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¡No olvidemos las políticas de Estado!

Jaime Abedrapo
Por : Jaime Abedrapo Académico de la UDP.
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Estamos en un mundo incierto con desafíos y amenazas que se han ido revelando, pero pareciera que nuestro país está distraído al no darles la importancia que merecen. Ciertamente estamos en un contexto de cambio, en que la agenda nacional está concentrada en los temas relativos a los escándalos por el enriquecimiento ilícito de la familia presidencial, tráfico de influencias, financiamiento irregular de la política, desconfianzas en las elites, baja en los índices económicos, entre otras materias que por cierto deben ocuparnos. No obstante, se espera que no estemos desatendiendo demasiado las políticas nacionales (Estado) que sin duda son estratégicas para el futuro del país.

De hecho nuestra política exterior, llamada a poner atención de las inseguridades que se otean en el contexto vecinal y regional, está concentrada, y con razón, en las demandas territoriales de nuestros países vecinos del norte, sin embargo resulta imprescindible no relegar el análisis de la evolución de las amenazas transnacionales y la planificación de acciones para contrarrestarlas.

Primeramente debemos señalar al respecto que sin la acción conjunta entre los Estados para enfrentarlas, no hay manera de ser eficaces contra las denominadas amenazas transfronterizas. En este sentido, la cooperación para la paz se presenta como un imperativo para bajar los niveles de inseguridad en aspectos que afectan el desarrollo de los pueblos.

Entre las amenazas y desafíos de corte transnacional a los cuales nos referimos destaca el Narcotráfico, que sin duda es uno de los más reconocidos porque genera violencia y es una organización base para los demás ilícitos; el lavado de dinero, que no es otra cosa que estrategias que afectan la sustentabilidad económica de un país. Ambas tienen efectos perniciosos en la conducta ética de los ciudadanos, y hemos visto cómo el crimen organizado avanza en el los países de Latinoamérica, sin que existan motivos para estar optimistas, es más, la discusión política que en general apunta a liberalizar el consumo de las drogas, en su interpretación realista, es la rendición frente a dichos flagelos.

Una explicación de ello, es que el crimen organizado tiene especial impacto y alcance en sociedades en donde no se aprecian proyectos colectivos con sentido país y cohesión social. Ese es el mejor escenario para que bandas criminales encuentren cabida más fácilmente por medio del chantaje, la extorsión y la corrupción.

Otro crimen a relevar que pareciera que no atendemos diligentemente es el tráfico de personas, que tiende a incrementarse en países con débiles políticas migratorias.

Por otra parte, una amenaza que merecería una especial mención y análisis es el terrorismo, el cual se ha posicionado importantemente en la agenda de seguridad mundial, básicamente porque los actores centrales del sistema internacional la han clasificado como su principal preocupación. Atentados como los ocurridos recientemente en Paris, más la amenaza latente de que otra célula despierte en países del Primer Mundo ponen bajo amenazas a todo el sistema internacional. Al respecto, si bien las amenazas del tipo de terrorismo que ha golpeado a Estados Unidos y países de Europa no parece ser relevantes en América Latina, lo acontecido en Argentina en la década de los noventa (ataque a la Embajada y Mutual Judía) no permite proyectarnos como inmunes, sobre todo porque distintos Estados de Latinoamérica realizan alianzas de distinto tipo con la OTAN o la UE, y con ello pueden en algún contexto ser identificados como aliados de potencias que son objetivo de la red internacional de Al Qaeda o de otras facciones de grupos ligadas al Estado Islámico, por tanto en guerra contra las potencias imperiales.

El suscrito es partidario de tener una agenda de seguridad a escala de nuestras amenazas y desafíos (riesgos) según la realidad regional – vecinal, y no emular la de otras latitudes, aunque parece evidente que no podemos descuidar este fenómeno (terrorismo) en particular, que a su vez se asocia con situaciones reales detectadas en la Triple Frontera o movimientos terroristas de carácter ideológico que aún tienen una cierta presencia en la región, u otras reivindicaciones políticas que están teniendo expresiones amparadas en el terror.

No podemos dejar de mencionar el cyber crimen como otra amenaza, que en una sociedad interconectada, ha ganado espacio de importancia. Es un hecho registrado los ataques a nivel interestatal vía el cyber espacio, siendo esta una vulnerabilidad a destacar en nuestro país, tanto por la ampliación de la conectividad a internet como por la ausencia de política nacional de cyberseguridad.

Desde una mirada holística, las amenazas transnacionales expuestas encuentran un campo fértil en una situación de descomposición social, material y espiritual, ya que representan el recipiente adecuado para que ellas se instalen, por lo que el sentimiento o convicción por lo comunitario es en el tiempo lo más eficiente de la perspectiva política para evitar que estas amenazas se alojen y superen las capacidades del Estado.

En efecto, autores como Francisco Rojas Aravena, argumentan en favor de disminuir las “condiciones que generan la violencia”, las que se encuentran primeramente en la inequidad, desempleo, crecimiento urbano, entre otros factores. En esta misma línea relativa a las causas de la ampliación de las amenazas transnacionales, cabe soslayar la importancia de contar con instituciones capaces de contrarrestarlas, particularmente los tribunales de justicia, los cuales deben ser eficaces en desarticular las organizaciones criminales que tienden a internacionalizarse.

Sumado a lo anterior, el país no puede aflojar en mantener bajo control el tráfico de armas, ya que estas son la causa material de las organizaciones criminales. De no conseguir en una etapa preventiva controlar los elementos mencionados, estaremos más visiblemente en presencia del robustecimiento de las amenazas transnacionales.

En consecuencia, el descuidar estas temáticas de Estado permiten que el crimen organizado vaya socavando la gobernanza democrática a través de la exacerbación de la corrupción, la erosión del Estado de Derecho, lo que se facilita a través de la exclusión social.

[cita tipo=»destaque»] El país no puede aflojar en mantener bajo control el tráfico de armas, ya que estas son la causa material de las organizaciones criminales. De no conseguir en una etapa preventiva controlar los elementos mencionados, estaremos más visiblemente en presencia del robustecimiento de las amenazas transnacionales.[/cita]

En efecto, hemos sido testigos de los procesos vividos en Colombia, México, entre otros países de Latinoamérica, en que las organizaciones criminales transnacionales han significado la degradación moral, social, distorsión de la política, entre otros flagelos que afectan el alma de la nación. Por eso las políticas de Estado que atienden a las mencionadas amenazas no pueden quedar relegadas a un segundo plano de nuestras prioridades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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