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Proceso Constituyente: ¿Participar o restarse?


El Proceso Constituyente diseñado por el Gobierno ha recibido críticas de los más diversos sectores del espectro político, de las cuales podremos considerar algunas más razonables que otras. Pero al momento de sincerar el debate político, todos los apoyos o críticas realizadas al proceso iniciado por el Gobierno, son realmente fundamentos para dos situaciones: por un lado para poder influir en el desarrollo de los acontecimientos y por otro, para justificar la participación o abstención en el Proceso Constituyente.

Es posible que alguien sostenga que lo anterior es un reduccionismo peligroso o que es mejor partir de la base que el debate se desarrolla de buena fe. Pero si tomamos una foto panorámica a la política nacional de los últimos 30 años y la miramos detenidamente, ¿podemos pensar que la mayoría de los integrantes de la fotografía han estado inspirados en servir de manera honorable, honrada y desinteresada a Chile? ¿Que todos ellos han estado inspirados en un profundo racionalismo y ceden ante los buenos argumentos, por el bienestar de nuestra nación? o ¿que la profundización de la democracia ha estado en el centro de su accionar? En mi opinión la respuesta es categóricamente negativa. Los integrantes de la foto dirán que sí poseen todas las cualidades descritas, pero afirmar que se tiene una característica es una cosa y tenerla es otra.

Para no ir más lejos, si los partidos de la Nueva Mayoría tuvieran los valores que se atribuyen, no estaríamos debatiendo sobre cabildos no vinculantes, sino que probablemente otros serían los ejes de la discusión, como por ejemplo la manera óptima de organizar la Asamblea Constituyente o como escoger a los integrantes de dicha instancia. En cambio, la premisa defendida o resguardada por este conglomerado es la “estabilidad política” y por tanto, los objetivos deben ser lo suficientemente abstractos y flexibles para poder “acomodarse” a los imprevistos y no poner en peligro la estabilidad institucional. Por cierto, el diseño del Proceso Constituyente es un ejemplo de aquello.

El problema de defender esta estabilidad, es que solamente tiene un carácter artificial, pues, no es producto de la deliberación ciudadana (nosotros no la hemos acordado). Planteada la cuestión de este modo, cabe dejar esbozada la siguiente pregunta: ¿Es posible que este Proceso Constituyente se desmarque de quienes lo han diseñado y en consecuencia no tenga como premisa intangible la “estabilidad”, pudiéndose con ello habilitar una discusión abierta, que tanga como resultado un conceso ciudadano?

Por la vereda de al frente (la derecha), el panorama por supuesto no es mucho más auspiciador que en la nueva mayoría, pues, ahí se encuentran quienes idearon la actual Carta Magna. Son quienes se resisten a modificar en lo esencial los aspectos sustantivos de la Constitución. Es importante tener presente, que el problema no erradica en que ellos defiendan legítimamente las ideas que debe inspirar el Texto Fundamental, sino en que, para poder defender lo sustantivo se refugian en los vetos institucionales que le otorga la Constitución, como los altos quorum para reformar el Texto Constitucional (requieren 2/3 o 3/5 de los diputados y senadores en ejercicio, dependiendo del capítulo en que recaiga la reforma), las leyes orgánicas constitucionales (requieren 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio para su aprobación), que regulan las instituciones y actividades más relevantes del Estado, por mandato de la CPR y el Tribunal Constitucional, que tiene una amplia gama de controles de “constitucionalidad”, con fallos bastante polémicos en el último tiempo por cierto.

[cita tipo=»destaque»]Es un poco difícil pensar que “se presentará como la opinión imparcial de la ciudadanía”, ya que concitar un acuerdo en modo alguno supone unanimidad, pero sin duda será bastante difícil promover ideas diferentes a las que se adopten en el proceso de cabildos a menos que promuevan consensos en el seno de una instancia más democrática que la actual. En ese sentido es mejor participar que abstenerse. Además, lo último lamentablemente terminará aportando a los burdos argumentos esgrimidos por los sectores conservadores, como “a la gente no le interesa participar en estas cosas, pues, no entienden qué es la Constitución”.[/cita]

Pero a la mayoría de la derecha no le basta con los vetos institucionales que posee, sino que se esfuerza cada vez que puede en entorpecer cualquier posibilidad de apertura política, por cambiar la Constitución. Para aquello se han convertido expertos en una retórica maliciosa, que solo pretende causar miedo, desconfianza y desprestigio. Muestra de lo anterior es el reciente “estudio” del Facebook de los facilitadores del Proceso Constituyente, en el cual aseguran que el 54 por ciento tienen intereses políticos comprometidos. Como si los facilitadores fuesen seres con cualidades supra humanas que vienen del olimpo para ayudarnos.

Cabe en este contexto diferenciar a Evolis y Amplitud del resto de partidos de derecha o centro derecha, ya que estas nuevas colectividades han abandonado en gran medida la política del miedo (al menos en el Proceso Constituyente) que sostiene la derecha tradicional y en consecuencia han resuelto participar en el proceso de cabildos, sin por aquello dejar de formular legítimas dudas sobre el proceso impulsado por el ejecutivo. Pero lo relevante radica en la apertura a la discusión sobre una nueva Constitución.

Es en esta estrecha y abrumadora realidad en la cual los integrantes de los diversos movimientos sociales (estudiantil, feminista, ecologista, regionalista, sindical y otros), y en general todos aquellos que están en tensión con el modelo consagrado en la Constitución, se esmeran por responder a la legítima e importante pregunta: ¿cuál será mi rol en el proceso de cabildos iniciado por el Gobierno?

Es importante que cada individuo, de los mencionados en el párrafo anterior, pueda reflexionar sobre la pregunta formulada. Ya que, son aquellos movimientos sociales y ciudadanos que implícitamente han formulado una conexión lo suficientemente intensa para esbozar una crítica sistémica al texto constitucional vigente y de esta forma se ha contribuido a darle vida a un discurso contra hegemónico, que a ratos se basa más en nuestro doloroso pasado, que en el presente de nuestra multifacética sociedad. Pues, han dejado en evidencia la restringida democracia y la excesiva mercantilización de la sociedad que han vedado los espacios públicos.

Si estos importantes agentes políticos deciden restarse del proceso o tener una participación parcial, están permitiendo que el proceso de cabildos sea una “ruleta rusa” y por tanto, que el documento final que emane en octubre tenga resultados no perseguidos, por los movimientos sociales. Por lo contrario, asistir a los cabildos puede permitir avanzar hacia la superación de la actual Constitución o puede favorecer al fortalecimiento del discurso contra hegemónico. El proceso de cabildos iniciado por el Gobierno, lo podremos considerar deficitario, pero está lejos de tener un resultado predeterminado como maliciosamente señala la derecha. La realidad de lo que sucederá en octubre (que teme la derecha y que no debemos perder de vista) fue descrita, de forma simple, aunque un poco exagerada quizás, por Carlos Peña:

“Es cosa de imaginar lo que ocurrirá en octubre: habrá un documento que se presentará como la opinión imparcial de la ciudadanía, ese sector social que, como diría la Presidenta, había sido hasta ahora desplazado por los expertos, ¿qué argumentos tendrá una fuerza política para oponerse a él? El sueño del político, que los intereses de su sector aparezcan como las ideas y los intereses de todos, que lo particular aparezca como universal, se habrá cumplido en este caso a la perfección“

Es un poco difícil pensar que “se presentará como la opinión imparcial de la ciudadanía”, ya que concitar un acuerdo en modo alguno supone unanimidad, pero sin duda será bastante difícil promover ideas diferentes a las que se adopten en el proceso de cabildos a menos que promuevan consensos en el seno de una instancia más democrática que la actual. En ese sentido es mejor participar que abstenerse. Además, lo último lamentablemente terminará aportando a los burdos argumentos esgrimidos por los sectores conservadores, como “a la gente no le interesa participar en estas cosas, pues, no entienden qué es la Constitución”.

La pregunta sobre “participar o restarse del proceso de cabildos” toma más sentido para cada individuo después de reflexionar un poco sobre lo dicho y en consecuencia puede poner en una disyuntiva al sujeto. El agente político (aquel que se encuentra en tensión con la actual Constitución) entra en un debate consigo mismo y en razón de aquello podemos apreciar dos “yoes”; por un lado se encuentra el “yo” abrumado y desconfiado de las iniciativas provenientes de los Gobiernos conformados por los partidos tradicionales y por otro lado está el “yo” que quiere salir de la marginalidad política y por tanto transformar las aspiraciones en una realidad concreta. Aquella ilustración puede demostrar la tensión que existe al interior del agente político.

Pero el agente político debe tener presente que participar en el proceso de cabildos no supone, y no debe suponer tampoco, renunciar a la Asamblea Constituyente, que es por cierto el único medio que nos permitirá liberarnos de las instituciones constituidas en un ambiente de amistad cívica. Es el medio por el cual el poder constituyente se podrá expresar libremente y por el cual Chile podrá tener concordancia entre la Constitución formal (el texto) y material (los valores, instituciones y etc. con las que realmente se identifica el pueblo).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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