Publicidad

El proceso constituyente y el cambio de paradigma hacia la cultura del ser

Juan Pablo Lazo
Por : Juan Pablo Lazo Consejo de Asentamientos Sustentables de América Latina Movimiento político
Ver Más


Concluyó la primera etapa del proceso constituyente. Es hora de evaluar. La Presidenta ha comenzado señalando que la crisis de la política es universal. El profesor Carlos Peña, por su parte, continúa criticando el proceso, especialmente en lo que se refiere a su representatividad. Por mi parte, quiero compartir mi felicidad, mi entusiasmo y mi certeza en que este proceso es un comienzo de la solución al colapso del patriarcado y a la ignorancia esencial que reina en el mundo.

Me asiste la convicción de que este proceso constituyente también es universal.

Desde su etimología la «crisis» nos habla de lo oportuno del momento para grandes transformaciones y el origen de la palabra «política» nos remite a un entendimiento acerca de cómo vivir en sociedad. El origen de la política se emparenta además a la educación.

Hemos alcanzado ideas nobles de justicia y de libertad, pero siempre el sistema de esta «civilización occidental» ha perpetuado un proceso de superconcentración del poder y de la riqueza. El poder se encuentra, sobre todo, en la dominación del significado de desarrollo y un problema que emerge es que no podemos tolerar la destrucción de nuestra Madre Tierra. La inmoralidad de la relación entre los ricos y la clase política es tan antigua que amerita preguntarnos si alguna vez hemos alcanzado la democracia.

Por mi parte, celebro. Agradezco desde lo más profundo que estemos viviendo tiempos tan extraordinarios. Mi alegría nace puesto que me siento rodeado de personas entregadas en cuerpo y alma a dotar de sentido a las transformaciones en curso, y creo que la tendencia que identifica a nuestra época es la de la purificación y la de ampliar y obedecer nuestras conciencias. Estamos transitando colectivamente y al ritmo que corresponde, desde una cultura materialista del tener a una cultura del desarrollo del ser.

Por supuesto, me guía la cautela. Vivimos tiempos peligrosos donde aún pampea la ignorancia, la corrupción y la falta de visión.

La elocuencia de la actualidad

La crisis de la que habla la Presidenta es política. Creo que no hacen falta muchos argumentos para extender el ámbito de esta crisis universal a lo ético, lo financiero, lo económico, lo ambiental, lo relacional y, sobre todo, lo paradigmático.

Lo que enuncio ahora es para simplemente poder exponer mi punto de vista: hay dos asuntos mayores que este Gobierno ha emprendido. Una reforma educacional y un proceso constituyente. También diría que ambos procesos han sido el logro de intensas, largas y perseverantes manifestaciones cívicas (alabanzas aparte para la determinación de los estudiantes por un mundo mejor.)

La reforma educacional es un fracaso, como tantas otras decisiones de la «política tradicional». Nos queda entonces, solamente, el proceso constituyente y su éxito depende de nosotros.

Integro aquél mayoritario sector de la población que es sumamente crítico del sistema que heredamos y que replicamos. No obstante, me nace defender y elogiar sin reservas el proceso constituyente desencadenado. Felicito a Michelle Bachelet y a todo el equipo de Gobierno por este proceso innovador, corajudo y visionario. ¡Infinitas gracias! Nos devuelve el poder de la narración y, por ello, el éxito del proceso constituyente puede revertir todo.

Es muy simple. Estamos de acuerdo en que toda la historia nos ha traído a este impactante momento de conectividad global en el que las tecnologías de la información y mucho más, nos permiten alcanzar una perspectiva planetaria y estamos de acuerdo en que la crisis es universal. Estamos ante un fracaso total.

¿Cómo salimos? Es simple. Declarando que la ignorancia llegó hasta acá y que desde acá y en adelante construiremos mil milenios de paz y de prosperidad. Invitándonos a compartir nuestros sueños y nuestros conocimientos para que reinen el amor, la alegría y la felicidad. Descubriendo que estamos en un momento sin precedentes de evolución de la conciencia colectiva y que entendemos que la esencia se encuentra en las semillas. Reguemos con amor todas nuestras declaraciones. Así nos enseña la Madre Tierra a actuar.

¿Por qué no se hizo antes? Porque había que tocar fondo. No había llegado la crisis global y el relato se manipulaba entre ideologías. Esas ideologías fracasaron. Ahora, el desafío es escribir la nueva historia entre todas y todos.

El profesor Carlos Peña habla de la época del contrato social. Porque entiende que el ejercicio constituyente tiene que ver con rescribir un contrato que rescriba nuestra sociedad. Dicha época, ¡todavía consideraba la esclavitud en la elite dirigente! ¿Qué decir del patriarcado frente a los derechos de las mujeres en dicha época? Por tanto, no fue aquel sino que es este el verdadero momento posible para un auténtico contrato social. Hoy están dadas las condiciones en Chile y el mundo para este ejercicio.

Atendido que la crisis es universal, por qué no hacer sentido juntos y recordar que somos una sola familia viviendo en este planeta. Me hace sentido que extendamos una invitación a los otros rincones del mundo a cocrear.

Somos una sola familia, habitando un solo planeta en un solo momento: ahora.

Seamos serios, juguemos todos

¿Quiénes somos todas y todos? Es la primera pregunta a responder. El candidato a Presidente Alfredo Sfeir, planteaba que esto es lo primero en una visión para una nueva sociedad. Promovamos una cultura del Ser. Lo señalo porque es un indicador de la evolución de los tiempos. Invitemos a preguntarnos: ¿cuál es nuestra esencia? ¿Cuáles son nuestros límites? Se nos presenta la oportunidad de descubrir quiénes somos. ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cuáles son nuestros sueños trascendentes? ¿A qué hemos venido?

Traigamos sabiduría a la mesa. Me asiste la convicción de que eso es lo que ocurrió, mayoritariamente en los encuentros locales. Cada quien dio lo mejor. Esa fue también mi experiencia, en la que acordamos que una responsabilidad política es nuestra autorrealización.

Tanto la Presidenta como el profesor Carlos Peña han aludido al tema de la representatividad. Michelle Bachelet ha expresado que la «democracia representativa por sí sola ya no da respuesta a los anhelos de la gente de ser parte constructora de la sociedad». El profesor Carlos Peña les niega representatividad a los ejercicios realizados.

Creo que el cuestionamiento ha de ser mucho más profundo porque, en estricto rigor, la representación ni siquiera es posible. Es una ficción tomada por cierta, por definición. La representación es verdaderamente una ilusión. Nuestro sistema se basa en la idea de que unos pocos van a «ser» la voluntad de «todos. Esto es lógicamente imposible.

Es más, alguna vez escuché a un líder indígena hablando en un importante medio de comunicación norteamericano y ante la pregunta de si pudiera escoger un problema de la civilización occidental, ¿cuál escogería? Planteó que ese problema es la pérdida del poder personal.

Entonces, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo recuperamos nuestro poder personal?

La clave en este sentido es recordar el poder creador de la palabra. Para construir los próximos mil milenios de paz requerimos coeducarnos en la escucha y en los modos posibles para construir acuerdos.

Desde el mundo de los emprendedores y de los innovadores, está bastante claro que lo esencial para que una empresa funcione es que exista una visión y una buena comunicación entre todos los actores participantes.

Una sociedad pacífica es una megaempresa

Invitarnos a todos a dialogar, por supuesto que trae el problema del asambleísmo y de la ineficiencia. Es por esto que adquieren tanta relevancia las tecnologías de la conversación que, por suerte, tenemos a disposición en internet. A saber: los «café del mundo», los «espacios abiertos», la sociocracia, el «dragon dreaming», la teoría U…  Todas estas nuevas formas de dialogar se basan en el reconocimiento, la invocación y la expresión del genio colectivo. Para mí, esto es el comienzo del nuevo paradigma.

Reitero: el proceso constituyente, para ser exitoso, es necesariamente y por definición un proceso de coeducación.

Honrando las raíces, descubriremos que el árbol vuelve a ser frondoso.

Cuando rendimos cuentas y recibimos una retroalimentación, podemos ver que somos capaces de soñar juntos, de asumir la responsabilidad, planificar y de ejecutar esos sueños. Por lo tanto, la celebración es aquel momento que nos damos para contemplar lo realizado y observar el potencial y corregir el sentido de nuestros actos. Es el momento de observar el surgimiento de la sabiduría.

La celebración permanente es clave también para mantener el entusiasmo frente a un desafío histórico.

En definitiva, la coyuntura del tiempo que vivimos nos plantea dos opciones: perpetuar un sistema que nunca fue y nunca ha sido democrático y que destruye a nuestra Madre Tierra o, bien, lanzarnos a creer que es posible encontrar un acuerdo que nos permita construir una nueva sociedad. Fue imposible hasta ahora. Era necesaria la crisis universal y por eso los ancianos Hopi nos señalan: «Somos los que estábamos esperando».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias