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El dilema de los partidos en formación

Daniel Garcés
Por : Daniel Garcés Cientista Político, Facultad de Gobierno, Universidad del Desarrollo.
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Pareciera que el actual ambiente político nacional es el peor momento para formar un partido político, tomando en cuenta que la desafección existente con estas instituciones por parte de la ciudadanía es abrumadoramente alta. No obstante, y como hace tiempo no sucedía, muchos movimientos han visto esta desafección como una oportunidad para intentar entrar en el espectro político con el fin de nutrir y refrescar la alicaída oferta actual que atraviesa una de las etapas de mayor descrédito.

La idea parece interesante y hasta lógica, sin embargo, los resultados obtenidos hasta hoy por estos movimientos han sido disímiles, incluso cuando todos apuntan de manera válida a la transparencia y renovación del ejercicio político.

Si miramos el ítem de Evaluación de los Partidos y Movimientos Políticos de la encuesta Plaza Pública Cadem podemos advertir que junio de 2015 fue un período complejo para los partidos. De esta forma, la DC, por ejemplo, pasaba de un 37% de aprobación en septiembre de 2014 a un 18% a mediados de 2015. Caídas similares experimentaron el PPD, RN, el PS y la UDI. Sin embargo, los movimientos nuevos también sufrieron una abrupta disminución en su porcentaje de aprobación, seguramente arrastrados por un descontento que se instalaba de forma transversal, no con un sector en particular, sino con cualquier individuo que pareciera vinculado a esta maraña política; incluso con aquellos que pontificaban desde el púlpito de la probidad. La sola intención de ingresar a la política estaba –o está– siendo castigada con la sospecha ciudadana.

No obstante, a comienzos de octubre los partidos tradicionales marcaron un repunte, marginal en algunos casos, pero experimentado por todos, por lo que se esperaría que los movimientos –o partidos en formación– tuvieran el mismo repunte e incluso mayor. Pero no todos aumentaron su aprobación: Evópoli, el PRO y Fuerza Pública siguieron la tendencia a la baja, que si bien es mínima, deja interrogantes en cuanto a la consolidación de dichos partidos en formación y la subsistencia de éstos en el tiempo. Todos los demás movimientos –Revolución Democrática, Izquierda Autónoma, Partido Liberal y Amplitud– lograron aumentar su aprobación, siendo RD el que más vio incrementado su respaldo.

[cita] Las nuevas agrupaciones que han tenido una baja en su aprobación han estado vinculadas, de una u otra forma, a las prácticas que la ciudadanía está cansada de presenciar, a los partidos que los chilenos ya no respaldan. De esta forma, la autonomía está siendo medianamente recompensada por los individuos y, por cierto, el mantenerse alejado de los polos de corrupción y escándalos.[/cita]

¿Por qué estos nuevos grupos que atraviesan una misma etapa de formación, lo que conlleva difusión y recolección de firmas, tienen resultados distintos? Una respuesta basada en el eje izquierda-derecha parece demasiado reduccionista, ya que dejaría de lado el cuadro completo de la evolución de aprobación partidaria.

Si bien el PRO vive una etapa distinta a Evópoli y Fuerza Pública, comparte con este último movimiento la vinculación de sus máximos líderes fundadores con los escándalos que han remecido la política nacional. Ambas agrupaciones exhibían en septiembre de 2014 los más altos porcentajes de aprobación -46% el PRO y 44% FP– mientras que en octubre de este año su respaldo bajó a 27 y 30% respectivamente.

Por su parte, Evópoli –colectividad que está en pleno proceso de recolección de firmas– cayó de un 36% de aprobación en septiembre de 2014 a un 27% a comienzos de octubre de 2015, según Cadem. El caso de Evolución Política es un tanto distinto, puesto que si bien apostó a la renovación, a oxigenar la política y cambiar la forma de llevarla a cabo, se terminó por unir a dos de los partidos peor evaluados y que encarnarían el prototipo de la “vieja política” en la derecha, RN y la UDI. Al entrar a la Alianza, o mejor dicho al recién estrenado “Chile Vamos”, Evópoli terminó por validar, intencionalmente o no, el errático actuar de esos partidos. De esta forma, la posición de Evópoli en el nuevo referente de centro-derecha resulta extraña si se quiere apostar a la transparencia y a la nueva forma de hacer política, por el simple hecho de estar en el mismo saco. De seguir así, Evópoli se perfilaría como parte de la DC en la Nueva Mayoría: criticando las formas, pero al final alineándose por completo. Algo de eso vimos en el episodio del video grabado por Evópoli junto a Red Liberal, Amplitud y Fuerza Pública en contra de las trabas impuestas por los partidos tradicionales a los nuevos referentes.

En definitiva, las nuevas agrupaciones que han tenido una baja en su aprobación han estado vinculadas, de una u otra forma, a las prácticas que la ciudadanía está cansada de presenciar, a los partidos que los chilenos ya no respaldan. De esta forma, la autonomía está siendo medianamente recompensada por los individuos y, por cierto, el mantenerse alejado de los polos de corrupción y escándalos.

Estos nuevos partidos, en especial Fuerza Pública y Evópoli, deben tener en consideración que su discurso de cambio debe ir en absoluta concordancia con su actuar si es que pretenden subsistir en el ambiente político, sobre todo porque no cuentan –todavía– con las conexiones, los recursos, los parlamentarios y la inercia electoral que sí poseen los partidos tradicionales y que les permite soportar –hasta cierto punto, todo tiene un límite– el descrédito ciudadano provocado por su reprochable falta de ética.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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