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Conociendo lo nuestro: el agua de mar y la salud

Kathy León e Ivo Vukusic
Por : Kathy León e Ivo Vukusic Katherine Leon es psicóloga y creadora del restaurant de comida vegetariana "La Fraternal". Ivo Vukusic es médico, experto en fenomenología médica.
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El video de 2 minutos que hicimos sobre “el agua de mar”, no tenía el objetivo de profundizar en la información necesaria para explicar detalladamente las propiedades y beneficios de este asequible nutriente. Era una invitación a conocer este mundo de oportunidades terapéuticas que ofrece nuestra geografía rica en costas y aún públicas, que se conoce como Talasoterapia.

El uso del agua de mar, para consumo humano y como base de tratamientos terapéuticos, está lejos de ser una moda que aparece de la noche a la mañana.

El emperador Chino Fu Shi (uno de los “padres” de la medicina tradicional china), hace más de 4 mil años, la recomendaba para estar en buen estado de salud. Heródoto, Eurípides e Hipócrates (de la antigua Grecia) ya señalaban sus múltiples beneficios.

A finales del siglo XIX René Quinton, investigador francés, desarrolló la primera teoría científica sobre el uso de la terapia con agua marina. Su postulado es que como en el mar se originó la vida de nuestro planeta, misma vida que los seres humanos compartimos con millones de especies, y valoramos de manera individual, las células y los organismos tienen una afinidad por el medio marino, esta afinidad la metaforiza considerando a los organismos terrestres como necesarios “acuarios marinos” que permiten a las células mantener la coherencia con el medio marino, fuera del mar, con diversas modificaciones en tejidos y órganos.

Desde esta perspectiva, en el ser humano se observan interesantes relaciones de similitud entre el agua de mar, la sangre, el sudor y las lágrimas, por dar algunos ejemplos. Las enfermedades en esta mirada, tienen su origen en la pérdida de la capacidad del organismo de mantener las cualidades del medio marino original, y una alternativa terapéutica posible, para solucionar esta pérdida de características fisiológicas normales, sería el aportar agua marina, directamente al organismo.

Con el fin de recuperar esta “Homeostasis” del medio marino del que surgen originalmente las células, René Quinton encontró una manera de diluir el agua de mar para que conserve sus propiedades benéficas: la microfiltración en frío, que permite que las propiedades del agua de mar, con posibles beneficios terapéuticos, sean conservadas, producto al que denominó Plasma Marino, por analogía con el plasma sanguíneo.

A la época, desarrolló una serie de experimentos con animales como transfusiones de plasma marino, como si fuese sanguíneo, lo que resultaba bien tolerado por los animales, confirmando, así, las similitudes entre uno y otro, antes de realizar sus pruebas en seres humanos.

Posteriormente a estos estudios, Quinton empieza a utilizar su plasma experimental en tratamientos para niños y adultos, en epidemias de cólera y de otras patologías, con éxito suficiente para que se propagara la terapéutica, al punto de crearse en diferentes países de Europa “dispensarios marinos”, lugares en los cuales las personas podían acceder al agua de mar y sus beneficios de manera gratuita.

En relación con el uso terapéutico del agua de mar, con preparados directamente desde el mar o a través del Quinton Bebible, presente en las farmacopeas, hay abundante información de experiencias durante el siglo pasado, siendo una de las más llamativas los llamados “Naufragios voluntarios”, en que personas se embarcan entre una y dos semanas, sin agua y sin comida, alimentándose durante ese período exclusivamente con agua de mar.

La talasoterapia, además de incluir el beber agua de mar, entre otras prácticas utiliza baños de mar con agua entre 37°C y 42°C con fines terapéuticos, estudios realizados por Jean-Jacques Dubarry en los años 60 que fueron confirmados por el profesor Guelfi diez años después, y actualmente se tiene más información en relación con el amplio uso de este tipo de terapia en Japón.

[cita tipo=»destaque»]Los efectos positivos mayormente registrados del beber agua de mar, en la salud humana, corresponden a beneficios en personas diabéticas, con problemas con el colesterol, obesidad, úlceras gástricas y gastritis, así como estimulación del sistema inmune, todas condiciones de gran prevalencia y para las que se destinan importantes recursos, que podrían beneficiarse de esta gran fuente de salud.[/cita]

Además de estos fines terapéuticos, el agua de mar se está utilizando actualmente para generar alimentos de mayor densidad nutricional y efectos terapéuticos denominados alimentos funcionales, tanto en relación con su uso para regar los cultivos, así como para la manufactura de productos fermentados en agua de mar.

Poco sabemos de los fenómenos que explican los potenciales efectos terapéuticos del agua de mar, las suposiciones apuntan a las características de un cloruro de sodio (sal marina) que tiene mejor biodisponibilidad que su versión sintética (sal de mesa) y la alta presencia de iones altamente nutritivos como el magnesio.

Llama la atención la falta de estudios en humanos y la difusión de los resultados de esta alternativa nutricional y terapéutica, en relación con el gran acceso que tiene la población, en especial en nuestro país, a un producto gratuito, no sujeto a patentes comerciales, del que sería muy interesante para todos y todas conocer más acerca de potenciar sus beneficios y certezas respecto de sus riesgos, muchas veces presentes como aceptada mitología más que como fundamento científico, después de todo, ballenas y delfines, mamíferos como nosotros, no salen del mar para consumir “agua dulce”.

Los efectos positivos mayormente registrados del beber agua de mar, en la salud humana, corresponden a beneficios en personas diabéticas, con problemas con el colesterol, obesidad, úlceras gástricas y gastritis, así como estimulación del sistema inmune, todas condiciones de gran prevalencia y para las que se destinan importantes recursos, que podrían beneficiarse de esta gran fuente de salud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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