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Acortar las carreras: la Reforma ausente

Diego Salvatierra
Por : Diego Salvatierra Master en Educación, enfocado en Aprendizaje, Diseño, y Tecnología, Stanford University
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El universitario promedio en Chile egresa recién tras 13 semestres. Entre cambios de carreras, años de atraso, y la excesiva duración formal de las carreras, algunos pasan diez años en la universidad. Si bien reconoce el problema, el nuevo documento del Mineduc no propone nada para solucionarlo. Eso es incomprensible: el costo para el país es real, enorme, y debiera ser un escándalo, no una última prioridad. Acortar las carreras por dos años impulsaría la economía y la innovación. Los jóvenes ganarían tiempo y libertad. Esto va de la mano con cambiar nuestro sistema profesionalizante e inflexible. Necesitamos más iniciativas como College UC—o mejor aún, una reforma general real.

El ahorro de acortar las carreras sería importante. El 2014, el arancel promedio fue de $2.507.688. Si acortamos todas las carreras a 4 años, ahorraríamos más de cinco millones por universitario. De implementarse la gratuidad, le ahorraríamos gastos al Estado. Además, le daríamos un respiro a los estudiantes, quienes podrían empezar a generar ingresos antes. Esto sería en una escala capaz de ayudar a la economía: Chile tiene 640.000 estudiantes universitarios. Si al acortar las carreras por dos años liberamos a un tercio de estos, agregaríamos a más de 200.000 trabajadores capacitados a la fuerza laboral.

No quiero hablar sólo de plata, como muchas veces hacemos en nuestros debates de educación. Hablemos de calidad. El argumento del Mineduc en contra de acortar carreras es que la larga duración se debe a la débil preparación que reciben los estudiantes en la enseñanza media. Puede que esto explique la extensión real por sobre la formal, pero no justifica la excesiva duración formal en sí. Si algunos estudiantes llegan mal preparados, debemos ayudarlos con cursos de nivelación, no obligar a todos a aguantar dos años innecesarios.

[cita] Con menos años de universidad, ¿arriesgamos tener profesionales mal preparados? No. Estados Unidos funciona bien con profesionales con sólo cuatro años de preparación. El Reino Unido incluso tiene pre-grados de tres años. Esto se hace posible al abandonar la ilusión de las profesiones. Hoy es obsoleto impartir una “profesión” incambiante. [/cita}

Con menos años de universidad, ¿arriesgamos tener profesionales mal preparados? No. Estados Unidos funciona bien con profesionales con sólo cuatro años de preparación. El Reino Unido incluso tiene pre-grados de tres años. Esto se hace posible al abandonar la ilusión de las profesiones. Hoy es obsoleto impartir una “profesión” incambiante. No tenemos que enseñarles “todo” a los estudiantes para que puedan ser buenos ingenieros, empresarios, o periodistas, porque ese “todo” ya no existe. El mercado laboral cambia tan rápido, y la gente se mueve tanto dentro de este, que es imposible prepararse en 6 años para una carrera de toda la vida.

Aunque no soy partidario de que todo lo que viene de EEUU, su educación superior es un caso a destacar. Allá es considerado un valor en sí mismo el leer filosofía y literatura, e investigar ciencias naturales. En las mejores universidades de ese país, los estudiantes arman sus propias mallas, conocen distintas áreas, y no se preparan para un trabajo pre-definido. Al liberarse de la ilusión de las profesiones, los universitarios pueden explorar intelectualmente. Esa experimentación académica es tierra fértil para la innovación y creatividad.

Hay excepciones, claro: medicina y derecho requieren conocimiento definidos y específicos. Pero es justamente por eso que en EEUU esas dos carreras se enseñan como pos-grados. En EEUU, los jóvenes interesados en biología primero pasan cuatro años investigando y aprendiendo “por aprender”. Recién a los 22, con más información y tiempo para pensar sobre su vocación, algunos postulan a medicina como pos-grado. En el entretanto, muchos en vez deciden dedicarse a la investigación pura. Pasa lo mismo con letras y ciencias sociales versus derecho.

En Chile, donde se elige a los 18, estudiar medicina es indudablemente más prestigioso que estudiar biología: la primera tienen un puntaje de corte de 794 en la Católica, la segunda de 630. ¿Cómo queremos tener investigación de clase mundial si le decimos a todos los puntajes nacionales en biología que deben estudiar medicina? Des-profesionalizar fomentaría la investigación e innovación que tanto necesitamos.

Europa continental, de donde heredamos nuestro sistema, ya está cambiando. En los 16 años desde que empezó el llamado “Proceso de Boloña,” las universidades del sur de Europa (antiguamente las más rígidas) han ido adoptado el sistema “3+2”, en que se obtiene un primer grado tras tres años de estudio. Retiene elementos profesionalizantes, pero es mucho más flexible. Si bien no tiene el mismo aprecio por la exploración académica del sistema estadounidense, el 3+2 igual es mucho más flexible que nuestro sistema. Es un ejemplo concreto a seguir que calza con nuestra historia y cultura universitaria.

Pero no. En Chile seguimos atascados en debates infructuosos sobre gratuidad y co-gobierno. Todo eso, si bien es importante, apunta sólo al financiamiento y administración de la universidad. Ya es hora de que hablemos sobre qué hacen los estudiantes una vez dentro de ésta.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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