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Educación: Chile se cansó de esperar

Gabriel Iturra
Por : Gabriel Iturra Presidente FEUCEN
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Era el 23 de diciembre del año 2015, el gobierno había cambiado por quinta vez el discurso con respecto a la gratuidad. En paralelo, el tribunal constitucional se había tomado casi todo el protagonismo en la escena nacional, específicamente en lo estudiantil. Este escenario se vio marcado por un sentimiento general de incertidumbre, ya que el gobierno había realizado una tergiversación de nuestras demandas, y porque diez personas a cargo de un tribunal ilegítimo, se encontraban discutiendo y decidiendo cuál sería el futuro de miles de estudiantes del país. Esta engorrosa situación concluye con la destrucción de nuestro sueño y lucha por la educación gratuita, democratización, el fin al lucro y con la construcción de un sistema educacional público y articulado. En síntesis, en unas pocas semanas acabaron con lo que habíamos construido, finalizando un ciclo con los supuestos beneficios que nos traería que se declarase como constitucional el proyecto. Sin embargo, no consideraron que al cerrar este periodo, buscaríamos abrir a la fuerza otra etapa.

Hoy, cuando comienza el segundo tiempo del actual gobierno, estamos palpando el clímax del fracaso de la institucionalidad. Ha quedado demostrado que la idea de “la Nueva Mayoría” tocó fondo, principalmente por no tener la voluntad de cambiar este modelo. A esto se le suma el sector de la DC, que presiona dentro de esta coalición buscando que no salga adelante el programa, en base a reformas, que se plantearon al conformarse como la nueva fuerza de izquierda dentro de la institucionalidad del país.

Tenemos un gobierno y congreso, un estado en sí, controlado por los empresarios. Un sistema con una serie de contradicciones que no permiten dar soluciones a los problemas que este mismo se genera. En este contexto, hay una crisis de legitimidad enmarcada en un escenario de corrupción de la clase política y las empresas. No es al azar que el gobierno de la Nueva Mayoría tenga un 22% de consentimiento según la última encuesta Adimark. Tampoco es coincidencia que los partidos representantes de la derecha chilena tengan menos de 30% de aprobación, llegando a un 17% de aceptación en el caso de la UDI. Esto, pese a las apreciaciones y cuestionamientos que podamos tener sobre el desarrollo de estas encuestas, da cuenta que en el escenario actual, los bloques políticos más grandes del país no tienen la legitimidad suficiente para gobernar ni legislar.

[cita tipo=»destaque»]El fondo de esto no son las figuras que intentan sostener esta institucionalidad, sino que la institucionalidad misma es insostenible. Y para quienes nos hacemos parte de los movimientos sociales, debemos tener en claro que si esta, y en consecuencia el estado fallan, es porque se necesita la construcción de un poder alternativo.[/cita]

El fondo de esto no son las figuras que intentan sostener esta institucionalidad, sino que la institucionalidad misma es insostenible. Y para quienes nos hacemos parte de los movimientos sociales, debemos tener en claro que si esta, y en consecuencia el estado fallan, es porque se necesita la construcción de un poder alternativo.

El 2016 se comienza con un sentimiento muy distinto a diferencia de los años anteriores. Nos encontramos ante un gobierno que asegura que hay un avance realmente concreto para el país, pero quizás se debilita el sueño de miles que anhelaban el financiamiento de parte del estado de su educación, pero que por la improvisación e incapacidad del gobierno, quedaron marginados de este proceso. Y ese es un hecho que se siente hasta el día de hoy, ya que por la indecisión sobre la fecha de entrega del proyecto de ley, seguimos a la deriva. Frente a esto debemos presionar al gobierno ya que necesitamos prontas definiciones. Porque no queremos que el escenario en diciembre de este año sea el mismo que a finales del 2015.

Hay que tener ojo, a la vez, porque la gratuidad como tal no es el único eje que reivindicamos; tenemos la necesidad de generar un sistema educacional público articulado desde la preescolaridad a la educación superior, que garantice el acceso a la educación y la gratuidad universal. Entendiendo, previamente, “lo público” como un derecho social-universal, que responda a los intereses de la mayoría, resguardando sus derechos fundamentales de esta.

Ante esto, debemos tener la claridad que la tarea que tenemos este año es compleja, pero clave; pareciera ser que tendremos que levantar el movimiento estudiantil desde sus cimientos, para así comenzar de lleno con el inicio de este “nuevo periodo” en el escenario educativo al que nos enfrentamos. A esto se le suma la necesidad de volver a producir ese impacto en la sociedad que hace cinco años generamos, insistir en la idea de convencer y convocar, volver a ser necesariamente un eje articulador en las luchas del pueblo chileno. Sin embargo, esta vez, debemos entender que esta lucha tiene que ser multisectorial, ya que sin la vinculación con los distintos actores, no tendremos avances. Esta pelea debemos darla en todos los flancos posibles.

El desafío es grande, pero asumimos la responsabilidad de hacer algo por los sin voz, los decepcionados e indignados. Son los actores de los movimientos sociales los que estamos convocados a constituir fuerza frente a la inestabilidad, incapacidad, fracasos y las históricas falsas ilusiones emanadas desde la clase política. Estamos convocados por la necesidad de construir un poder alternativo en conjunto a la comunidad empoderada, y será este movimiento social el que tome las riendas y construya este poder que vendrá a hacer frente ante las injusticias que día a día vivimos. Pero esto debe ocurrir de forma paralela en que vayamos volviendo a las calles, para vernos las caras para reconstruir y recuperar cueste lo que cueste lo que nos arrebataron y por derecho nos merece. No tenemos otra opción, porque Chile se cansó de esperar, y nosotros ya no tenemos nada más que perder.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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