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La Democracia Cristiana y la Nueva Mayoría


Algunos camaradas han planteado la necesidad de producir una profunda corrección al rumbo del Gobierno. Al respecto, hay que señalar lo siguiente:

1) Respaldar plenamente, tal como lo han hecho todos nuestros parlamentarios, las reformas impulsadas por el Gobierno. Es evidente que en su implementación y diseño se han cometido errores que es preciso mejorar. Pero esto no puede ser excusa para detener el proceso de reformas que el país requiere para construir una sociedad más igualitaria. Se pretende generar un falso dilema entre los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, y curiosamente la derecha ahora aparece como defensora de la obra de la Concertación. Los inmensos éxitos de los gobiernos de la Concertación son parte del patrimonio de la Democracia Cristiana. Otro falso dilema que se ha planteado, es señalar que la Concertación era «reformista» y la Nueva Mayoría sería «revolucionaria». Esto no se ajusta a la realidad. Cada coalición debe responder al contexto histórico en que le toca actuar. Nada de lo que hoy se está haciendo podría realizarse sin considerar los logros alcanzados anteriormente. Aparte de algunas declaraciones retóricas equivocadas y desafortunadas, las reformas se inscriben precisamente en un proceso de reformas y no son producto de delirios revolucionarios.

2) Por los éxitos alcanzados, es que estamos en condiciones de impulsar nuevos desafíos para abordar las viejas y nuevas desigualdades. Nos sentimos parte del proceso de las reformas ya realizadas, aun con las dificultades propias de procesos complejos de cambios de estructuras. Sería conveniente que nuestros camaradas no solamente destaquen los problemas y las carencias que sin duda los hay, sino que también resaltáramos los aciertos, referidos principalmente al cambio del sistema binominal, la reforma tributaria, lo ya realizado en la reforma educacional, el acuerdo de vida en pareja, etc.

[cita tipo=»destaque»]No basta con denunciar irregularidades, sino que se debe promover un cambio muy radical en la convivencia política, empezando por nuestra propia organización, en la cual se debe exigir implacablemente una «ética mínima» a todos sus militantes y dirigentes, y sancionar ejemplarmente a aquellos que puedan estar involucrados en estas relaciones espurias con los grupos económicos.[/cita]

3) No es suficiente señalar que hay » irregularidades en el financiamiento de la política». Se ha configurado una cultura del engaño y la mentira a todo nivel y en todos los sectores de la vida del país. Y, lo más grave, es que se ha generado una cooptación de la política por parte de grupos económicos, afectando gravemente la legitimidad de los partidos y las instituciones democráticas. El Partido Demócrata Cristiano no ha estado ajeno a este proceso. No basta con denunciar irregularidades, sino que se debe promover un cambio muy radical en la convivencia política, empezando por nuestra propia organización, en la cual se debe exigir implacablemente una «ética mínima» a todos sus militantes y dirigentes, y sancionar ejemplarmente a aquellos que puedan estar involucrados en estas relaciones espurias con los grupos económicos. No será posible recuperar la credibilidad y la confianza ciudadana mientras no transparentemos nuestras propias actuaciones, y no se sancione ejemplarmente a aquellos que resulten responsables.

4) La Democracia Cristiana nació a la vida política en nuestro país para cambiar la sociedad, considerando naturalmente los diferentes contextos históricos en que le toca actuar. Por ello, tres son los ejes centrales que, entre otros, debieran ahora orientar nuestra acción:

A. Impulsar decididamente los cambios necesarios para disminuir las viejas y nuevas desigualdades, considerando que en nuestro país subsisten grandes desigualdades y es uno de los países más desiguales según lo ha señalado la OCDE. Solo si abordamos oportunamente estas reformas necesarias, podemos asegurar la gobernabilidad democrática.

B. Debemos promover una » ética mínima» en todas las organizaciones de la sociedad, para que estas se impregnen de una verdadera «ética ciudadana» que oriente las conductas de empresas, sindicatos, organizaciones sociales, etc. Todas ellas deberían transparentar sus conductas y rendir cuenta de sus actuaciones. Para ello, las empresas, por ejemplo, deberían tener representantes de sus trabajadores en sus directorios, con el fin de que, entre otras tareas, ellos puedan exigir rendición de cuentas y vigilar que no se generen colusiones y abusos.

C. Habrá que impulsar cambios sustanciales al modelo de desarrollo, ya que no basta con señalar que un crecimiento del 2% es insuficiente, y que este sería responsabilidad del Gobierno. El modelo de exportación de riquezas naturales definitivamente se agotó. El nuevo modelo deberá poner énfasis en el conocimiento y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, para lo cual habrá que incrementar la inversión que actualmente es del 0.3% del PIB a porcentajes muy superiores, que permitan otorgar mayor valor a las exportaciones sobre la base de cadenas productivas de complementación, especialmente con los países de América Latina, para competir eficazmente e insertarnos en los mercados internacionales. Esto deberá hacerse mediante acuerdos público-privados, que permitan consensuar políticas públicas estratégicas de largo aliento que requieren de gran estabilidad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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