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La nueva Bachelet: del cambio de gabinete a la entrevista en CNN Opinión

La nueva Bachelet: del cambio de gabinete a la entrevista en CNN

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Enseguida, la Presidenta se sale nuevamente de la política y da una entrevista a la revista Caras, en el mismo tono que se ha impuesto en este segundo tiempo, del cual son buenos testimonios las ofrecidas a Don Francisco, la mañana de Mega y también CNN: diálogos livianos, en que no se habla del difícil contexto político por el que atraviesa su mandato y donde se realza su lado humano y personal.


Acaban de publicarse recientemente dos entrevistas muy significativas, desde el punto de vista del rediseño comunicacional del Ejecutivo, que la Presidenta Bachelet ofreció a dos medios cuya elección no resulta casual: la primera es a una revista de papel cuché –Caras–, en tanto la segunda la dio a CNN, uno de los principales medios del mundo.

Tal como lo hizo antes, con Don Francisco, o con el Matinal de Mega, la Mandataria entrega en ellas mensajes zigzagueantes sobre las reformas. Mientras a los ministros  se les impone una dura y autoritaria política comunicacional, la jefa de Estado, no obstante, suele escaparse en sus intervenciones del ámbito de la gestión política y profundizar en su lado humano, donde explora su vertiente esotérica; reniega de las encuestas al mismo tiempo que válida el poder de sus selfies; o profundiza en el análisis sociológico de Chile.

Si bien la reinigienería comunicacionl se empezó a gestar desde el cambio de gabinete mismo, se profundizó definitivamente después de los magros resultados de la CEP de septiembre.

Intentaremos profundizar en esta arriesgada apuesta comunicacional para mejorar su constante baja en las encuestas, que la muestran más próxima a la gente, hablando de los temas humanos, pero que, al mismo tiempo, pueden poner  en evidencia que ella no gobierna. Que al igual que Alicia, puede que la Presidenta esté en otro país. La Adimark de esta semana al menos le entregó buenos resultados.

En busca de una nueva imagen

Es lunes 11 de mayo. La imagen es del cambio de gabinete. Bachelet, sobre un fondo donde resalta el color rojo,  sonríe de perfil y escabulle la profunda mirada que la busca. Se nota que la escena no le resulta fácil, mientras al mismo tiempo evita la vista a Peñailillo. Literalmente mira para el lado mientras el ministro recién defenestrado clava su mirada en ella y tocando sus manos pareciera pedirle una explicación por lo que acaba de ocurrir. Más atrás, Burgos observa el acto con rostro de angustia. Su imagen es culposa y su semblante, que toma aire, evidencia las ganas de salir pronto de esa situación incómoda. Bachelet acaba de hacer caer al equipo reformista que la acompaña desde la campaña, luego de que el caso Caval y las platas políticas de SQM se instalaran definitivamente en el corazón mismo de su Gobierno y las encuestas comenzaran a reflejar la profundidad del quiebre entre la Presidenta  y la opinión pública.

Aquella mañana, en la despedida de su gabinete personalista, ha dicho que “asumí con la plena conciencia de estar mandatada por una ciudadanía exigente y hemos puesto a Chile en movimiento. Hemos transformado en ley la reforma tributaria, la reforma educacional; hemos llevado a cabo un intenso itinerario, donde este equipo de ministros ha trabajado intensamente». Pero luego lanza la frase que refrenda el fin de ese ciclo: “Hoy es tiempo de dar un nuevo impulso a la tarea de Gobierno, y en esta nueva fase tan exigente como inspiradora, se requiere poner renovadas energías y rostros nuevos al frente de las tareas que hemos comprometido al país y que la ciudadanía nos demanda. Por esta razón, he decidido, en el uso de mis facultades constitucionales, convocar a un nuevo equipo ministerial».

Peñailillo, ya casi desapareciendo de escena, dirá que “del lugar que yo provengo, sé de la lealtad y el esfuerzo. Sé que las cosas en la vida no son fáciles. Sé que hay que trabajar duro para salir adelante. Con los valores y principios entregados por nuestras familias. Y en mi caso mi familia”. Enseguida entrega los agradecimientos de rigor a los dirigentes de la Nueva Mayoría, parlamentarios y líderes sociales, con los cuales “pudimos dar saltos que no se pudieron dar en 25 años. Saben bien que me refiero a los cambios en la educación, reforma tributaria y acabar con el binominal”. Si bien reconoce que ha trabajado con la Presidenta muchos años y en distinto lugares y que agradece su confianza, su mayor aspiración es, sin embargo, el éxito en el “cumplimiento del programa de Gobierno”, omitiendo los parabienes para su administración.

Un juego de palabras que aclara bien el ánimo que se respira ese día entre los caídos. Esa mañana junto a Peñailillo han sido defenestrados Elizalde –más tarde se filtra su desconocimiento y, por ende, molestia con el cambio–; Barattini, del Consejo de la Cultura; y Fernanda  Villegas, de Desarrollo Social. El resto han sido mudanzas menores donde resalta el estilo silla musical. Todos creemos entender que no solo hay cambio de equipo político sino también de reorientación de la política gubernamental.

No se trata de un nuevo aire reformador, sino lisa y llanamente del cese definitivo del espíritu transformador de un Gobierno que lleva meses al límite de la gobernabilidad. Pepe Auth, viejo conocedor de estas lides, dirá en su cuenta de Twitter: “Partió núcleo duro de la campaña (Peña, Arenas y Elizalde) y cambia conducción política y económica del gobierno”.

Las señales no pueden ser más evidentes. Aquel reemplazo no solo significará la reinstitucionalización del partido del orden en el Ejecutivo –¿se han dado cuenta que al poco tiempo dejaron de hablar el dúo Martínez-Escalona, luego de un año desafiando a la Presidenta?– y el fin del sueño reformista de esta administración, sino también la reaparición de una nueva imagen presidencial que va haciendo política sobre la base de ganar tiempo, mediante el zigzagueo permanente –¿ambigüedad, dijimos antes?–, los amuletos, las frases que la victimizan –“yo no seré nunca más candidata a nada”–, las culpas de la prensa, el chiste irónico, las significación de las selfies y la minimización de las encuestas, poniendo el foco en su capacidad de resiliencia (Caras) que le ha permitido, una y otra vez, ganarle la partida a una vida caracterizada por las experiencias límite. Bachelet ha hecho escuela en el desapego rápido.

[cita tipo=»destaque»]Si uno se atiene a las múltiples entrevistas y apariciones públicas de la Presidenta luego del recambio ministerial, lo cierto es que, pese al retorno del partido del orden, la Mandataria cada cierto tiempo se encarga de entregar señales ambiguas a ambos espectros del mundo político –los que quieren y no quieren reformas–, continuando así con una vaguedad que si bien le resultó favorable en su mandato anterior, cuando en el país aún no maduraba el ánimo reformista, hoy puede ser la causa de su estancamiento en las encuestas, pues parece que no son del agrado ni de la minoría que no las quiso nunca, ni de la mayoría que hasta hace poco las apoyaba.[/cita]

La reinstalación del partido del orden coloca a Burgos como ministro del Interior, a Eyzaguirre en la Segpres y a un ex asesor suyo en  Hacienda. De hecho, el nuevo jefe del gabinete, en su primera intervención pública se hace acompañar del nuevo jefe de las Finanzas públicas, e instala en la prensa la idea del “dúo dinámico” restablecedor de confianzas y de la moderación: lo ocurrido con la definición del “proceso constituyente y participativo”, así como con el Presupuesto 2016, son buenos ejemplos de cómo se fue a pique el ánimo reformista del primer año. La prensa toma nota del nuevo eje del Gobierno y Burgos-Valdés, por un tiempo, hacen de las suyas.

Y en eso estarán hasta que, parece, se sobregiran. El giro político del Gobierno, sin embargo, no mejora su perfomance en las encuestas. Entonces, y parece sin concordarlo con su equipo político, la Presidenta habla y a la semana casi se incendia La Moneda.

¿Solo se trató de realismo sin renuncia?

En la repentina entrevista de la Mandataria a La Tercera del 9 de agosto realiza unas críticas más o menos explícitas al manejo del dúo Burgos-Valdes: «Algunos leyeron solo la palabra realismo, no escucharon el sin renuncia”. De paso, señala que el «giro al centro» que varios esperaban luego de su último cambio de gabinete no fue más que una «expresión de deseo» de sectores interesados: si alguien creyó que Burgos y Valdés «llegaban para cambiar el rumbo que defina la Presidenta» hizo una «lectura equivocada». La coalición venía apenas de concluir un cónclave para clarificar el nuevo rumbo y sus resultados parecía que dejaban más dudas que certezas. Las encuestas de inicios de agosto no recogían ni mejoraban el ánimo refundacional del Ejecutivo. Las reformas, ahora, no gustaban ni a los de siempre ni a quienes se habían ilusionado con ellas.

Esa entrevista, que generó mucha polémica, y donde solo se recogió “el realismo sin renuncia” y el malestar que provocó en Burgos al punto de que durante la semana dará un verdadero golpe blanco a la Presidenta, es significativa, pues marca el inicio del verdadero giro político del Ejecutivo y por primera vez, luego de un naufragio de seis meses, se evidencia una estrategia comunicacional permanente que La Moneda mantiene hasta hoy: la del zigzagueo entre orden y reformas de la Mandataria, más la puesta en escena de algunos elementos que han sido parte  de su nuevo repertorio político: la constante presión sobre la prensa –“muchas veces se instalan cosas que después se reproducen en otros lados, incluso en medios de prensa… uno esperaría más rigurosidad y seriedad a la hora de interpretar, decir o publicar distintas cosas, porque se ha llegado a un nivel en el que la dignidad de las personas…”–; el abandono de “la racionalidad médica” –¿hay alguna profesión que sea más material que está?»– y el reemplazo del delantal  blanco por los amuletos, como ese anillo en forma de kultrún que la acompaña siempre, regalo de la folclorista Margot Loyola antes de morir “para espantar malas vibras”; o su relativización de los resultados en las encuestas –“yo tengo dos encuestas, la que veo en los medios y la de la calle. Y en la calle, la gente me dice otras cosas” (LT, 9 de agosto de 2015)– que reitera, como acaba de hacerlo con Caras: “Creo que no se puede ni gobernar basándose en las encuestas ni dejar de leerlas. Me pasa —y lo digo muy honestamente— que tengo una encuesta de calle distinta, la gente en las actividades me dice: ‘A mí nunca me han encuestado, nunca me han preguntado la opinión”, refrendando parte de su nueva estrategia.

EL zigzagueo como herramienta de política comunicacional

Si uno se atiene a las múltiples entrevistas y apariciones públicas de la Presidenta luego del recambio ministerial, lo cierto es que, pese al retorno del partido del orden, la Mandataria cada cierto tiempo se encarga de entregar señales ambiguas a ambos espectros del mundo político –los que quieren y no quieren reformas–, continuando así con una vaguedad que si bien le resultó favorable en su mandato anterior, cuando en el país aún no maduraba el ánimo reformista, hoy puede ser la causa de su estancamiento en las encuestas, pues parece que no son del agrado ni de la minoría que no las quiso nunca, ni de la mayoría que hasta hace poco las apoyaba.

Recordemos que luego del 11 de mayo, mientras la figura presidencial se hacía humo, se privilegió la puesta en escena de la dupleta Burgos-Valdés, portadores de la mesura, la cordura y la gradualidad, que no lograron aplacar el malestar y que, sobre todo, no revirtieron su caída en los sondeos de opinión hasta que en la citada entrevista del día 9 de agosto, luego de un confuso cónclave, da un giro, les hace un guiño a las reformas y, de paso, comunica su malestar al mito urbano –Valdés lo caracterizó así cuando el asunto reventó– dando un giro  a su izquierda que dejó contento al mundo progresista de su coalición.  Pero esto abrumó a Burgos al punto que resucitó a cuanto fantasma concertacionista merodeaba por los patios y pasillos del viejo edifico colonial.

Enseguida vino su visita al matinal de Mega –’Mucho Gusto’– donde dejará a un lado las reformas y la gestión política para explicar, desde un plano muy humano, que ella no renunciará, reafirmando que jamás lo ha pensado, concentrándose en ese mañanero programa en explicar la mala suerte que le ha tocado vivir en este segundo Gobierno.

Dialogará sobre su estado de salud y apelara a las dramáticas situaciones vividas y  desastres naturales ocurridos en este mandato y manifestará que prácticamente ella inventó la frase “cada día puede ser peor”. Es una Bachelet que se muestra muy humana y emotiva, como queriendo recuperar la adhesión pérdida en los segmentos populares que siguen ese programa y donde más ha bajado su apoyo.

Sintetizará que “eso me tiene preparada para lo que venga… yo no vivo en un mundo de irrealidad, sino que tengo súper claro que hay cosas que pasan”. Por esos mismos días de septiembre el vocero Marcelo Díaz anuncia la postergación del proceso “constituyente” anunciado en abril; justo antes del 18 la comisión Bravo explícita sus propuestas principales que reafirman el nulo intento de que en este Gobierno se adopten medidas que se orienten en el sentido de introducir un mínimo de equilibrio entre el totalitario sistema de AFP y sus cautivos clientes, y el ministro Valdés entrega sus primeras señales sobre el presupuesto venidero que trae baja inversión pública.

Las señales de orden se reiteran en su próxima aparición pública en la ONU a fines de septiembre, oportunidad en que postula “que la gradualidad caracterizará nuestros próximos pasos”. Remarca que “vamos a priorizar nuestras acciones y adaptarlas a las factibilidades financieras y técnicas”.

Sin embargo, Bachelet no mejora en las encuestas y así llega a la conmemoración del 5 de octubre en el Teatro Caupolicán,en que ante algunos fervientes seguidores, mayoritariamente militantes y funcionarios públicos, y en un formato concebido solo para que en el escenario la acompañen rostros jóvenes, donde no se visibiliza ningún dirigente de la vieja guardia, y bajo el lema “Presidenta, cuente conmigo”, reafirma su compromiso con las reformas: “Los avances de ayer enfrentan hoy obstáculos para la marcha que los chilenos y chilenas anhelan y merecen, por eso iniciamos un camino de reformas de fondo, porque es necesario para remover estos obstáculos”. La jefa de Estado reitera que “tenemos la capacidad de realizar los cambios que los chilenos y las chilenas nos demandan, porque cuando actuamos como un solo cuerpo somos capaces de cumplir la tarea”.

Octubre se inicia con la reinstalación de la procesión al CEP. Prácticamente todos los medios inscriben la visita en el contexto de un gobierno débil que quiere emitir señales de normalización y mesura ante un sector que se ha opuesto por principios a sus paquetes de reformas.

Prueba de la señal de tranquilidad que quiso entregar la Mandataria fue que la acompañaron los ministros del gabinete más próximos a ese mundo: Jorge Burgos, Rodrigo Valdés –quien armó un presupuesto 2016 al antojo del CEP–, Máximo Pacheco y Nicolás Eyzaguirre. El motivo de la visita fue precisamente la exposición de sus principales reformas. Con posterioridad uno de los secretarios de Estado asistentes –Valdés– filtró que en la jornada Bachelet habría dicho, cuando fue requerida sobre sus reformas, que «no podemos postergarlas, no hay prisa en llegar, pero hay prisa en partir».

Sin embargo, el empresario José Antonio Guzmán caracterizó la reunión como “un tongo”, pues tanto las preguntas que se harían como sus respectivas respuestas estaban previamente acordadas como en un guion de teatro: “Hubo una negociación adentro, no fue un diálogo libre (…) para hablar en castellano castizo, la reunión fue un tongo de punta a cabo”.

La selfies y su lado B

Enseguida, la Presidenta se sale nuevamente de la política y da una entrevista a la revista Caras, en el mismo tono que se ha impuesto en este segundo tiempo, del cual son buenos testimonios las ofrecidas a Don Francisco, la mañana de Mega y también CNN: diálogos livianos, en que no se habla del difícil contexto político por el que atraviesa su mandato y donde se realza su lado humano y personal. Así lo resumieron los propios periodistas que le hicieron la nota: “Nos adentramos en el ambiente oficialista para descubrir lo no oficial en el día a día de la Mandataria”.

Bachelet, junto con insistir en su crítica a los medios, hace galas de su arma más poderosa: las selfies. La entrevista, en un tono humano y cálido, entusiasma y no falta quien, al más puro estilo ‘yes, we can’ de Obama, le grita “lo haremos, podemos”. Se observa en la nota una Bachelet más cómoda, más en tierra propia. También se explaya sobre la que ella cree es una de sus principales fortalezas: su capacidad de resiliencia: “Cualquier dificultad trato de enfrentarla de la manera más realista por un lado, constructiva por el otro, y la verdad es que soy súper resiliente”.

Reitera el carácter gradual de sus reformas y la necesidad de ponerlas  en práctica, aunque señala que le llama la atención el individualismo que se ha apoderado del alma nacional y cómo lo ha visto exacerbado exponencialmente en política. En la oportunidad nuevamente se sale de la racionalidad pura y explora el carácter intuitivo de su personalidad: “el déjà vu” al que, sin embargo, le ha hecho tan poco caso en sus decisiones más significativas como ella misma lo ha reconocido anteriormente.

Sin embargo, la última entrevista que acaba de dar a CNN, seguramente en un intento por mejorar su imagen internacional así como la de Chile en el concierto latinoamericano, debe ser la más significativa de su nuevo repertorio, pues inaugura una nueva faceta  en la gestión del Ejecutivo: el análisis sociológico.

Y si bien allí volvió a girar y reiteró la defensa de sus reformas –“Todas las cosas que he hecho las anuncié y no solo las anuncié: las llevé por todo Chile, las manifesté públicamente»–, así como la barrera infranqueable que establece en su responsabilidad como gobernante en el caso Caval –“esto pasó antes de ser Presidenta y mi hijo, funcionario”–, sin dejar de evidenciar, por cierto, su descontento con el tratamiento que se le ha dado al caso y su crítica a los medios –“aquí ha habido opiniones, juicios paralelos de la opinión pública, sin que sepamos toda la verdad”–, la entrevista hará historia porque en ella se puede explorar un nuevo aspecto de la gestión presidencial no conocido hasta hoy: el análisis sociológico de la realidad.

Es decir, el Gobierno abandona las funciones tradicionales que la ciudadanía mandata para transformarse en un gobierno que más bien analiza y explica lo que pasa. De ese modo, la Presidenta profundiza la desconfianza existente hacia las instituciones, traspasando también su masificación, y por ende su responsabilidad, a cada compatriota: “Todos los chilenos son desconfiados unos de otros, del vecino, no solo de las instituciones”. Y espeta: “Vivimos una enfermedad crónica reagudizada”.

Y así, ante la ausencia de gestión política de un Ejecutivo cuyo gabinete y subsecretarías o están “capturadas” –Energía, Transporte y Telecomunicaciones, Minería, Pesca, etc.–  y sus titulares más preocupados de su futuro laboral en algunas de las empresas que deberían regular, o en “tránsito” mientras vuelven por un escaño al Congreso, la Mandataria profundiza también en el análisis del creciente fenómeno del chaquetismo, explicándolo con una acertada moraleja.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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