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Deslealtad política

Carlos Mena K.
Por : Carlos Mena K. Ex Embajador de Chile en Brasil.
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El país asiste a un espectáculo realmente «repugnante”. Algunas declaraciones han cuestionado las cualidades personales de la Presidenta de la República para dirigir el país. Esto resulta extremadamente grave, no solo por la injusticia de estas afirmaciones y lo que significa en términos personales para la Presidenta y su entorno cercano, sino también porque se afecta la institucionalidad democrática y la legitimidad del poder. Podemos estar entrando a recorrer un camino peligroso del cual los chilenos tenemos experiencias, y que puede conducir a situaciones irreversibles, que estoy cierto la mayoría de los chilenos no quiere volver a repetir y vivir.

Es evidente que en democracia se puede, se debe y es necesaria la crítica política. Pero cosa distinta es entrar en aspectos que afectan a la persona de la Presidenta de la República, señalando que estaría inhabilitada para el desempeño del cargo. En Chile no hay precedentes políticos de algo semejante. Esto es inédito en la República.

Desde hace alrededor de ocho meses, se ha destapado un proceso de corrupción que afecta a casi todos los partidos políticos, a muchos políticos y que se expresa, entre otros hechos, en la emisión de boletas ideológicamente falsas para financiar la actividad política por parte de empresas que evaden impuestos a través de este mecanismo. Esto ha llevado a la política y a las instituciones tales como los partidos y el Parlamento, a niveles de desprestigio como nunca antes había ocurrido.

[cita] Además de la falta de transparencia en la política, y la cooptación de la política por parte de los grupos económicos, se agrega la “falta de lealtad.» Esta es una nueva forma de corrupción, que afecta el «carácter del país», y que se manifiesta en la ausencia de compromiso mutuo, que socava las bases de la confianza y la responsabilidad básica que se requiere para gobernar. [/cita]

Pero ahora, además de la falta de transparencia en la política, y la cooptación de la política por parte de los grupos económicos, se agrega la “falta de lealtad.» Esta es una nueva forma de corrupción, que afecta el «carácter del país», y que se manifiesta en la ausencia de compromiso mutuo, que socava las bases de la confianza y la responsabilidad básicas que se requieren para gobernar.

Esto es aún más grave, cuando ello surge de quienes forman parte de la coalición de Gobierno. La historia de Chile, de muchos países y de América latina está llena de ejemplos de partidos y coaliciones que eligieron un Gobierno y que después, por diversas circunstancias, abandonaron las coaliciones o los gobiernos que contribuyeron a elegir. Los países siempre les han terminado dando la espalda.

¿No será que, detrás de estas afirmaciones, se esconden posiciones de quienes se oponen a las transformaciones? ¿Por qué no se expresan de esta manera? El país requiere y clama por transparencia. Necesitamos que se diga la verdad. Que cada uno exprese sus intenciones y se responsabilice por sus dichos y decisiones. Los chilenos podemos tener discrepancias, pero no queremos nuevos enfrentamientos artificiales. No queremos que se vuelva a desprestigiar a las instituciones democráticas, a través de declaraciones que enlodan a la persona que por voluntad democrática ejerce el cargo de Presidenta de la República.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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