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Más allá de la Consigna

Por: Andrés Soto, Presidente Centro de Alumnos de Administración y Economía (CAAE) UC


Señor Director:

La Gratuidad Universal y el Cogobierno Universitario son, sin lugar a dudas, los principales caballos de batalla de los sectores más ideologizados y hegemónicos al interior de la Confech. Tal es la importancia que le dan a estas banderas que no están dispuestos a aceptar matices: es todo o nada, el paraíso o la rebelión.

Nada importa el hecho objetivo de que la gratuidad universal es una medida claramente injusta, que beneficia mucho más a ricos que a pobres al gastarse 45,6% en el primer quintil de ingresos y solo un 7,6% en el quintil más pobre (Dato de la Encuesta CASEN 2013), pues lo que está en juego es algo que va más allá de si se paga o no la educación al sector más acomodado. Nada importa el que los estudiantes sean individuos de paso al interior de las universidades y que es irresponsable imponer que quienes no tienen los intereses, experiencia y preparación para velar por el proyecto educativo de la institución y por la búsqueda de su excelencia en el largo plazo, tengan votos en materias académicas y de generación de autoridades. Inclusive, nada importa que estas medidas no tengan relación alguna con mejorar la calidad de la educación, lo cual sin lugar a dudas debiese ser el principal objetivo de todo movimiento estudiantil.

Dos de los argumentos que suelen esgrimir estos grupos para defender estas banderas son: (i) que la educación es un derecho básico para todos y (ii) que “al educarnos somos todos iguales” y que por ende la gratuidad es un requisito “para los fines educativos de una sociedad que anhela ser democrática”(Principios Fundamentales para una Nueva Educación Pública, Confech). Al respecto, cabe destacar, el que la educación sea un derecho, que seamos todos iguales al momento de recibir educación, o que anhelemos una mejor democracia, tiene poco y nada que ver con la gratuidad universal y el cogobierno universitario.

Por lo tanto, debemos ir más allá de estas consignas y preguntarnos si se estará escondiendo algo más detrás de estos argumentos tan benignos. La respuesta surge automáticamente al estudiar la concepción ideológica de los principales promotores de estas medidas como lo son el FEL, la UNE y la Izquierda Autónoma: para ellos la educación cumple un rol fundamental en la formación del “nuevo hombre”, un ciudadano altamente politizado, capaz de ver dicotomías en cada uno de los aspectos de su vida y a partir de esto que se una a la rebelión de los reprimidos contra los opresores.

Y la forma de lograr esto no es otra sino mediante la homogenización de la educación y pasando su control progresivamente a manos del Estado. En efecto, si analizamos la consecuencia de ambas medidas en el largo plazo, ellas cumplen con este fin: dañan gravemente a las instituciones privadas al hacer que el 100% de su financiamiento quede al arbitrio del Estado y al hacer que su proyecto educativo esté en juego frente a la voluntad de representantes estudiantiles (y sus respectivas plataformas políticas) que muchas veces son elegidos con menos del 20% de sus compañeros.

Quienes creemos que las personas tienen muchas más dimensiones que la política (como lo son la familia, el voluntariado, servicio público, el deporte, el emprendimiento, entre otros) y que la vida no se mueve en torno a dicotomías que nos llevan a un enfrentamiento constante, pero si en torno a la solidaridad, el desarrollo personal y la trascendencia, que nos llevan a la construcción de una sociedad más fraterna, debemos una vez por todas ver más allá de la consigna y entender lo que realmente está en juego: nuestra visión de sociedad.

Andrés Soto
Presidente Centro de Alumnos de Administración y Economía (CAAE) UC

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