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Vida en el Reino de la Imbecilidad

«Eliodoro me hizo recordar al Cardenal Midszenty, de Hungría, que tras suficiente apremio y lavado de cerebro por parte de sus cancerberos soviéticos, en los años ’50, aparecía demacrado ante la prensa occidental confesando que, en realidad, era culpable y que el régimen comunista que lo había apresado y torturado tenía toda la razón».


Entre nosotros siempre ha reinado la imbecilidad, pero ahora, a raíz del “escándalo por la colusión en el papel tissue”, ella adquiere los caracteres de una monarquía absoluta.

Todos, pero absolutamente todos, desde la izquierda a la derecha, se han plegado a ella y ya la gota que colmó el vaso fue la imploración de perdón de Eliodoro Matte en “El Mercurio” dominical, que sólo resulta aventajada por la petición de renuncia a su presidencia del CEP que le exige Carlos Peña en la misma edición, malacostumbrado a que el rudimentario Piñera destituyera ministros apenas él se lo pedía.

Eliodoro me hizo recordar al Cardenal Midszenty, de Hungría, que tras suficiente apremio y lavado de cerebro por parte de sus cancerberos soviéticos, en los años ’50, aparecía demacrado ante la prensa occidental confesando que, en realidad, era culpable y que el régimen comunista que lo había apresado y torturado tenía toda la razón.

Pero, en verdad os digo, si bien la imbecilidad predomina sin contrapeso, no temáis: este blog, un islote de razón y verdad en medio de ella, no cesará de delatarla.

El siguiente relato sobre el caso del papel tissue es aplicable a los pollos y a las farmacias, temas con respecto a los cuales la opinión pública ya se ha formado una opinión inamovible, sólidamente asentada en la misma imbecilidad general.

La Papelera controlaba el 100% del mercado chileno del papel tissue, pero no constituía un peligro monopólico, porque cualquiera podía, si era capaz, competirle o importar productos de esa clase. Entonces, de hecho unos empresarios jóvenes del rubro del papel, Papeles Industriales S.A. (PISA), abordaron con éxito ese mercado. La Papelera pudo haberlos arruinado mediante una “guerra de precios”, bajándolos lo necesario para que PISA perdiera suficiente dinero y abandonara ese rubro. Pero los Matte son caballeros y llegaron a un acuerdo con PISA, cuyos dueños también lo son, cediéndoles una parte minoritaria del mercado. A todos les fue bien y PISA se vendió a la multinacional sueca SCA. Pero ahora todos se atropellan para pedir perdón o buscar alguien a quien culpar… por haber actuado bien.

Pues el acuerdo que ahora se criminaliza en nada perjudicaba a los consumidores, porque cualquier otro emprendedor podía y puede entrar a ese mercado para producir o importar papel tissue. De hecho, se vende una gran variedad de distintos orígenes.

La misma persecución inicua sucedió en el caso de los pollos, en que Vial, Ariztía y Covarrubias, en lugar de destrozarse mutuamente en una guerra que seguramente habría ganado el primero, quedando como monopolista del mercado local (que es el resultado al cual conduce la persecución de los imbéciles, es decir, de casi todos) se pusieron de acuerdo. Como son caballeros llegaron a un pacto de tales. Incluso en una ocasión en que uno de ellos sufrió una catástrofe productiva por un siniestro, otro le prestó auxilio para que pudiera cumplir sus contratos de venta.

Por supuesto, nada de esto lo pueden entender quienes no son caballeros y sí acentuadamente imbéciles, léase la gente de izquierda y sus compañeros de ruta, que cuando suscribieron con la derecha un acuerdo para nombrar al activista de izquierda Brito y luego al respetuoso de las leyes Pfeiffer como ministros de la Corte Suprema, una vez aprobado el primero con los votos de la derecha, rechazaron al segundo con votos de la DC y la izquierda. Lección no aprendida por la derecha: no debe suscribirse un pacto de caballeros con quienes no lo son.

Por supuesto, el Fiscal Nacional Económico se ha puesto a la cabeza del masivo desfile de las huestes de la imbecilidad, porque al primer atisbo de acuerdo en lugar de guerra entre emprendedores, los denuncia a los medios y de ahí derivan inevitablemente los “juicios por los diarios”, que terminan en condenas sin pruebas pero devastadoras para las víctimas. Los empresarios de los pollos y de las farmacias lo saben bien, porque las han sufrido y ahora los primeros tendrán que soportar el pago de multas por US$60 millones que la Fiscalía les ha impuesto, ratificadas por la Corte Suprema de izquierda y, coincidentemente, dadas a conocer junto con la denuncia del papel tissue, todo lo cual el Gobierno trata de aprovechar publicitariamente al máximo, para disimular su propio fracaso.

Pero lo más pintoresco de todo es que, en medio de una larga entrevista, en La Tercera, el Fiscal Nacional Económico se ha negado a contestar la siguiente pregunta: “Ustedes denunciaron el caso (Pollos) en 2011. ¿Ha cambiado el mercado avícola en sus participaciones, en sus prácticas?”. Respuesta: “Preferiría no referirme a eso”. Obvio: ese mercado funciona exactamente igual que antes y sigue abierto a la competencia de los que quieran producir o importar pollos, como lo ha estado siempre. La única novedad es que el Estado les va a robar US$60 millones a emprendedores honestos, algunos de los cuales han debido sortear enormes dificultades para sobrevivir en un rubro mundialmente competitivo y tendrán grandes dificultades para solventar la exacción estatal.

Tampoco, bajo el reinado de la imbecilidad, ha sido de extrañar que la SFF, en lugar de defender a sus asociados, haya resuelto borrar de sus registros a las empresas avícolas, que a su turno habían presentado su renuncia a la entidad gremial precisamente por considerarla más preocupada del tema “de imagen”, determinada a través de los “juicios por los diarios”, que de defender a empresarios eficientes y caballeros, que prefieren cooperar entre sí en lugar de enfrascarse en “guerras de precios”, como lo impone de hecho la ley vigente bajo la monarquía de la imbecilidad.

Hay que decir que antes la situación era aún peor, porque podían meter presos a empresarios que llegaran a cualquier acuerdo. Lagos, “que se hace, pero no es”, modificó esa norma brutal y primitiva y eliminó la pena corporal, por lo cual ahora la marea imbécil lo está criticando. Espero que lea este blog y aprenda a defenderse.

Pero el país no merece vivir eternamente bajo el reinado de la imbecilidad y hay dos medidas urgentes y obvias para que éste no prevalezca, pues si así ocurre se obligará a los empresarios a proceder como depredadores en los mercados, en lugar de comportarse como gente decente, dispuesta a llegar a acuerdos: primera, modificar la ley vigente y que penaliza los acuerdos en mercados abiertos y competitivos, estableciendo que bajo esas condiciones ellos son adecuados; y, segunda, exigir que el Fiscal Nacional Económico no sea abogado sino economista, para que entienda mejor la realidad de los mercados y se ciña a ella más que al tenor literal de una norma absurda. A la vez, se podría designar al actual Fiscal como ministro de la Corte Suprema, que en lugar de aplicar las leyes en materia penal recurre a “ficciones jurídicas” para condenar militares. Así se añadiría un voto a la minoría actual que en ese alto tribunal lucha sin éxito por preservar la observancia de las leyes, el estado de derecho y el debido proceso.

Y, finalmente, les aconsejaría a los suecos de la coludida SCA, que terminarán siendo los únicos sancionados, en su calidad de adquirentes de PISA, que “no se hagan los suecos” y reclamen, como extranjeros que son y meras víctimas de una arbitrariedad, un trato equitativo y adecuado a la realidad de que sólo han procedido a trabajar y producir en Chile sin haber cometido otro delito que competir lealmente en acuerdo con otra empresa, en lugar de enfrascarse en una absurda guerra de precios.

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