transcurrieron desde la renuncia de Jorge Insunza (7 de junio) hasta la realización del segundo cambio de gabinete de la presente administración (27 de junio), hubo evidentes muestras de la orientación conservadora asumida por la Nueva Mayoría. Baste mencionar tres casos representativos: 1) la presentación de los ministros de Hacienda, Rodrigo Valdés, e Interior, Jorge Burgos, en Icare; 2) el discurso de Isabel Allende presidiendo el último Comité Político del Partido Socialista; 3) el inminente destierro del vicepresidente del Senado, Alejandro Navarro, del pacto gobernante.

En el primer caso –el encuentro que se ha convertido en el espacio privilegiado para que los gobiernos reciban el beneplácito (Lagos) o la indiferencia (Arenas) del empresariado–, los líderes gremiales aplaudieron las exposiciones de los nuevos ministros. Las palabras del timonel de la Cámara Nacional de Comercio (CNC), Ricardo Mewes, eran claras al respecto: “Me voy tranquilo y conforme. [Los ministros] pusieron paños fríos a la forma en que se están llevando a cabo los procesos”.

En el segundo, el discurso de una de las pocas figuras oficialistas que aún retiene ciertas cuotas de capital político, Isabel Allende, hacía un llamado a la “cordura”: “Digámoslo con franqueza: el Gobierno y el proyecto que este representa enfrenta momentos de debilidad. Los socialistas debemos hacernos cargo de este escenario y actuar en consecuencia. Ha disminuido el apoyo al Gobierno y es más complejo impulsar un programa de transformaciones en un marco de descrédito, como el que actualmente existe entre la política y sus representantes”.

En el tercer caso, la publicación vía Twitter de Alejandro Navarro (MAS) en donde se destacaba una lista con los parlamentarios que habrían recibido donaciones reservadas –incluyendo varios nombres pertenecientes a la Nueva Mayoría– con la frase “los senadores que recibieron donaciones secretas deben sincerar si las pesqueras los financiaron”, era el acontecimiento preciso para poner en práctica el denominado “Pacto de Disciplina”. Comienza de esta forma la práctica de un ostracismo dispuesto a expulsar del pacto a cualquier voz disidente que intente replicar la implacable orientación conservadora que hoy por hoy hegemoniza la conducción gubernamental. La expulsión de Navarro se concretó ayer.

En definitiva, son estos los antecedentes que cobijan la escena del último cambio de gabinete. El movimiento social por la educación, y especialmente el movimiento de profesores, deberán profundizar la astucia demostrada hasta ahora ante los nuevos cambios realizados en la dirección del Mineduc, encabezada de ahora en más por la emblemática figura concertacionista, Adriana Delpiano.

La misma astucia deberán desarrollar las fuerzas de cambio ante el New Deal ejecutado por el apabullante retorno de la “vieja guardia”.

Todo parece indicar que el “canto de cisne” de la Nueva Mayoría comienza a producir nuevas resonancias de cara al segundo semestre del año.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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