Hace pocos días se celebró el Día Mundial Sin Bolsas Plásticas, instaurado para reducir su uso, sensibilizar en torno a la degradación del planeta y el consumo responsable. Muchos no sabrán que en esta materia Chile está en deuda y ostenta un título mundial que no nos enorgullece: somos líderes en producción de basura.
Así lo confirmó la encuesta GfK Adimark 2015, señalando que cada chileno produce más de un kilo de basura al día. Del total de residuos, cerca del 90% podría reciclarse, sin embargo, solo el 17% de los chilenos recicla, y los menos interesados en hacerlo son los jóvenes.
Estas cifras confirman que enfrentamos un problema país de gran envergadura, que debe ser encarado como un desafío y una oportunidad. El deterioro de la naturaleza y las crisis medioambientales deben ser abordadas desde un esfuerzo no solo público sino que personal, en donde cada chileno debe responsabilizarse por sus residuos y entender el impacto que genera su consumo. ¿Cómo entonces movilizar a 17 millones de personas, cuando los dos principales motivos declarados para no reciclar dicen relación con la falta de sistemas de reciclaje disponibles y la falta de educación para realizar el proceso?
Justamente estamos frente a una oportunidad única de transformación cultural para Chile, donde la educación ambiental permita un cambio cívico mayor. En este punto, son los niños y colegios los agentes de cambio, convirtiendo los establecimientos educacionales en puntos limpios e instaurando una cultura del reciclaje en los más pequeños, al alero de programas educacionales que fomenten las buenas prácticas ambientales. Reducir, reciclar y reutilizar es un ciclo que debe ser enseñado desde temprana edad, y con la misma importancia que cualquier otra materia.
Nuestra experiencia nos ha demostrado cómo a través del reciclaje en colegios se da inicio a una cadena de acciones que fomentan los hábitos ambientales. En más de cuatro años de trabajo con niños y profesores de todo Chile, hemos confirmado el gran impacto de los programas de reciclaje, siendo testigos de la onda expansiva de las conductas ecoamigables hacia las familias y comunidad general de la escuela. Desde ahí podemos vislumbrar los primeros frutos que aseguren un futuro sostenible para la sociedad.
[cita tipo=»destaque»]Nuestra experiencia nos ha demostrado cómo a través del reciclaje en colegios se da inicio a una cadena de acciones que fomentan los hábitos ambientales. En más de cuatro años de trabajo con niños y profesores de todo Chile, hemos confirmado el gran impacto de los programas de reciclaje, siendo testigos de la onda expansiva de las conductas ecoamigables hacia las familias y comunidad general de la escuela. Desde ahí podemos vislumbrar los primeros frutos que aseguren un futuro sostenible para la sociedad.[/cita]
Y es que todos los actores de la sociedad están llamados a involucrarse y hacerse parte de la solución. Desde los propios colegios y municipios, convocados a invertir y delinear estrategias que consideren la educación ambiental en sus comunidades, hasta las empresas para integrar esta arista en sus políticas de Responsabilidad Social Empresarial, y el propio gobierno generando el incentivo para la proliferación de las alianzas público-privadas.
Chile debe enfrentar con decisión los Objetivos de Desarrollo Sostenible definidos por Naciones Unidas, entre los que se busca que los estudiantes adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover y adoptar estilos de vida sustentables.
Y es a través de la adecuada educación ambiental que se genera conciencia integral del cuidado del planeta, permitiendo que las acciones de los ciudadanos vayan más allá del reciclaje y apunten también al cuidado del agua, la eficiencia energética y la preservación de la naturaleza.
