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¿Qué pasó Presidenta?

Gabriel Graus
Por : Gabriel Graus Director asociado de Humano Comunicaciones
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«El desprestigio de la clase política es transversal, pero habrá que esperar el desarrollo de los acontecimientos para comprobar en qué termina la caída libre de Bachelet, porque hasta el momento, ni su carisma y simpatía le han dado réditos».


Michelle Bachelet Jeria es sin duda uno de los fenómenos políticos más interesantes del último tiempo. Y lo es más aún si se piensa que no proviene del mundo político, aunque milite en un partido. Su carrera la inició basada en su pasado, como hija de un general de la República asesinado por la dictadura, su exilio y su capacidad de no anclarse en ese pasado para incursionar en el mundo público.
Una vez instalada en la vitrina, hace uso del que sea tal vez su capital más valioso, su encanto personal y carisma, con el que puede permanecer al margen de la coyuntura y permitiéndole situarse muchas veces por sobre la contingencia. Además, su paso por el ministerio de Defensa fue decisivo, ya que no es menor ser la Ministra de los “herederos” de Pinochet, lo que le concede un aura que engrandece su imagen.

Su cercanía y simpatía natural son razones que, entre otras, le abren el camino hacia la carrera presidencial. Su primer mandato parte con la valiosa herencia de la Concertación y un buen momento económico, con alto precio del cobre y de otros commodities, además de expectativas optimistas relativas al futuro del país. No obstante, al poco tiempo de gobierno recibe un golpe inesperado, “La Revolución Pingüina”, que marca una fuerte inflexión en su aprobación pero logra superar el incidente y ni siquiera el fracaso del Transantiago, del que dijo posteriormente que tenía la intuición de no implementarlo, logra mermar su apoyo, finalizando ese mandato con una aprobación histórica del 84%, para luego partir a dirigir ONU mujeres.

En ese tiempo su figura se engrandeció y desde ya se pensó en su reelección, con varios partidos pidiendo que fuera la abanderada que sucedería al gobierno de Sebastián Piñera. Sin embargo, a lo largo del tiempo mantuvo la incógnita sobre su aceptación. En su regreso al país, aceptó el desafío de encabezar la candidatura presidencial y previas primarias, aseguró la reelección en razón del enorme apoyo que concitaba, pues se convertirá en la Presidenta representando a la recién formada Nueva Mayoría, que a los partidos de la Concertación, sumó al Partido Comunista.

No obstante a ese apoyo, Bachelet en cierto modo abandonó a los partidos políticos y se encerró en su círculo de hierro, lanzándose en un camino refundacional a través de diversas reformas que al parecer no encajan con el gran colectivo, que ve grandes improvisaciones. Todo esto en medio del “Mesianismo” de algunos de sus partidarios, lo que al parecer crea anticuerpos en el ciudadano medio, no aquella masa que se manifiesta y grita en las calles. Además, algunos de sus aliados, con soberbia, amenazan con descabezar el modelo y crean mayores desconfianzas. En ese escenario, la Presidenta no habla.

Ante tal situación, la ciudadanía empieza a dudar cuando se deben introducir cambios en las reformas recién aprobadas, cuando ve la improvisación en la premura por sacarlas; luego vienen los escándalos, tanto de la Derecha (Penta, SQM) como en la coalición oficialista. Uno de ellos el Caso Caval, que involucra a su hijo y ella no se pronuncia sino hasta mucho más tarde. Las encuestas reflejan un deterioro importante y para colmo viene la tardía resolución de remover de su cargo al Ministro del Interior, considerado su hijo político, por lo que la caída es ahora estrepitosa.

Sin duda el mutismo de la Mandataria y las desacertadas medidas que debió corregir a tiempo generaron en sus adherentes una gran desconfianza, y ni siquiera la Copa América, con triunfo incluido, en el que sí apareció apoyando y visitando el camarín, lograron revertir la tendencia, menos ahora que la economía marcha lento, crece el desempleo, y las expectativas son negativas.

Por otro lado, se esperaba que el cambio de gabinete y el aviso público hecho por ella misma donde reconoció que las reformas deberán tomar otro ritmo -en razón del momento económico-, pudieran revertir la tendencia. De todas maneras, si bien se instalan a dos nuevos e importantes ministros, mover otras piezas (secretarios de Estado) de lugar en el mismo tablero no asegura un nuevo ritmo, por lo que las reacciones no se hicieron esperar.

Por tales razones y otras, el desprestigio de la clase política es transversal, pero habrá que esperar el desarrollo de los acontecimientos para comprobar en qué termina la caída libre de Bachelet, porque hasta el momento, ni su carisma y simpatía le han dado réditos. Por consiguiente, si en esta disyuntiva me preguntan a mí, “yo, paso”.

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