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Terminal 2 de Valparaíso: Chipe libre al sectorialismo

Alberto Texidó Zlatar y Marcelo Ruiz Fernández
Por : Alberto Texidó Zlatar y Marcelo Ruiz Fernández Arquitectos UCV. CoFundadores de la Corporación Metropolítica
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Después de algunos años de debate, ante una tecnocracia que parece avanzar por inercia, Valparaíso enfrenta la finalización tardía de los estudios ambiental y patrimonial, que pretenden permitir el inicio de obras de la ampliación portuaria, llamada Terminal 2 (T2). En este contexto, las recientes declaraciones del ex Presidente de la República, Ricardo Lagos, en El Mercurio de Valparaíso, cuestionando dicha iniciativa, permiten colocar en una perspectiva más global las implicancias del polémico proyecto.

El ex Mandatario fundamenta su crítica en varias razones. Entre ellas destaca el enorme esfuerzo realizado por el Estado a través de costosas inversiones en infraestructura para desocupar el borde costero de Valparaíso. Este esfuerzo se vería desaprovechado si se concreta el T2, comprometiendo, de paso, la oportunidad para potenciar el rol Patrimonial de la Ciudad Puerto. Vale recordar que la declaración de esta comuna como Patrimonio de la Humanidad se realiza en el periodo presidencial de Lagos.

Otra razón importante dice relación con los pocos empleos que la operación del nuevo terminal genera para Valparaíso. Esta declaración se basa en la creciente tecnificación y automatización de la actividad portuaria, donde la interacción espacial y económica con la referida ciudad es prácticamente nula. Por ultimo, el ex Mandatario, enfatiza el escaso aporte que representa el T2 en el contexto de la competencia de Chile con el resto de Latinoamérica por hacer llegar de manera más eficiente la carga a los mercados asiáticos. Dado que el aporte del T2 a esta competencia es bajo y, por otro lado, se coloca en riesgo a toda una ciudad, es que la ecuación resulta poco conveniente para el país. El bloqueo definitivo del Borde Costero de Valparaíso no vale 500 millones de dólares.

El cuestionamiento realizado por el ex Presidente, sintetiza a la perfección el problema de falta de visión que ha acompañado al plan maestro portuario en el borde costero de Valparaíso. En este déficit aparecen los efectos del excesivo sectorialismo con el cual se abordan las decisiones urbanas relevantes, donde la obsesión con la eficiencia en el movimiento de carga es el criterio único que termina primando. Dicho sectorialismo se explica en parte por la carencia de un liderazgo metropolitano institucionalizado, que permita compatibilizar los objetivos de la Empresa Portuaria y los de Valparaíso. Tras la comprensible necesidad de responder al crecimiento de cargas transferidas por vía marítima y terrestre, el desafío planteado hace una década es cómo reconocer la complejidad de los entornos donde los proyectos pretenden instalarse, a la vez de propender a la interacción entre servicios y leyes que han de evitar la contraposición de intereses.

[cita tipo= «destaque»]Hoy Valparaíso no es una Ciudad Puerto, sino una ciudad deteriorada y pobre adyacente a un puerto, sumándose a la larga lista de “zonas de sacrificio” existentes en Chile. Para revertir este proceso, es clave la recuperación y transformación del Borde Costero como lo han hecho tantas ciudades puertos en el mundo.[/cita]

El proyecto T2 aterriza en un Valparaíso golpeado por el desempleo, cuyo escenario urbano se caracteriza por despoblamiento y deterioro de sus barrios céntricos, la perdida de sus elites, el crecimiento de los campamentos en las laderas y la emigración de las clases medias hacia los barrios ubicados en Curauma y en el corredor de Santos Ossa-Avenida Argentina, que permiten la salida hacia Viña del Mar y Santiago.

Este escenario no es casual: tanto la  metropolización del Gran Valparaíso como la integración con el Gran Santiago han incidido en el despoblamiento de la Ciudad Puerto. No obstante lo anterior, el hecho de mayor relevancia en el decaimiento económico de esta comuna es la desvinculación entre la actividad portuaria con la actividad urbana. La irreversible tecnificación portuaria, termina con la antigua relación económica entre el Plan de Valparaíso y su borde costero. De esta manera, la ciudad enfrenta un proceso de obsolescencia respecto a su actividad original, comenzando un lento  pero definitivo proceso de precarización socioeconómica.

Hoy Valparaíso no es una Ciudad Puerto, sino una ciudad deteriorada y pobre adyacente a un puerto, sumándose a la larga lista de “zonas de sacrificio” existentes en Chile. Para revertir este proceso, es clave la recuperación y transformación del Borde Costero como lo han hecho tantas ciudades puertos en el mundo. El borde costero es el principal activo ambiental de Valparaíso y su recuperación permitiría la reactivación y repoblamiento de los distritos céntricos, como el Almendral o el Barrio Puerto, hoy abandonados, lo cual a su vez dinamizaría la actividad económica interna de esta comuna.

La necesidad de reestructurar una visión sobre la ciudad y el territorio y salir de este lamentable peligro de involución urbana, que la persistencia de lógicas reduccionistas ha generado, es urgente. El Estado, a través del Ministerio de Transporte, no puede seguir haciendo oídos sordos a las recomendaciones de la Unesco y a la opinión de la Academia. Resulta fundamental que la ampliación portuaria de Valparaíso pueda corregirse e integrar variables orientadas a prevención de impactos que, con más y mejores variables de diseño, podrían amplificar beneficios, actividades económicas y empleos. Por lo expresado, el ex Presidente Lagos así lo ha comprendido.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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