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Gobierno: intentando salir de las crisis a punta de “cónclaves” Opinión

Gobierno: intentando salir de las crisis a punta de “cónclaves”

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Los problemas de fondo en la NM se mantendrán iguales: múltiples y contradictorias declaraciones de los dirigentes, disputas por los medios, amenazas de quiebre, etc.


No hay caso con la falta de originalidad en la política nacional. El conglomerado oficialista acaba de realizar su cuarto “cónclave” –el tercero en 6 meses– caracterizado por un formato completamente distinto a los anteriores, sin embargo, se utilizó el mismo nombre para proyectar eventos de naturaleza, forma y objetivos diferentes, algo que desde el punto de vista comunicacional es un error. Si comparamos esta especie de “comida con sobremesa” celebrada en Cerro Castillo con el grandilocuente evento del 3 de agosto pasado, la sensación es que estos “cónclaves” se han ido desinflando en el tiempo.

Partamos por el nombre escogido. “Cónclave” viene del latín y significa “lo que se cierra con llave”, de ahí que se utilice para representar el encuentro que sostienen los cardenales cuando deben elegir a un nuevo Papa entre cuatro paredes y aislados del exterior –simbólico, considerando que en la Nueva Mayoría han estado especulando con el sucesor de Bachelet casi desde el día que empezó su segundo mandato–. Este acto solemne es por naturaleza un largo espacio de reflexión, análisis y confrontación de posturas, con un objetivo claro: unidad en torno al nuevo designado. Nada más lejano de lo que hemos visto en estos encuentros políticos. De partida son breves –entre 4 a 5 horas– y en los que se privilegian las exposiciones por sobre el debate. Los comensales (24) son principalmente parlamentarios y ministros. Los de siempre hablando de lo de siempre.

Más allá de sus objetivos o motivaciones, es un hecho que el Gobierno ha optado por hacer frente a la crisis mediante estos eventos con nombre eclesiástico, para tratar de dar una señal de “unidad” y alinear a los partidos que lo integran. ¿Cómo son percibidos por la opinión pública? Como una especie de terapia de grupo, de catarsis colectiva, de abrazos, sonrisas y promesas de mejor coordinación; que finalizan con una tradicional y colorida foto con estilo futbolístico. Sin dudas aquí predomina el pensamiento mágico: una vez terminado el “cónclave”, se pone fin a la crisis.

[cita tipo= «destaque»]¿Era necesario gastar una nueva ficha comunicando al país que la Nueva Mayoría se “enclaustraría” por unas horas para definir una agenda de dos semanas? Definitivamente no. Mucho mayor sentido habría tenido realizar un encuentro más amplio –incluyendo a ciudadanos y cercanos a la coalición para mostrar más diversidad y base de apoyo–, que le dedicaran al menos un par de días y en el que se fijara la ruta para todo el 2016.[/cita]

Vamos a lo de fondo. ¿Qué imágenes quedan de Cerro Castillo 2016? Principalmente una reunión formal para calmar las agitadas y turbulentas aguas de la coalición gobernante. También una señal de autoridad de la Presidenta, quien en su intervención intentó apelar al orgullo y convicción de los participantes con su programa, además de instalar una mirada proyectiva del pacto. Respecto de los contenidos, bien poco. Del desorden interno, nada. En los días previos se informó que uno de los objetivos de la reunión sería despejar la agenda legislativa hasta el 31 de enero. La Reforma Laboral quedó flotando –y este proyecto sí que podría agudizar la crisis en el oficialismo–. Del proyecto “anticolusión” ni hablar, pensando que quedan poco más de dos semanas para terminar el período legislativo.

De esto último podemos sacar una conclusión: ¿era necesario gastar una nueva ficha comunicando al país que la Nueva Mayoría se “enclaustraría” por unas horas para definir una agenda de dos semanas? Definitivamente no. Mucho mayor sentido habría tenido realizar un encuentro más amplio –incluyendo a ciudadanos y cercanos a la coalición para mostrar más diversidad y base de apoyo–, que le dedicaran al menos un par de días y en el que se fijara la ruta para todo el 2016. Seguramente alguien en el Palacio ya está pensando en repetir estos encuentros cuando venga la próxima crisis interna, y obviamente volverán a bautizarlo como “cónclave”. ¡Vamos, asesores creativos, desafíense al menos en definir distintas instancias de encuentro y, por tanto, que tengan nombres distintos! Con ello al menos podrían cautivar la atención de las personas. Otro “cónclave” igual, seguramente tendrá aún menos cobertura que el del pasado 13 de enero.

Desde las comunicaciones, la puesta en escena siempre es clave en este tipo de instancias. Esta vez fue muy pobre si la comparamos con la de agosto de 2015. El lenguaje no verbal, las miradas, el lugar elegido, todo ayuda o termina perjudicando lo que se quiere transmitir. Marcelo Díaz realizó un punto de prensa en medio del encuentro. En solitario y muy serio. Parecía la vocería de un acontecimiento trágico o simplemente alguien que quería contar una mala noticia. ¿Qué habrán querido proyectar? Si era unidad, definitivamente el resultado no fue el esperado. Me da la impresión que intentaron evitar que alguno de los asistentes olvidara rápido la arenga de la Presidenta y se “escapara con los tarros”. Sin embargo, fue inevitable, porque al día siguiente algunos medios publicaron detalles de la reunión, claramente filtrados por los asistentes.

Entre los que quisieron resaltar “sus aportes” durante la jornada estuvo la dupla PPD Girardi-Quintana. Ambos se encargaron de dar a conocer sus intervenciones en la mesa rectangular de la sede presidencial. El presidente del partido habló del “verdadero inicio” del segundo tiempo –¿cuántas veces lo han anunciado?–, mientras el senador por Santiago Poniente emplazó a la Mandataria a acelerar la agenda legislativa antes de fin de mes. Los dirigentes de la DC, por su parte, fueron más disciplinados que de costumbre y prefirieron evitar las declaraciones públicas.

Segunda conclusión, los problemas de fondo en la NM se mantendrán iguales: múltiples y contradictorias declaraciones de los dirigentes, disputas por los medios, amenazas de quiebre, etc.

Por último, gran expectación se había generado en torno a la participación del famoso segundo piso. Específicamente de Ana Lya Uriarte y Pedro Güell. Mal que mal, estuvieron en el ojo del huracán y fueron duramente criticados por la DC. Era una oportunidad de “limar asperezas”, por lo que cuesta entender por qué no llegaron, si la propia Presidencia había confirmado su presencia. Me imagino que Jorge Burgos quedó inquieto, tal vez fue una nueva “demostración de autonomía” de los poderosos asesores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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