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Los catones de Baradit

Carlos Basso P
Por : Carlos Basso P Periodista de investigación
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En las últimas semanas hemos visto una suerte de levantamiento en contra de Jorge Baradit, alzamiento protagonizado por algunos profesores ofendidos que no han ahorrado adjetivos en contra del escritor más exitoso de Chile (seguido de cerquita por Pancho Ortega), acusándolo de plagio, de preocuparse de cosas intrascendentes y de denostar a la academia. Como no es mi intención rebatir punto por punto lo que todos estos señores han pontificado durante estos días, solo quisiera, humildemente y sin ánimo de dictar cátedra, comentar algunas cosas que me parecen fundamentales para entender el éxito que ha tenido Jorge, respecto de quien salgo en defensa por dos motivos, que ustedes pueden superponer en el orden que deseen, aunque yo mencionaré como el primero de ellos el hecho de que lo considero un muy buen amigo. ¡Ah!, dirán los catones de la academia, este señor escribe a favor de Baradit porque es su amigo, algo que a nadie le importa ni dice relación con el tema central, que es el de la escritura de Baradit.

No obstante, el carácter de Jorge es un asunto esencial en esta discusión, pues, a diferencia de quienes lo han denostado estos días, es un hombre de una generosidad abismal respecto del trabajo ajeno.

Cuando algún libro le parece mal, por lo que he notado, simplemente guarda un respetuoso silencio, ya que lleva más de una década escribiendo como profesional, explorando estilos y géneros, y sabe que el fracaso y el desánimo anteceden a cualquier éxito editorial, algo que sus detractores parecen desconocer por completo, pues –si no me equivoco– leí por ahí que algunos de los académicos que lo critican se quejaban, entre otras cosas, de haber ido hace unos años a la Editorial Sudamericana, sin que los tomaran en cuenta.

Por cierto, la crítica académica es plenamente válida (también trabajo en una universidad), pero, claro, si vamos a tasar un trabajo aplicándole la lógica académica, hagámoslo en los vehículos de los cuales la academia dispone, pero no la ejerzamos entonces en los medios de comunicación masivos, los mismos medios que han usado estos días los críticos de Baradit y a los cuales acusan también de algún modo de ser responsables de su éxito.

Volviendo al rechazo editorial, eso le ha ocurrido a todo el mundo. Si contara la cantidad de rechazos a ideas o textos ya terminados que sumo en mis 17 años escribiendo libros de ficción y no ficción debería tener un profundo trauma, pero jamás he creído que esto fuera algo sencillo ni tampoco me considero algún geniecillo que merece ser publicado por el solo hecho de llegar con mi mejor sonrisa a alguna editorial.

Publicar y lograr ser tomado en cuenta por una editorial es un asunto complejo, sobre todo para dos tipos de personas en este país: para quienes no somos una celebridad y para aquellos que no pertenecen a determinadas élites, como es el caso de Baradit, un hombre que no estudió en el Grange o el Verbo Divino, que no vive en Vitacura ni pertenece al llamado red set, pero que emergió en la escena nacional a punta de talento, ese mismo que sus detractores –que algunos de ellos, se puede presumir, están frustrados por no haber sido publicados– se niegan a reconocer, esgrimiendo una serie de razones que tienen que ver con las formalidades académicas, más que con el fondo.

[cita tipo=»destaque]Me eduqué en la época de la dictadura y el Prat que nos contaban en aquellos años era un sujeto unidimensional, un héroe aséptico y ultracatólico que no despertaba mucho fervor patriótico en mi generación, pero el Prat que Baradit rescató de en medio de los detalles que muchos historiadores sepultaron –por creer que eran intrascendentes– es más humano, es un héroe mucho más fácil de comprender de lo que era antes y sí, no lo describió en un lenguaje académico repleto de palabras complicadísimas que muchas veces no son más que sinónimos, sino que lo hizo con una prosa poderosa, con cadencia, con ritmo, con pasión, a tal punto que generó la curiosidad de 81 mil personas.[/cita]

El segundo lugar de este disclaimer tiene que ver con La Historia secreta de Chile. Escribo a favor de Jorge no solo porque es un amigo entrañable y de una generosidad desbordante, sino porque creo que su libro es excelente, por lo cual discreparé de lleno con quienes aseveran que se preocupa de detalles insignificantes. Discúlpenme, señores, pero en serio, ¿no les parece importante conocer la historia del Rey de la Araucanía, el trasfondo de la matanza de la Escuela Santa María o el destino de los restos de otro de nuestros grandes héroes, Manuel Rodríguez? Probablemente por ser parte de la “masa” que ha comprado el libro, al menos a mí me parecen temas de la mayor trascendencia, así como lo es conocer la real dimensión humana de Arturo Prat.

De hecho, me eduqué en la época de la dictadura y el Prat que nos contaban en aquellos años era un sujeto unidimensional, un héroe aséptico y ultracatólico que no despertaba mucho fervor patriótico en mi generación, pero el Prat que Baradit rescató de en medio de los detalles que muchos historiadores sepultaron –por creer que eran intrascendentes– es más humano, es un héroe mucho más fácil de comprender de lo que era antes y sí, no lo describió en un lenguaje académico repleto de palabras complicadísimas que muchas veces no son más que sinónimos, sino que lo hizo con una prosa poderosa, con cadencia, con ritmo, con pasión, a tal punto que generó la curiosidad de 81 mil personas que compraron su libro, esa “masa” a la que despectivamente se refiere uno de estos profesores, el mismo que con mucha violencia lo califica de “charlatán”.

Qué pena ese lenguaje, esa rabia, esa bronca en contra de alguien que escribe desde las entrañas, que busca, que conversa, que va a donde sea que lo inviten, que ha despertado a una “masa” de lectores como hacía años no se veía en Chile y que ha generado un fervor genial por la historia. Si algunos aún no comprenden a qué se refiere Jorge cuando habla del lado B de la historia y de aquello que se nos ha ocultado, permítanme explicitarlo (al menos como yo lo entiendo): se refiere a aquellos que dictan pautas canónicas, en dictadura o democracia, respecto de qué es lo que los chilenos necesitan saber y qué no.

¿No les gusta lo que escribe Baradit? ¿Les molesta que no use las normas APA? ¿Les molesta que la gente lo lea? Es muy simple. No lo lean, pero asuman que será él quien pasará a los libros de historia (y también de literatura) y no ustedes, que muy probablemente no llegarán a estar ni en los saldos de liquidación, sorry.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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