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La Importancia de tener cara de palo

Piñera últimamente da entrevistas para hablar sólo de los temas que a él le interesan y bajo condición de no aludir a los que lo comprometen. Y los medios acatan. El último que se atrevió a violar la norma fue don Francisco, que le hizo todas las preguntas incómodas, pero después se sintió obligado a pedir disculpas, porque había violado ‘las reglas del juego’”.


Una de las cosas más importantes en la vida es tener alguien a quien echarle la culpa. Las personas escrupulosas que son sorprendidas en actos indebidos los reconocen, se sienten avergonzadas y presentan su renuncia o, como dicen ahora, “dan un paso al costado”. Los “caraduras” no. Simplemente hacen como que no tienen nada que ver, que no es culpa suya, sino de alguien más (cuya complicidad, por supuesto, se encargan de asegurar mediante una oferta que no se puede rechazar), y siguen tan campantes en la búsqueda de sus propósitos, como si nada les hubiera sucedido.

El hombre de confianza y encargado del buque insignia de Piñera en los negocios ha sido formalizado y las cámaras enfocan a su abogado, cuya principal declaración (Teletrece, jueves) es “el ex presidente Piñera no tuvo nada que ver en esto”. Es lo que este último también dice hoy, por completo olvidado de cuando explicaba en detalle que los dineros recibidos de SQM correspondían a servicios prestados a ésta por sus empresas. De tal versión reveladora de su plena compenetración con lo obrado se cambió a la opuesta: nunca tuvo nada que ver ni supo nada. Y lo hace poniendo cara de palo. Sin percatarse de que en la prensa una secretaria de SQM ha declarado haberlo visto entrar por la misma puerta del edificio de la empresa que usaban los demás políticos que iban a pedir plata.

De los $665 millones («El Mostrador» 29.09.15) de aportes irregulares recibidos por él mediante instrumentos de prestación de servicios inexistentes, cerca de la mitad (unos $300 millones) ni siquiera fueron destinados a su campaña, sino a pagar a ejecutivos de otra empresa entonces suya, Chilevisión. Pero él nada sabía, afirma hoy. Debe ser la única persona que se enriquece en cerca de medio millón de dólares sin darse cuenta. Y hasta ahora es el único, al menos según lo hasta ahora publicado, que usó recursos de la campaña electoral para medrar personalmente.

La importancia de tener cara de palo quedó de manifiesto en la campaña presidencial de Piñera versus Frei en 2009. Frei lo acusó en un foro de haber comprado acciones de LAN usando información privilegiada. Piñera le replicó que mentía y al cabo del debate efectivamente Frei pareció haber quedado como mentiroso, pero había dicho la estricta verdad. Así resultó comprobado, pero a la opinión pública pareció no importarle en lo más mínimo, puesto que la mayoría votó por Piñera.

Hoy, pese a todos sus avatares escandalosos, es el personaje opositor mejor posicionado en las encuestas, con 41 por ciento de aprobación positiva. En un artículo del 23 de abril en “El Mercurio” el rector Carlos Peña dio una buena explicación del fenómeno y escribió, tras concluir que Piñera es invulnerable: “Un pícaro oportunista, alguien que sabe aprovechar la constelación de las circunstancias, tomar ventaja de las debilidades ocasionales de sus competidores, saltarse las reglas cuando nadie vigila y hacer gala de todo eso, no caerá nunca, puesto que en el radar de la opinión pública ningún acto suyo resultará sorprendente”.

Piñera últimamente da entrevistas para hablar sólo de los temas que a él le interesan y bajo condición de no aludir a los que lo comprometen. Y los medios acatan. El último que se atrevió a violar la norma fue don Francisco, que le hizo todas las preguntas incómodas, pero después se sintió obligado a pedir disculpas, porque había violado “las reglas del juego”.

Es que el político maneja los medios con maestría. Cuando ambos fuimos candidatos a senador en 1989, el periódico “Fortín Mapocho” publicó un titular de primera página y un reportaje sobre el caso del Banco de Talca, por el cual él debió estar prófugo 23 días y que se solucionó sólo en la Corte Suprema, tras interceder en su favor la ministra de Justicia, Mónica Madariaga (según propia confesión televisada) y presenciar los alegatos en primera fila el tío Arzobispo, el tío Conservador de Bienes Raíces, don Pepe (padre) en persona y su señora. Yo pensé que Sebastián iba a responder a “Fortín Mapocho” con toda su artillería, pero me encontré con que en los días siguientes el diario daba cuenta de un gran asado de confraternización que el candidato le había ofrecido al director del medio y a su personal, con amplia cobertura gráfica. Fin de los ataques de «Fortín Mapocho».

En un foro de canal 13 debíamos enfrentar a un panel de periodistas inquisitivos. Cuando fue el turno de Sebastián, un partidario mío proveyó a cada interrogador con un dossier sobre el caso del Banco de Talca, pero ningún “periodista inquisitivo” le preguntó nada al respecto.

Años después, cuando era senador, vendió el negocio de las tarjetas a los bancos, pero éstos no querían pagarle lo que él pedía. Entonces presentó una moción de ley para que los bancos tuvieran que pagar intereses por los saldos mantenidos en las cuentas corrientes. Obccvio: los bancos “subieron la puntería” en su oferta por las tarjetas (con buenas palabras cualquiera entiende) y el senador retiró la moción. Creo que entonces salió algo en “La Segunda” y en ningún otro diario más. El otro día vi citado el episodio en un comentario de Teresa Marinovic, “El Prontuario de Piñera”, en Bío Bio TV. Ella rompió así un silencio general de veinte años.

La cara de palo renta electoralmente. Un 77% del electorado de derecha vota por Piñera. En la UDI hay una poderosa falange piñerista. Y a RN la tiene en el bolsillo. Todo eso habla a las claras de los estándares éticos de “la cota mil”: no existen. Los mismos quedan reflejados en lo que me refirió un derechista, abismado de que casi todos los de su sector replican así a sus argumentaciones morales: “Piñera es el único que puede ganar y que tiene plata para la campaña”.

Dicho eso, todos brindaron juntos por la probidad pública.

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