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Polémicos y preocupantes términos que abordan la situación del Sename

Por: Mariano Ruperthuz Honorato. Psicólogo-Psicoanalista. Escuela de Psicología, Universidad de Santiago de Chile.


Señor Director:

Agradeciendo la visibilización pública de la situación de muchos niños, niñas y adolescentes internos en las residencias del SENAME y sus organismos colaboradores, quiero manifestar mi preocupación por el lenguaje que la Ministra de Justicia, Señora Javiera Blanco, varios funcionarios públicos y muchos medios de comunicación usan para referirse a varias de las situaciones implicadas en esta realidad. Como el lenguaje crea realidad y consolida imaginarios sociales, hoy somos testigos de una constante que insiste en vincular el lenguaje público para referirse a ellos en términos derechamente criminológicos y delincuenciales. En este sentido, quiero recordar que estos niños, niñas y adolescentes ingresan al sistema residencial de protección porque son víctimas de vulneraciones graves de sus derechos, las que dejan graves consecuencias en su vida futura personal y familiar. Por lo mismo, debemos estar atentos para detener las restantes vulneraciones que sólo los revictimizan – relatando varias veces y a distintas personas los daños que han sido víctimas , exhibiéndolos como objetos – “flujo y stock de niños” parafraseando a la Ministra Blanco – , además de presentarlos persistentemente como delincuentes. Ellos y ellas no se fugan, no son reos ni forajidos. Muchos y muchas lo hacen para escapar de condiciones que los transgreden y también por el simple hecho – y complicado a la vez – que aman a sus familias, las que también en varios casos los dañan. El caso de Érika Olivera mostró mucha de nuestra ignorancia al repetir una y otra vez que ella había “confesado” los abusos sexuales que sufrió de niña. Ella no cometió ningún crimen, lo que ella hizo fue develar lo ocurrido, levantando el velo de lo que lamentablemente le ocurrió. Insisto en esto- lo que para muchos podrá aparecer como simples “detalles” – por el compromiso ético que tenemos como sociedad para dejar de reforzar grandes iconografías dañinas que de cada tanto en tanto pone a estos niños, niñas y adolescentes – ya no “menores”  – en la escena pública, elevando el riesgo de nuevas estigmatizaciones, prejuicios y representaciones sociales que los siguen y seguirán afectando cuando esta ola de interés llegue a olvidarlos. Trabajemos en conjunto para que esto no sea pasajero y los cambios sean permanentes.

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