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Alemania exorciza sus culpas por Colonia Dignidad Opinión

Alemania exorciza sus culpas por Colonia Dignidad

El gobierno alemán no solo fustigó a sus diplomáticos en Santiago que “miraron al lado” en relación con Colonia Dignidad durante la dictadura, sino también castigó la conducta de la diplomacia germana terminado en Chile el Estado Terrorista y reiniciada la democracia, cuando la camarilla de la secta continuó torturando y esclavizando a sus más de 300 súbditos alemanes. Ello incluye a los niños chilenos robados a humildes familias campesinas para sodomizarlos, internarlos en el hospital del fundo para medicarlos con el fin de transformar sus conciencias, y sumarlos a la mano de obra gratis y esclavizada.


“Todo en orden y limpio, incluso los establos de los chanchos”, informó la embajada alemana en Santiago a Bonn cuando su gobierno le consultó por Colonia Dignidad. Era 1977. La mentira la destacó el martes 26 de abril pasado el ministro de Relaciones Exteriores alemán Frank-Walter Steinmeier.

Lo que el diplomático dijo ese día en Berlín, frente a sus invitados chilenos y alemanes, se convirtió en el primer reconocimiento de los crímenes de la secta germana en Chile después de 55 años. Pero ocurrió.

En agosto del año de la frase-cómplice citada por Steinmeier en su autocrítico discurso, la DINA recién llegaba a su fin en Chile después de asesinar durante cuatro años. Porque la DINA nació a fines de 1973 tras el golpe cívico-militar, mientras el Decreto 521 del 14 de junio de 1974 que la creó solo formalizó su existencia.

Wolfgang Müller (hoy de apellido Knesse) ya era el primer fugado en 1966. Pero la diplomacia alemana no le creyó y prefirió seguir mintiendo, o al menos encubriendo los delitos contra la humanidad y comunes que ocurrían al interior del fundo Lavadero, donde la DINA mantenía uno de sus cuarteles generales. ¿No supo el Servicio de Inteligencia de Alemania Occidental, tan ágil y agudo en la Guerra Fría enfrentado con la inteligencia del bloque socialista, lo que sucedía en Colonia Dignidad? Imposible, sus agentes estaban en todas partes, bien pagados.

Se podría criticar a la diplomacia alemana de los últimos tiempos por no reaccionar muchísimo antes para proteger a sus compatriotas germanos, tan víctimas como los chilenos dentro de las alambradas de la pomposa y cínicamente llamada Villa Baviera. No desaparecieron, pero sufrieron la tortura y la esclavitud, por decir lo menos, y sus secuelas se mantienen hasta hoy.

Es mejor destacar la importancia de que este mea culpa finalmente sucedió, en la esperanza de que el reconocimiento marque el inicio de un rumbo distinto hacia la intervención activa del gobierno alemán en relación con la actual Colonia Dignidad. ¿Concederá ahora Alemania a Chile la extradición del segundo criminal de la Colonia, Hartmut Hopp, fugado desde nuestro país para evitar la justicia? Personaje tanto o más siniestro que el mismo Schäfer.

“Colonia Dignidad no constituye una página honrosa en la historia del Ministerio de Relaciones Exteriores (…) Incluso más tarde, cuando Colonia Dignidad se había disuelto y las personas ya no eran sometidas a los tormentos diarios, al ministerio le faltó la determinación y la transparencia necesarias para identificar su responsabilidad y aprender de lo sucedido”, dijo el ministro Steinmeier.

Así, el gobierno alemán no solo fustigó a sus diplomáticos en Santiago que “miraron al lado” en relación con Colonia Dignidad durante la dictadura, sino también castigó la conducta de la diplomacia germana terminado en Chile el Estado Terrorista y reiniciada la democracia, cuando la camarilla de la secta continuó torturando y esclavizando a sus más de 300 súbditos alemanes. Ello incluye a los niños chilenos robados a humildes familias campesinas para sodomizarlos, internarlos en el hospital del fundo para medicarlos con el fin de transformar sus conciencias, y sumarlos a la mano de obra gratis y esclavizada.

El ministro Steinmeier simbolizó esta complicidad en un hombre: el embajador en Santiago entre 1976-1979, Erich Sträling:

“Y así el Embajador de Alemania Erich Strätling honraba en público a la Colonia, mientras que a la vez había informes sobre menores que huían de la colonia y solicitaban protección en la Embajada de Santiago, y eran devueltos a quienes ejercían su custodia. En Chile la opinión pública ya relacionaba a la Colonia con el abuso de menores, la privación de la libertad y la tortura”, afirmó Steinmeier.

Pero la desidia cómplice de la diplomacia alemana en Santiago, Bonn y luego en Berlín respecto de Colonia Dignidad, tuvo en 1987 al menos una alerta de lo que sucedía con la secta, descrita por un propio diplomático germano en Santiago: Dieter Haller, una oveja negra en medio de los cobardes.

Haller, presente en el acto de contrición del gobierno alemán el pasado 26 de abril en Berlín, advirtió a Bonn en 1987 que los alemanes que vivían al interior de Colonia Dignidad estaban siendo “víctimas de privación de libertad permanente”.

Luego de visitar la Colonia, Haller fue más claro: “Así debió ser Theresienstadt”, aludiendo al campo de concentración instalado por Hitler en Checoslovaquia. Con seguridad podría decirse que aquella vez Haller se quedó corto. El episodio fue también recordado por el ministro alemán de Relaciones Exteriores.

[cita tipo= «destaque»]En Chile la vida al interior de Colonia Dignidad sigue su curso. Y los hijos de quienes conformaron la cúpula dirigente bajo Schäfer siguen la misma ruta de sus padres. La Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad, denunció recientemente que Thomas Schnellenkamp y Hans Schreiber –hijos de sendos delincuentes germanos que forman parte de la nueva camarilla que hoy controla a las empresas de la Colonia– presionan a los ancianos alemanes para que guarden secreto sobre el horror vivido.[/cita]

Como prueba de este acto de reconocimiento, el jefe de la política exterior alemana bajo la canciller Angela Merkel, anunció que Alemania adelantará en diez años la desclasificación de los archivos diplomáticos alemanes relativos al caso Colonia Dignidad. Ello ocurrirá este 2016.

Sin embargo, no es de esperar que esos documentos aporten más respecto a todo el horror ya conocido en Chile y el mundo sobre lo ocurrido en Colonia Dignidad en el ámbito criminal. Las investigaciones judiciales chilenas han develado suficiente, aunque la justicia chilena sigue en deuda al no interesarse en investigar la fortuna de esta secta, que de acuerdo al propio Hartmut Hopp “es inmensa”, como lo declaró judicialmente antes de arrancar.

Probablemente esos archivos se refieren principalmente a la correspondencia de carácter diplomático acerca de esta asociación ilícita criminal. Quizás develen otros escandalosos informes del “orden y limpieza, incluso en los establos de los chanchos”, que reinaba en aquel campo de concentración, donde hasta las rocas eran falsas, conteniendo sensores que detectaban la presencia humana intrusa.

En su sentida intervención, el ministro Steinmeier llegó a sostener que, a partir de ahora, el caso Colonia Dignidad debe constituir la columna vertebral de la formación no solo de los jóvenes futuros diplomáticos germanos, sino también de los que ya ejercen por el mundo.

Refiriéndose al sentido que debe guiar el eje de un servicio diplomático, Steinmeier sostuvo que no basta con que los diplomáticos instalados fuera de Alemania traten siempre de mantener “buenas relaciones con el país anfitrión”, dejando con ello de criticar lo que merece ser criticado en las conductas de las autoridades anfitrionas.

“En algunos casos no es suficiente actuar según el derecho y la ley (…). La falta de una instrucción nunca debe ser la justificación para apartar la vista o permanecer pasivos. El corazón y la razón, y el valor para actuar, deben ser una orientación suficiente para hacer lo necesario y con ello lo correcto”, manifestó el ministro.

El reciente acto de Berlín ocurre pocas semanas después de que en esa capital se realizara un amplio encuentro entre víctimas chilenas y alemanas de Colonia Dignidad, organizado por el organismo alemán Casa de la Conferencia de Wannsee, y de que Hollywood realizara el filme Colonia, que –con los códigos hollywoodenses– intenta retratar la historia de los crímenes de la secta.

Pero en Chile la vida al interior de Colonia Dignidad sigue su curso. Y los hijos de quienes conformaron la cúpula dirigente bajo Schäfer siguen la misma ruta de sus padres. La Asociación por la Memoria y los Derechos Humanos Colonia Dignidad, denunció recientemente que Thomas Schnellenkamp y Hans Schreiber –hijos de sendos delincuentes germanos que forman parte de la nueva camarilla que hoy controla a las empresas de la Colonia– presionan a los ancianos alemanes para que guarden secreto sobre el horror vivido.

Lo hacen obligándolos a firmar un contrato por el cual, a cambio de su silencio, les entregarían porciones miserables de terreno. A algunos que se negaron a firmar el contrato los sacaron de las precarias viviendas que habitan, por las cuales incluso les cobran arriendo.

En la Colonia sigue la fiesta de la subyugación de los más débiles. De quienes no poseen el pedigrí de los Blank, Schnellenkamp, Schreiber y otros antiguos jerarcas del mal.

Es cierto que ya no es lo mismo que antaño, pero hoy se viven las secuelas del terror. Y a pesar de que el Consejo de Monumentos Nacionales decretó que algunos lugares de la Colonia deben transformarse en sitios de Memoria por lo acontecido en ellos, los hijos de los delincuentes avanzan convirtiendo el predio en sandunga y turismo descontaminado.

Parafraseando algunas de las partes del discurso del ministro Steinmeier, uno podría preguntarse ¿cómo pudo suceder que, en un lugar tan hermoso, de tan exquisita naturaleza, ocurriera tanta barbarie?

La respuesta es simple: porque el Estado chileno lo permitió por décadas y, al igual que la diplomacia alemana, miró hacia el lado, sabiendo lo que ocurría dentro de esas alambradas.

¿Y ahora qué, tras este profundo reconocimiento del gobierno alemán? Para poder creer que aquello se hizo desde lo profundo del alma de ese querido pueblo germano, esperemos ser testigos de acciones que, en conjunto con el Estado chileno, apunten a resolver de una vez por todas el caso Colonia Dignidad y reparar a esas víctimas alemanas. Porque las víctimas chilenas al menos son objeto de procesos judiciales que, bien o mal llevados, en algo han aportado para reparar y hacer justicia.

Tarde, pero al fin llegó. Mejor pensar que nunca es tarde para algo que causó tanta víctima y tanto dolor. Sobre todo que el reconocimiento viene de un país y su pueblo al que quiero tanto y que aún siento mi segunda patria. Que me acogió en el destierro, me mostró otra cultura y me abrió los ojos al mundo. Sin dejar de recordar que todo sucedió en aquel Berlín Occidental rodeado por el muro, en una ciudad alucinante llena de espías en la Guerra Fría a la llegué una mañana de 1975, y que abandoné en 1985 para regresar a Chile a combatir la dictadura desde el periodismo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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