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Expreso de medianoche

Isabel Arriagada
Por : Isabel Arriagada Abogada. Directora de ONG Leasur.
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Expreso de medianoche marca un hito en la historia del cine sobre prisiones (género conocido como prison drama movies). El filme retrata la historia de Billy Hayes, un estudiante norteamericano en Turquía, inculpado por intentar traficar hachís hacia Estados Unidos y condenado a pasar treinta años de su vida privado de libertad en una cárcel de Estambul. Aunque sea una producción de los años setenta, ofrece una imagen vívida de la miseria y humillación actual que vive la población penal en la mayoría de las cárceles del mundo.

Expreso de medianoche retrata varias de las preocupaciones que suscita la vida en prisión. Entre ellas, la pérdida de autonomía de los privados de libertad, la sensación de hastío y caos, la violencia entre internos, la arbitrariedad de los guardias penitenciarios, el desvanecimiento de la masculinidad y la privación de la sexualidad y el continuo debilitamiento de la salud mental. En la vereda crítica, a la película se le reprochó que ofreciera una caricatura de los agentes de justicia turcos, retratados como personas violentas, crueles e inhumanas. El mismo Oliver Stone, quien adaptara la historia verídica para escribir el guión, reconoció haber sobredramatizado la historia real de Billy Hayes y presentado a Turquía como un país extremadamente incivilizado.

Pese a esta crítica y fuera de la sátira, las escenas del filme sobre el sistema de justicia penal ilustran lúcidamente dos de los grandes problemas que enfrentan los condenados en distintas prisiones del mundo. Primero, la sentencia contra Billy Hayes parece excesiva. Segundo, su abogado, interpretado por Franco Diogene, es corrupto e irritante. Fuera de la ficción, la unión entre condenas irracionales y la precariedad de la vida en prisión pueden transformarse en una mina de oro para los abogados corruptos y en una pesadilla para los internos.

La población penal y sus familias invierten lo que no tienen para mejorar sus circunstancias de reclusión, acceder a beneficios penitenciarios o lograr corregir su condena y así probar, según el caso, su inocencia. La necesidad y el desaliento de los internos ha generado un profuso mercado para los abogados. En Chile, basta recorrer la vereda norte de la avenida Pedro Montt, frente al Centro de Justicia de Santiago, para encontrar la más diversa gama de servicios jurídicos (conocidos coloquialmente como “la cueva de Alí Babá”). Oficinas añejas, pintadas con los más diversos colores, invitan a los transeúntes a realizar consultas legales (con sospechosos anuncios de “sin ningún compromiso”).

[cita tipo=»destaque»]El Estado no ha mostrado preocupación alguna por garantizar la calidad de la asesoría jurídica y proteger a esta población vulnerable. Si bien la Defensoría Penal Penitenciaria brinda un servicio invaluable, su alcance es profundamente limitado. Debido a la ausencia del Estado, la coyuntura protege más la libre iniciativa económica que el bienestar de los presos y sus familias. La situación en Chile es acuciante.[/cita]

El Estado no ha mostrado preocupación alguna por garantizar la calidad de la asesoría jurídica y proteger a esta población vulnerable. Si bien la Defensoría Penal Penitenciaria brinda un servicio invaluable, su alcance es profundamente limitado. Debido a la ausencia del Estado, la coyuntura protege más la libre iniciativa económica que el bienestar de los presos y sus familias. La situación en Chile es acuciante.

No existe un registro de abogados certificados ni es obligación pertenecer al Colegio de Abogados (única institución que vela por la ética de la profesión). El Reglamento de Ingreso de Abogados chileno solo les solicita exhibir su título para entrar a las cárceles. Gendarmería, a cargo de las puertas de ingreso, no les exige a los abogados demostrar domicilio o entregar un número de teléfono ni verificar formalmente la autenticidad del certificado de título. Como es de prever, los presos y sus familias se ven expuestos a invertir en profesionales que pueden fácilmente desaparecer de su radar. Si no desaparecen, abogados inescrupulosos, para mantener las apariencias (y la prosperidad del negocio), realizan gestiones inviables o derechamente inexistentes.

Alimentar las esperanzas termina siendo parte del trabajo del abogado. En Expreso de medianoche, Franco Diogene le recomienda a Billy que se mantenga tranquilo (“Play it cool, Billy”). Le pide, en otras palabras, que niegue su angustia y ansiedad, que pretenda que nada de lo que sucede, sucede. Pero Billy y nosotros sabemos lo que ocurre. En Chile y en el mundo, la desidia de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial sujeta a instituciones estatales como las cárceles a mantenerse en “tierra de nadie”. La falta de regulación afecta principalmente a la población penal, a la que la indolencia del Estado expone al más macabro y penoso de los abandonos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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