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La Concertación está de vuelta Opinión

La Concertación está de vuelta

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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La Nueva Mayoría es una marca débil. Es decir, no tiene atributos que la diferencien de su antecesora. No tiene un proyecto nuevo y menos una oferta que logre “encantar” a las personas. El mismo producto, pero con distinto envase. Y eso lo perciben los ciudadanos. Tal vez la única diferencia está en que, en el primer Gobierno de Bachelet, esa falta de unidad y proyecto común comenzó a afectar la sensibilidad de izquierda de la Concertación hasta terminar con un grupo de “díscolos” encabezados por Alejandro Navarro, quien tomó rumbo propio. Hoy la amenaza está en el ala derecha (el PC es lejos el partido más ordenado). La DC está incómoda, molesta, “desafectada” (según sus propios dirigentes).


Seguramente, los dirigentes de la Nueva Mayoría no han tomado conciencia del inmenso daño que le están haciendo al conglomerado que ellos mismos rebautizaron en la campaña presidencial de 2013. Tampoco del impacto que sus declaraciones, disputas, falta de disciplina, pugnas, peleas públicas e incluso bochornosas actuaciones, tienen en la imagen del Gobierno al cual pertenecen. Al igual que en la Alianza –hoy Chile Vamos–, en los partidos oficialistas se convencieron que el cambio de marca –desde la Concertación– bastaba para que las personas modificaran su percepción hacia ellos. Sin embargo la lógica publicitaria funciona diferente en política.

La Nueva Mayoría fue una apuesta para cambiar el rostro de una coalición que venía en franco deterioro, tanto en respaldo ciudadano como en credibilidad. El error, tal vez, fue caer en una especie de efecto hipnótico al considerar que la sola figura de Michelle Bachelet podía sustentar el cambio de identidad.

Veamos en qué se diferencia la vieja Concertación de la Nueva Mayoría. ¿Existe renovación de liderazgos o figuras? No. Salvo honrosas excepciones (como Isabel Allende), quienes se disputan el micrófono y realizan las labores de voceros son los mismos, sin variación en sus discursos y posiciones. Por ejemplo, Andrés Zaldívar continúa dirigiendo “la cocina” y es entrevistado al menos una vez al mes por el “Decano” –no hay tentación más grande para sus dirigentes–, donde expresa su rechazo a cualquier proyecto presentado por el Gobierno, y además, cada cierto tiempo realiza duros juicios contra la Mandataria.

[cita tipo= «destacado»]Veamos en qué se diferencia la vieja Concertación de la Nueva Mayoría. ¿Existe renovación de liderazgos o figuras? No. Salvo honrosas excepciones (como Isabel Allende), quienes se disputan el micrófono y realizan las labores de voceros son los mismos, sin variación en sus discursos y posiciones. Por ejemplo, Andrés Zaldívar continúa dirigiendo “la cocina” y es entrevistado al menos una vez al mes por el “Decano” –no hay tentación más grande para sus dirigentes–, donde expresa su rechazo a cualquier proyecto presentado por el Gobierno, y además, cada cierto tiempo realiza duros juicios contra la Mandataria.[/cita]

¿Existen cambios en las prácticas? No. Los partidos del bloque continúan discrepando públicamente y no parecen tener un relato que los unifique o al menos dé cuenta de un cierto alineamiento respecto del proyecto país que les ofrecen a los ciudadanos. Solo en las últimas semanas hemos visto y oído las diferencias en torno a cómo enfrentar las Municipales 2016. La DC ha insinuado que quiere llevar un candidato hasta segunda vuelta; mientras el PPD se volcará a esa tarea en enero, a su vez que el Presidente del PRSD ya advirtió que si la falange no se compromete a participar en primarias se termina la coalición. En tanto, Ricardo Lagos Escobar actúa como si fuera “el elegido”, e Ignacio Walker se proclamó candidato hace algunos meses generando fuertes disputas con la presidencia del partido. Y por si esto fuera poco, el diputado Matías Walker recordó con nostalgia que “se echa de menos la estabilidad y la gobernabilidad que ofrecía la Concertación”.

La Nueva Mayoría es una marca débil. Es decir, no tiene atributos que la diferencien de su antecesora. No tiene un proyecto nuevo y menos una oferta que logre “encantar” a las personas. El mismo producto, pero con distinto envase. Y eso lo perciben los ciudadanos. Tal vez la única diferencia está en que en el primer Gobierno de Bachelet, esa falta de unidad y proyecto común comenzó a afectar la sensibilidad de izquierda de la Concertación hasta terminar con un grupo de “díscolos” encabezados por Alejandro Navarro, quien tomó rumbo propio. Hoy la amenaza está en el ala derecha (el PC es lejos el partido más ordenado). La DC está incómoda, molesta, “desafectada” (según sus propios dirigentes). Es inimaginable pensar a Gutenberg Martínez como vocero de la Nueva Mayoría –más allá de un par de horas– sin que se produzca un estallido en el conglomerado.

Si a los problemas “intra-Nueva Mayoría” le sumamos las disputas de los partidos y las poco honorables conductas de algunos parlamentarios, el resultado es una profunda falta de empatía y conexión ciudadana. Hace pocos días Genaro Arriagada, histórico DC, le pidió la renuncia al presidente de su colectividad, Jorge Pizarro, por dos hechos al menos cuestionables para los tiempos de transparencia y juicio crítico que vivimos actualmente en el país. El ex ministro Edmundo Pérez Yoma, sin que nadie le preguntara, aprovechó la renuncia de Felipe Bulnes como agente chileno en La Haya para sugerir un cambio en la testera de la Cancillería. Isabel Allende, por su parte, debe resistir los embates de un locuaz y converso Camilo Escalona; mientras el diputado Jorge Tarud se autoproclama como candidato del PPD, a su vez que el resto de los dirigentes se muestran divididos públicamente entre Lagos padre e hijo.

Siempre existe la posibilidad de corregir el rumbo, de “mejorar” la percepción de una marca. Pero eso requiere, al menos, tomar conciencia del problema. Y eso está muy lejos de los dirigentes de la Nueva Mayoría. ¿Cómo es posible que nadie tenga la capacidad de leer adecuadamente las encuestas que nos indican que apenas entre un 10 y 12% de los chilenos aprueban la “marca”? ¿O que, de acuerdo al recientemente publicado estudio de Cadem, todos los partidos que la integran están en los últimos lugares de valoración pública, o que el Presidente de la DC es el peor evaluado? Peor aún si lo contrastamos con la figura de Giorgio Jackson, que aparece en el primer lugar representando a Revolución Democrática.

Sinceremos las cosas. Tal vez lo más razonable es volver a cambiarle el nombre al bloque oficialista. Hablemos mejor de la Concertación de Partidos por la Democracia, la vieja Concertación. Y lo mismo vale para Chile Vamos. ¡Vuelvan a ser la Alianza! Mientras no tengan definido un proyecto, un estilo comunicacional, un relato claro, vocerías disciplinadas, siempre es mejor mantener la marca de origen. De lo contrario, el efecto entre sus propios partidarios, electores potenciales y nuevas generaciones –cada vez más exigentes y desconfiadas del mundo político– puede ser aún peor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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